miércoles, 15 de octubre de 2025

La loca de la casa

 Mónica Mancini

 

Después de treinta y cinco años de trabajar en la docencia, los últimos quince, en triple turno, parar… ju-bi-lar-se era una situación que me llenaba de pánico. Había proyectado miles de cosas que iba a hacer cuando llegara ese momento tan ambicionado, en periodos de exceso de actividades… Pero cuando se hizo realidad y tuve que ir al correo a mandar el telegrama, escribiendo con claridad la palabra “renuncia”, se me aflojaron las piernas, entendiendo lo definitivo de la cuestión.

No duro mucho la pasividad, enseguida, en enero del dos mil trece me inscribí en un Taller Literario de verano, en la librería Buchin, dando lugar al deseo postergado por falta de tiempo. Era los sábados por la mañana, me encantaba ir y cumplir con las consignas…pero, claro, era una fracción de tiempo muy pequeña, comparado con la envión que yo venía de mi vida de activa.

La señora que dictaba ese taller, escritora y fonoaudióloga, se convirtió rápidamente en mi amiga y ambas descubrimos que teníamos una inquietud coincidente desde hacía tiempo, queríamos hacer un programa de radio. Lo que en un principio pintaba como una utopía, se convirtió en realidad.

Conseguimos un espacio en una FM de Fisherton 106.5 y, a partir de ahí, comenzamos a diseñar nuestro programa, que sería semanal y duraría una hora. El eje se basaría en temas relacionados con las mujeres, pero no apuntando a la de “Utilísima” sino, a aspectos emocionales, profesionales. También nos interesaba mucho la evolución de las mujeres en las distintas etapas de la historia, en los diversos aspectos, arte, deporte, etcétera.

Mi experiencia era solo haber organizado la radio escolar, que transmitía en los recreos y los periodistas tenían entre nueve y doce años; entonces, tuve la necesidad de inscribirme en un curso de Producción Radial, que supervisaba Roberto Lara y lo dictaba Marcela Cesar Fierro, donde aprendí bastante. También en la Universidad de Adultos Mayores hice el curso de Radio y me sirvió mucho.

Y así fue como de nuevo busque mi portafolio y mis carpetitas y comenzamos a armar el programa. Primer paso, ¿cómo lo llamaríamos? Justo había llegado a mis manos un libro de Rosa Montero, “La loca de la casa”, quien, aludiendo a Santa Teresa de Jesús, expresaba “La imaginación es la loca de la casa”. Fue inspirador y ese fue su nombre.

 Conseguimos un par de anunciantes (con sangre, sudor y lágrimas), grabamos una intro del programa con la canción de Edith Piaf “No me arrepiento de nada”. También tuvimos un melómano que nos seleccionaba la música acorde a los temas que tratábamos y arrancamos.

En el primer programa hablamos de Lilith, tema provocador que abrió una polémica con los escasos oyentes que teníamos (familia y amigos).

(Según el folclore judío Lilith fue la primera esposa de Adán, expulsada del Edén, negándose a ser sumisa.)

Desarrollamos temas sobre el rol de la mujer en la prehistoria, basándonos en varios autores, especialmente en Jean Auel (“Los hijos de la tierra”); y, así, sucesivamente, fuimos avanzando con la temática.

Entrevistamos a personas de muy diversas profesiones y situaciones, hablamos con mujeres privadas de la libertad, con la secretaria del sindicato de meretrices, con pastoras, con religiosas, con representantes del LGBT. Todo muy interesante.

El programa duro todo el año dos mil trece, mi primer año de jubilada, y me mantuvo bastante ocupada. No pudimos continuarlo, porque en realidad era un gusto que nos dimos, pero nos ocasionaba muchos gastos y no pudimos sostenerlo.

De todas formas, la loca de la casa sigue activa, imaginando como pasar mejor este tiempo tan deseado como temido, en espacios creativos con personas que disfrutan de escuchar, de aprender y sobre todo de divertirse.

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