H. B. Carrozzo
Año 1952. Mes de diciembre.
Poliomielitis en
Rosario. Epidemia.
Laly, el tío Laly, el doctor
Nölter, recomendó que además de la bolsita de alcanfor colocada en nuestro
cuello, nos fuéramos de la ciudad. Especialmente mi madre, que por entonces
estaba embarazada de Jorge, su tercer hijo.
Así fue como nos mudamos a Pascanas, un pueblo a la vera
de la ruta provincial 11, provincia de Córdoba; pero, fundamentalmente, a la
vera de las vías del ferrocarril Mitre. Esos pueblos nacieron, crecieron y
vivieron gracias al ferrocarril, al influjo de la corriente agro-exportadora del
país. Las rutas eran de tierra, así que el tren era el único medio para salir
en días de lluvia.
A Pascanas solíamos ir
de vacaciones casi todos los veranos, aunque este viaje apuntaba a todo un año.
La casa de los tíos
Boni y Elsa era simple, pero bastante amplia. Varios dormitorios, cocina, el
consultorio y sala de espera (el tío era el odontólogo del pueblo y aledaños).
Tenía un patio enorme donde había un aljibe, un pozo para extracción de agua de
las napas (no apta para consumo). El aljibe se llenaba con agua de lluvia, que
se colectaba por canaletas, previa limpieza de la misma. Era oro en esos
lugares y por esa época.
También había un jardín
con flores, huerta con bastante variedad de vegetales, un gallinero con una
buena población avícola, anque algún
conejo. A veces, a mi tío le pagaban las consultas con pollos conejos o
verduras.
Recuerdo con cariño que
mi tía me enseñó los primeros conocimientos sobre el cuidado de la quinta y el
jardín, y la limpieza del gallinero para evitar los olores desagradables y
transformarlos en un recuerdo olfativo recordable.
Recuerdo los olores del
pan recién salido del horno. Los fondos de la casa coincidían con la cuadra de
la panadería. El aroma a pan fresco y los biscochos de grasa aún perduran en mi
memoria.
Recuerdo el sabor de
comer granadas sacadas directamente del árbol de la casa de un vecino. (Subidos
al techo de la corta-trilla).
Recuerdo la pileta de
natación del Club Atlético y Biblioteca Pascanas a la que íbamos todas las
tardes, con sus cuartitos para cambiarse (vestuarios), el trampolín (¿sería el
único en 100 kilómetros a la redonda?).
Recuerdo la escuela
primaria. Debido a la mudanza empezamos las clases allí e hicimos el primer
semestre en esa escuela. (Hasta que nació mi hermano y desapareció el peligro
de contagio).
Recuerdo el placer de
ir al centro a comer un helado y caminar por la plaza con mi hermano y mis
primos.
Recuerdo al cine del
pueblo, que tenía función cada tanto. El cine era el salón de la Sociedad de
Fomento del pueblo y tenía mesas y sillas como un bar y se podía tomar y comer
mientras se veía una película.
Recuerdo los torneos de fútbol infantil en el club Independiente, donde fui goleador y estrella (yo era
“el rosarino”).
Recuerdo ir con la
hinchada de Atlético a alentar al equipo de la liga en los pueblos vecinos. Iba
la familia, todos, en auto, sulky o lo que fuera.
Recuerdos.
Recuerdos.
Recuerdos.
Añoranzas de nuestra niñez. Recuerdo la pastilla con alcanfor que nos hacían poner nuestros padres y el temor al contagio.Muy buen relato.
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