Victoria
Steiger
Hola, otra vez escribiendo.
Tenía ganas de contarles y no me decidía si seguir
con las historias de mis relatos familiares, que en general tanto mis hermanos
como mis hijos quieren que les cuente cómo pasamos diferentes épocas.
Tenemos dos hijos viviendo en Europa, uno en Polonia
y una hija en Italia; y si pasa un año que ellos no vienen a casa, nosotros
vamos a visitarlos y nos planeamos unos días para conocer otros lugares.
Estuvimos con mi marido preparando este último viaje
un buen tiempo antes. Charlando de la posibilidad de ir a un lado u otro. Fijar
fechas, tiempos etcétera.
Primero, fijamos un tiempo estimado de duración y
fecha aproximada, y les consultamos a nuestros hijos si estarían, con sus
respectivos trabajos, en condiciones de pasear y estar con nosotros ese tiempo.
Teniendo las fechas disponibles de ellos nos pusimos
a “trabajar” el plan general.
Aunque no lo crean, no es fácil. Teníamos muchos
lugares que no conocíamos y ahora debíamos ponernos de acuerdo entre los dos.
Con la “excusa” de los chicos viviendo afuera y en
otra época, el trabajo de mi marido que le implicaba viajar seguido, yo en lo
posible viajaba con él, conocimos unos cuantos lugares lindos.
Después de buscar, charlar, ver distintos recorridos,
nos decidimos.
Primero, la fecha de viaje: del 10 de mayo al 10 de
junio. Ya con el vuelo confirmado y decididos en algunos tramos, hicimos el
programa completo.
Mi marido siempre se encarga de hacer una planilla
con las fechas, día a día, de los viajes. Primero, hace un borrador y, ya de
acuerdo los dos con los días y fechas, elabora la definitiva, que imprime o
manda por mail a los “chicos” para que tengan nuestro itinerario escrito.
Cuando toda la planilla quedó lista, me pareció un
poco cargada de lugares: primero, un viaje de ocho días en crucero en el cual
visitamos siete lugares distintos. Después, a la ciudad en la que vive nuestra
hija menor, que es Treviso en Italia. Desde allí, a San Petersburgo y Moscú,
por ocho días. Seguíamos a Polonia a la ciudad donde viven unas primas de mi marido
(un día) como para saludarlas. Ya este último tramo lo haríamos con nuestro
hijo, que vive en Varsovia.
Como ven, ¡el programa era completito!
El trabajo de armado y reserva y plan de pago lo hace
él y yo me encargo de los remedios de cada uno, la ropa, que en la época del
viaje era lo mismo que usaría acá, porque acá era otoño y allá primavera, pero
un poco más liviana. Tendríamos días cálidos.
Otro de los preparativos fue un chequeo médico que
hizo mi marido. Él ya ha tenido unos cuantos problemas cardiológicos y quería
salir con todo en orden.
También debíamos preparar el listado de los pagos y
la limpieza de casa. Generalmente, mi hija mayor viene todos los días, abre
ventanas y le da movimiento a la casa. Todas (son tres con sus chicos) viven
cerca y se juntan en casa para que los chicos jueguen en el jardín.
Al fin, llegó la fecha. Tuvimos todo listo recién la
noche anterior. Yo siempre repaso mentalmente lo que puse y me propongo “no lo
hago más”. Lo que me olvidé lo compro. Claro es fácil decirlo, pero nunca lo
hice. Si me falta algo lo reemplazo, todo se arregla. Es que uno no viaja con
todo el “placar”.
Desde el aeropuerto de Buenos Aires a Frankfurt, poco
tiempo para el siguiente vuelo a Roma, así que íbamos preparados para una
caminata rápida por ese aeropuerto que es inmenso.
Todo bien. ¡Llegamos a Roma!
De allí, fuimos a un puesto de información turística
para tomar un transporte público a Civitavecchia que está a una hora de Roma.
Nos informaron desde dónde salía un ómnibus directo y los horarios. Estábamos
con el tiempo justo y no alcanzamos a comprar los boletos antes, llegamos a la
parada sin nada y el chofer nos dijo que era el último directo y nos hizo subir
porque no llegábamos al puesto de venta y volver. ¡Todo en señas, italiano, muy
rápido, pero entendimos!
