miércoles, 22 de mayo de 2019

Libre versus laica


Susana Olivera

Doña Elena, no la deje ir a la Susana a la escuela, no la deje.
Pero ¿por qué no la tengo que dejar?
Porque recién cuando fui a la panadería pasé por la Normal y hay una sarta de mocositas con carteles que dicen “Escuela Tomada”. ¡Escuela tomada!, imagínese usted. Tomada por ellas como si fueran las dueñas o la directora. Y no va que viene una chica de civil no más, sin guardapolvo y con un moño violeta en el pecho, que trae una pavita y mate y agarran y empiezan a matear ahí no más en la puerta de la escuela. Y las descocadas no dejan pasar a las que vienen a estudiar. Se va a armar doña. No la deje ir. Son una manga de locas.
No, ma. Juli, no. No son locas. Son mis compañeras de cuarto junto con las de quinto que defendemos la enseñanza laica. ¿Me hacés el moño del delantal, ma? Con las orejas chicas. Como vos sabés.
La enseñanza laica ¿contra qué la defienden? Laico significa lego, no religioso.
Contra la enseñanza libre. Las chicas del colegio Adoratrices defienden la enseñanza libre y todas van a ir ahora, después de almorzar, a la plaza San Martín.
Sí, escuché por radio que había problemas, pero con las universidades. ¿Qué tienen que ver ustedes, las escuelas secundarias?
Nosotras apoyamos la educación laica. Ahora nos reunimos en la plaza.
No. No vos. No cuesta darse cuenta de que van a pelearse entre los dos bandos. Además, la Policía… está enfrente. ¿Qué pensás que van a hacer? Y ¿qué es esa cinta violeta que llevas como una escarapela en el lado izquierdo, el lado del corazón?
Es el distintivo de las laicas, ma. Las libres llevan una cinta verde.
Ahí llega tu hermano… ¿Tuvieron clases Carlitos?
Nooo. Tomamos el colegio. ¡Viva la enseñanza laica! Tengo un hambre… ¿Qué hay para comer?
Nene, no me andés toqueteando nada en la cocina, ni se te ocurra. Esperá y te preparo un sanguche de milanesa hasta que llegue tu padre y nos sentemos todos a la mesa.
Dale Juli… con mucha mayonesa.
Carlitos come su sándwich moviendo ruidosamente las mandíbulas y dándole feroces mordiscos. Mientras, toma un jugo de naranjas y canturrea “En la cima de un cerro, hay un perro… Han movido el cerro y se ha caído el perro…”
Pero qué carancho dice este mocoso- pregunta Juliana-, con la chancleta les daría yo a estos dos pavotes, les daría. Meta callejear no más y sin estudiar.
Pero, ¿qué decís, hijo? ¿Qué es ese versito?
Lo cantamos en el Colegio, ma. Y vos callate Juliana. ¿Me hacés otro sandwichito? Ponele una milanesa bien grande. ¿Juli, dónde está el “Patoruzú”? Seguro que lo tenés en tu pieza. Me lo quiero llevar para leer. Todavía no lo he visto… Siempre soy el último orejón del tarro. “En la cima de un cerro hay un perro, han sacado el cerro y…”
Pero ustedes están locos, chicos.
No ma. Se unieron el Nacional 1 y el Nacional 2. También las chicas del Urquiza y las del Liceo. Y todos vamos a la plaza San Martín ahora a la tarde. Yo me vine para comer algo, pero ya me voy.
Ah, vos también llevás la cinta violeta…
Pero claro, ma. ¡Para diferenciarnos! Si no, si tenés que dar una piña ¿cómo sabés si el otro es libre o laico?
Adoratrices también va a la Plaza. Y ellas son libres. Me voy ma.
Pero, pero…
Yo como algo y también voy.
Ustedes dos meta zapatear no más, pero de estudio yo no escuché nada. Son dos deschavetados. Y a la final lo único que hacen es lío. Los van a terminar expulsando del colegio. O capaz que cierran las escuelas y pierden el año. Y entonces, ¿qué hacemos con las cintitas? ¿Dónde se las van a poner a las cintitas?
Bueno, bueno. Te quiero Juli… dame un abrazo, hacés unas milanesas espectaculares. Ma, yo también me voy. ¡A la plaza San Martín todos!
Juliana, la “tía postiza”, se limpia el beso. De muy mal carácter, “chinchuda”, le decíamos, pero muy querida por todos.
