martes, 17 de septiembre de 2024

Alain Delon, Adonis del siglo XX



María Cristina Piñol



Para el imaginario popular, Francia no es solamente un país más de la Europa Occidental. Con apenas nombrarla comienzan a agolparse las imágenes que encarnan la cultura, el arte, la moda, el cine, la música, el glamour y el refinamiento. Si bien algo de esto es cierto, no todo es auténticamente francés. El Obelisco de Luxor, La Victoria Alada de Samotracia y La Gioconda, por poner algunos pocos ejemplos, no son originariamente franceses; y, si hablamos de moda, la ciudad de Milán hasta es posible que la supere.

A fines de 1800, el arquitecto Haussmann, nacido en Francia y de padres alemanes, por orden de Napoleón arrasa la antigua ciudad medieval y construye el nuevo París que conocemos hoy.

Sin dudas, ellos saben reinventarse y con imaginación logran implantar en el mundo íconos impensados. Las gárgolas de la Catedral de Notre Dame son famosas gracias a la película de El Jorobado y en realidad son solo desagües de aguas pluviales que ya los habían usado egipcios, griegos y romanos de la antigüedad para que el agua de lluvia no dañara los techos.

No menos icónica es la Torre Eiffel. Aunque fue construida en 1887 para una Exposición Industrial Universal que se realizaría en París conmemorando el Centenario de la Revolución francesa, fue erigida bajo la premisa de destruirla dos años después, pero decidieron no hacerlo y convertirla en un monumento propio y distintivo de la ciudad. Pero algunos países envidiosos crearon réplicas destacadas que se encuentran, por ejemplo, en el País Vasco, República Checa, Las Vegas, Tokio, Bolivia, Alsacia (también en Francia), Brasilia, Letonia y Sídney.

Por todo esto un tanto ambiguo, los Dioses del Olimpo algo preocupados, deben haber pensado en darle a este país y a su gente algo auténticamente francés, muy real y que sea totalmente único e inimitable. Decidieron entonces regalarles un Adonis, el hombre más bello entre los bellos y, así, llegó Alain Delon a la Tierra…

Las chicas de los 60 y 70, aquellas que desafiaron el mundo con sus bikinis, mini-shorts, minifaldas y remeritas de Vanlon, literalmente delirábamos con Delon. Los cines se llenaban de mujercitas, al mismo tiempo que se vaciaban de hombres.

Actor polifacético y taquillero, que hoy podía ser un gangster y mañana un latin lover o encarnar un cow boy y a la semana entrante ser El Zorro. Acompañado siempre por actrices hermosas, famosas y talentosas, como Sofía Loren, Brigitte Bardot, Claudia Cardinale, Jane Fonda, Simone Signoret y tantas otras, que fueron furor en aquel momento. En ese entonces el cine pasaba por su segunda época dorada.

Pero… ¿Qué tenía Delon más allá de un rostro perfecto? Sin dudas, la mirada. Sus ojos celestes enmarcados por cejas oscuras y abundantes cobraban distintas vidas en el rol de cada personaje o en cada gesto, esos ojos que al mirar hablaban al igual que su sonrisa.

Cuando los jóvenes periodistas o comentaristas de hoy hablan de él tras su muerte, lo describen como “el hombre más bello para los estándares de belleza de esa época.” Entiendo que aquellos estándares no incluían fuertes músculos forjados en gimnasios, ni cirugías estéticas para “levantar” rasgos caídos ni tatuajes que decoraran los cuerpos. En pocas palabras, la belleza natural, la seducción de una mirada, la picardía de una sonrisa de labios sin botox y las marcas de expresión en el rostro, eran parte de ser, de sentir y de vivir.

Delon también cantaba, a veces solo y otras en dúos. Recuerdo algunos temas, como “Paroles, Paroles”, con Dalila y también con Celine Dion. “Leticia”, tema de la película “Los Aventureros”: “Letizia je ne sabe pa, que tu etés tout pour moi” y el muy osado y controversial tema para el momento “Yo te amo, yo tampoco”, que interpretó junto a Brigitte Bardot. Quienes sean de esa época entenderán de lo que hablo.

El sábado pasado partió el hombre más bello del mundo, el más amado por las mujeres, y el más odiado y envidiado por los hombres.

Bon voyage monsieur Delon, gracias por habernos permitido soñar…

Y … ya es hora de confesarme… Sí, durante mi paso por la adolescencia, Delon y yo dormimos juntos, yo solita en mi cama, mientras él con su sonrisa cómplice me guiñaba un ojo desde una de las paredes de mi habitación.

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