Siempre que llegábamos a un lugar, mandamos mensaje a
“todos” que es el grupo de los chicos en nuestros celulares, con una foto del
lugar.
Teníamos dos días antes de tomar el crucero. El primer
día, cansados del viaje largo recorrimos Civitavecchia caminando. Es una ciudad
chica muy linda y prolija.
Al día siguiente, fuimos a Roma en tren e hicimos
otra caminata de varias horas (lo que yo le llamo pata tour), vuelta al hotel con ganas de pizza y a dormir.
¡Todo venía según los planes!
Ya estábamos listos para ir al embarque, son unas
cuantas horas antes salimos del hotel con tiempo suficiente y por supuesto con
todas las “pilas” para éstos lugares nuevos.
El barco enorme para conocer y no perderse nos costó
un poquito, entre que uno se acomoda ya llega la salida para el próximo puerto:
Génova era el primero.
No les voy a contar todos los lugares en detalle,
porque se haría larguísimo este relato.
Pasamos por lugares hermosos y en todos caminábamos
mucho y la pasábamos muy bien.
El tiempo de este viaje, como les conté, era de ocho
días. Al tercer día, mi marido estaba con la cara bien bronceada y decidió
salir con sombrero para protegerse del sol (tiene piel muy blanca) y no quería
pasarla mal por el sol que, sobre todo al medio día, estaba fuerte.
Al día siguiente, por la tarde, empezó a sentirse
afiebrado pensamos en esto del sol o un poco de resfrío. Tomó un medicamento
para bajar le fiebre y en un rato se sintió bien.
Ya era un miércoles y llegábamos a Civitavecchia el
viernes y estos días siempre un rato volvía con la fiebre. Pensamos que con
menos caminata estaría mejor y así llegaríamos bien a Treviso, donde vive
nuestra hija.
El viaje en el crucero, salvando esas fiebres
molestas, salió muy lindo y ya teníamos los pasajes en tren para el próximo
tramo.
Llegamos muy justos con el tiempo para tomar el tren
pero teníamos unas horitas para descansar hasta Treviso, que queda al norte de
Italia a media hora de Venecia.
Descansamos en el viaje y nos esperaba Victoria,
nuestra hija. El departamento estaba cerca de la estación, así que nos fuimos a
pie.
Ya allí, dejamos las valijas y con mi hija fuimos a
comprar algunas cosas para la cena, pero antes nos sentamos a charlar y tomar
un aperitivo tradicional de allá.
Por supuesto la charla en “vivo” estaba muy
entretenida, pero teníamos que hacer las compras. También nos organizamos para
ir al médico al día siguiente, para que lo controlaran por la fiebre a mi
marido.
Cenamos tranquilos, contentos de estar juntos y nos
fuimos a dormir para seguir lo planeado al otro día.
Más o menos a las tres de la mañana, él me despertó
porque se sentía mal. Estaba agitado y con fiebre. Llamamos a la asistencia al
viajero y pedían un número de teléfono fijo de Italia. Les di el de mi hija y
enseguida nos llamaron para que directamente fuéramos al hospital de allá.
Rebeca, una amiga de Victoria, sacó el auto y
llegamos en quince minutos.
En el hospital había bastante gente en la urgencia,
le tomaron los datos y le pidieron que explicara lo que sentía. Ahí no más, lo
hicieron pasar para revisarlo. Nosotros estamos estudiando el idioma, pero es
difícil hablarlo correctamente. Victoria sí habla correctamente. Nos dijeron
que en cuanto lo revisaran nos llamaban.
Esperamos un rato y la llamaron solamente a ella.
Bartolomé, mi marido, tenía que quedarse internado. Tenía fiebre y arritmia;
pero parecía que estaba mejorando y nos dijeron que esperáramos.
Quedamos afuera en la guardia de urgencia. Fueron un
par de horas interminables sin saber que estaba pasando.
Al rato, llaman a Victoria y le dijeron que estaba
mejor, que lo iban a pasar a una habitación para control y, si todo andaba bien,
en un par de días le darían el alta.
Ya a esa altura de los acontecimientos queríamos
verlo y saber si se sentía mejor. En un rato más salió la camilla de él para el
traslado. Casi corriendo, nosotras fuimos atrás de ellos para no perderlos. Es
un hospital muy grande.
