miércoles, 18 de septiembre de 2024

Celebraciones familiares

Susana Dal Pastro

 

El ritmo de vida moderno nos lleva al apuro, a no tener tiempo de compartir un rato, a escucharnos por mensajes a la máxima velocidad. Por eso, el mejor regalo de cumpleaños sigue siendo la compañía de los que nos quieren y queremos.

Mi hermano cumplía años en junio, cuando el mes era realmente frío. Había que pensar entonces en una celebración cálida en familia y con los amigos más íntimos. El menú era siempre el mismo: caracoles con salsa un poquito más que picante, el plato preferido de mi hermano. Cuando digo esto, algunos ceños se fruncen. “Porque nunca los probaron”, digo.

Los preparativos empezaban unos días antes purgando los caracoles con harina de maíz; hoy los venden ya listos; los cocineros ganan tiempo y los chicos pierden la oportunidad de dejar escapar algún caracol del recipiente que los contiene. Y si no fuera por la prueba brillante y ascendente que estos bichos dejan en las paredes, nadie descubriría la travesura.

Llega el día esperado. La mesa está lista. Todos de pie; no cabemos sentados y es mejor así, porque avanzamos en ronda sin descuidar el plato y solos nos servimos la soda, el agua, el vino, el pan. La casa es un bullicio alegre. El calor y el sabor vuelven rojas las mejillas.

A la hora de apagar las velitas, mi hermano se pone serio y le brillan los ojos; ya sé por qué le pasa esto; me lo tuvieron que explicar y ahora que eran dieciocho las velitas, con más razón.

“Porque extraña a tu papá”, me dijeron. Y lloré yo también.

Los abrazos y los besos siguen al musical “que los cumplas feliz”; las palabras y los abrazos van tranquilizando al cumpleañero y la tristeza se vuelve sonrisa y la sonrisa expresa un gracias por seguir reuniéndonos.

Así pasaron mucho junio de cumpleaños en casa. Y siguen pasando en el corazón de los que todavía contamos esta historia. 

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