Llegamos, no me acuerdo si era un piso arriba o abajo
a una habitación grande. Ahí, lo recibieron, le preguntaron por los
medicamentos que tomaba. Él los lleva anotados en una lista. Se lo veía
tranquilo; pero después de que le preguntaron todo, se fueron; y nos dijeron que
les avisáramos cualquier cambio. Al ratito, empezó a agitarse y llamamos
urgente. Fue algo terrible de olvidar, llamaron a más gente para atenderlo y
parecía que no salía de esa crisis.
No puedo contar mucho más. Salimos con cama y todo lo
que le pusieron a la sala de agudos. Ya no podíamos entrar y nos dijeron que
esperáramos para un informe.
Imposible de contar todo lo que sentimos. Nos
quedamos en el pasillo sentadas frente a la puerta de la sala de agudos, que es
un lugar que abre dos veces al día para visitas. Si salís de ahí, no podes
volver fuera de esos horarios (eso lo supimos después); pero ni se nos hubiera
ocurrido salir antes de saber que pasaba.
Pasó otro par de horas o un siglo para nosotras y
salió una doctora que pidió hablar con mi hija, que hacía de intérprete, y nos
explicó la situación.
La arritmia empeoró y no sabían por qué pasaba todo
eso. Estaba con oxígeno y se sentía mejor sin agitación. Quedaba internado sin
diagnóstico del origen de ese suceso. Nos dijeron que volviéramos a las tres de
la tarde para un nuevo informe, pero excepcionalmente podíamos saludarlo unos
minutos antes de irnos. El panorama que nos “pintó” no era alentador. Nos
devolvieron la ropa que llevaba puesta y salimos.
El teléfono de contacto era el de mi hija. Si había
algún problema, la llamarían.
A todo esto eran las ocho de la mañana (no me
acuerdo) y la diferencia de horario con la Argentina son actualmente de cinco
horas.
Nosotras en estado de shock nos perdimos para
encontrar la salida, ya habiendo cambiado de lugar adentro buscamos las flechas
para terminar saliendo por donde entramos que no era muy difícil.
Fuimos a desayunar, creo que por ahí, y a tratar de
calmarnos y ver qué hacíamos con todo lo que pasaba.
Primero, le contamos a mi hijo que vive en Polonia. Pobre,
quedó mudo unos minutos y después reaccionó tranquilizándonos y nos dijo que
nos llamaba después del próximo informe. Seguidamente nos comunicamos con
Rebeca, que no se quedó en el hospital y que cada rato mandaba mensajes para
saber algo. Después fuimos a dejar la ropa al departamento y ya era hora para hablar
a casa.
Eso fue durísimo. En realidad, creo que no puedo
acordarme de toda la secuencia. Las manos me temblaban, la voz se me quebraba y
no podía llorar y desahogarme de alguna forma. El pronóstico era desalentador.
Las chicas acá preguntaban de todo y no teníamos mucho para contar hasta el
informe hay que esperar, recen no sé qué más.
Volvimos a las tres, nos dejaron pasar y seguía con
arritmia. La médica no estaba y el informe era de la que seguía con la guardia.
No se ponían de acuerdo con el diagnóstico. Una no creía que nunca había tenido
arritmia; y otra que diagnosticó bronquitis y los pulmones con líquido lo que
provocaba la descompensación cardíaca.
El domingo nos escanearon en Rosario los episodios
anteriores y los últimos chequeos que había hecho antes del viaje. Con todo
eso, fuimos al hospital que, por ser domingo, teníamos otro horario de visita más.
No sabíamos qué doctora o doctor estaba a cargo del caso, preguntamos y nos
dijeron que teníamos que pedir turno a las 13.30 para hablar con, en este caso,
la doctora; y así lo hicimos. Todo lo que llevamos lo dejamos al médico de
guardia, que inmediatamente se lo puso a estudiar con mi hija al lado, que le
traducía poco. Los términos médicos en español son similares o están muchas
veces en inglés.
Acá, las chicas ya habían hablado con su médico y
estaban en contacto con las novedades que les transmitíamos.
Nosotras, allá, deambulábamos entre las visitas
permitidas, las consultas especiales y… todo seguía sin nada definitivo, había
que esperar que los medicamentos hicieran su efecto.
Los amigos de mi hija se ponían de acuerdo para
acompañarnos llevarnos y traernos y mudarnos de departamento. En el que
estábamos ya estaba ocupado los días que seguían y el de mi hija era en el
tercer piso y suponíamos que cuando esto mejorara él no podría subir.
Lógicamente, el plan inicial de viaje se canceló
totalmente. Esperábamos un avance de salud y la mente estaba “ocupada” con
esto.
Hay un montón de detalles que por la extensión que
tiene este relato no los voy a describir.
Al fin, después de varios días empezaron a concretar
diagnóstico y tuvo amplia mejoría. En menos de 24 horas la arritmia cedió y, al
día siguiente, lo pasaron de sala a otra con un poco menos de control. Todo se
veía mejor.
Las visitas seguían siendo estrictas; pero ya estaba sin
oxígeno, hablaba con los otros pacientes, tres en total, en una mezcla de
italiano y español. Los compañeros le explicaron varias cosas del movimiento de
ahí que le ayudaban a entender el ritmo. Ellos le decían que después de esa
etapa lo mudarían a una habitación común y de ahí salía. Lógicament,e todo
debía seguir en orden y así fue.
Día noveno de internación, casi a las 20 horas, llegó
la doctora a cargo con unas cuantas hojas de recomendaciones, orden de medicación
(recetas) y una bolsita con tres días de remedios para no tener que salir
urgente a comprarlos.
Las recomendaciones incluían caminatas y vida normal
obviamente de a poco por haber estado tantos días en cama. Nos dieron también
control con análisis en cuatro días para ir regulando la medicación nueva.
Todo era tan raro fuera de casa. Hubo que aprender un
montón de cosas de otro lugar. Es muy difícil de explicar.
Fue una emoción enorme salir con él caminando
normalmente del hospital. Nos esperaban unos amigos, que nos llevarían al
departamento.
El cambio fue impresionante, ya saliendo a pasear y
no al hospital, mi hijo vino de Polonia y pudimos festejar su cumpleaños, algo
impensado unos días antes.
El lugar era muy céntrico le gustó mucho y todos los
días salíamos a pasear primero un rato y parábamos a tomar algo, volvíamos a
almorzar, una siestita y a pasear de nuevo.
Los controles fueron bien y al segundo, una semana
después, tenía permiso para volver a Argentina.
Todavía me cuesta contar esta experiencia, pero
quería hacerlo porque a nuestra edad, ya jubilados, nos quedan muchas cosas por
hacer y conocer pero…
Todos debemos viajar con seguro médico y una vez en
casa mi marido contando a un amigo lo que le había pasado le dijo que él aparte
del seguro ampliado llevaba un cederrón con su historia médica por cualquier
eventualidad.
Todavía nosotros no tenemos resuelto el tema con el
seguro; pero en teoría se hacen cargo de la internación porque fue una
urgencia, pero es un trámite largo y se toman su tiempo.
El hospital nunca nos exigió nada. Entramos y salimos
sin firmar absolutamente nada y la atención fue impecable.
Bueno, este relato se me hiso larguísimo; pero ahora
nosotros, que creímos que teníamos todo “fríamente calculado”, tuvimos una
experiencia muy dura.
Ahora, no sé cuándo planearemos otro viaje, pero
cuando se pueda, aparte de la planilla con días horarios y lugares, cambiarán
mucho y habrá otras “cositas” para llevar.
Espero que les sirva mi relato, no para no viajar,
pero si para usar de nuestra experiencia y no pasar por malos momentos, como este,
que gracias a Dios puedo contarlo con buen final.
Hoy, estamos en casa, contentos haciendo. muchas
cosas y disfrutando de nuestros hijos y nietos.
¡Hasta la próxima!
Me conmovió tu historia, estos inconvenientes y en un país extranjero son muy difíciles de resolver. Me alegro que todo haya resultado bien al final, pero nadie te podrá hacer olvidar todos estos momentos.
ResponderEliminarTe deseo de corazón que el próximo viaje puedas disfrutarlo y compartirlo con tu familia. Cariños, Noemí Peralta.
Gracias Noemí!
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