Ese año, 1958, yo estaba en cuarto del Magisterio y mi hermano en tercero del Bachillerato. Los dos éramos partidarios de defender la enseñanza laica, además nuestros colegios eran estatales. Y era una pelea a muerte que había culminado con la toma de las escuelas.
Viendo todo desde la perspectiva actual comprendo que no teníamos demasiado claras las posturas y laica. Creo que para muchos (entre los que me incluyo) era un juego eso de tomar las escuelas, usar un color que nos identificaba e ir a la plaza a manifestarnos. Yo sentía que estaba defendiendo “mi” escuela. Y en cierto sentido defendía la enseñanza pública. Pero no pensaba en el derecho de la libertad de elección, de preferir enseñanza religiosa y el derecho de la iniciativa privada de ofrecer espacios distintos, que fueran igualmente válidos de acuerdo con su idoneidad al momento de otorgar los títulos habilitantes.
Esa tarde la Policía desalojó violentamente la escuela Normal N° 2 y las autoridades quedaron dentro con puertas cerradas para evitar el regreso de las alumnas.
 La plaza San Martín estaba totalmente cubierta por estudiantes que sostenían ambas tendencias. La Policía obligó a todos los jóvenes a abandonar el lugar y dispersarse. Hubo mucha violencia: corridas, golpes y los escuadrones montados en sus enormes caballos entraron al galope empujando a los grupos estudiantiles a planazos y repechazos con sus animales. Estábamos indignados. Tirábamos bolitas de vidrio para que patinaran los caballos y cáscaras de banana entre insultos y estribillos: “¡Libre, libre!” “¡Laica, laica””. Y la consigna era correr para distintos lugares para no permitir que la Policía se agrupara. Estábamos sucios porque muchos nos habíamos caído en la huida, transpirados y otros, lastimados.
Algunos, los más violentos, fueron detenidos; muchos quedaron en las proximidades para intentar volver a la plaza. Un grupo, los más amigos, nos reunimos en casa que quedaba enfrente de la plaza, tanto compañeros de mi hermano como compañeras mías. Algunos hablaban sobre sus derechos y yo no podía dejar de entusiasmarme y admirar sus ideales y la fuerza de sus palabras. Pero, yo diría que, a pesar de nuestra indignación, esa tarde fue una fiesta en casa entre vasos de naranja Crush y buñuelos de manzana preparados por Juliana. Lucíamos orgullosos la cinta violeta en nuestros pechos. Alguno de los chicos recitaba entre risas… “En la cima de un cerro… hay una cintita violeta. No ser cintita violeta para estar arriba de ese cerro”.
Y nos reíamos como solo pueden reírse chicos de esa edad compartiendo ideales y probando sus fuerzas en el acontecer diario.
Calmados los ánimos, empezamos a “salvar materias”. Se esperaba eximición con cuatro por los días de paro, pero no fue así. El entusiasmo por participar con chicos de otras escuelas me hizo llevar Matemática con el profesor Moyano, que no perdonó ni una raíz cuadrada, y otros “revolucionarios” se llevaron hasta diez materias. Mi hermano, por ejemplo. Significó pasarse todo el verano estudiando.
Regio, regio, ¿no chicos? Ahí está el cachetazo por las sinvergüenzadas de ustedes. Se lo requete merecen. Mientras tanto su madre y yo estamos rezo que va y rezo que viene para que aprueben. ¿Qué se creen?
Pará Juliana, pará.
¿Libre o laica? ¿Cinta violeta o verde? ¿Jugar a ser adulto?


3 comentarios:

  1. "Jugar a ser adulto". Tu lo dices, era dejarse llevar por la multitud sin saber donde.
    Hoy con los años encima podemos comprender pero ya pasó ese tiempo.
    Un abrazo.

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  2. Que bueno tu relato , Susana. Me encantó escucharte, tenés la capacidad de narrar muy bien las historias, además nos transportás a escenarios que recorremos habitualmente con protagonistas de otras épocas, que en suma somos los que construimos este presente. Gracias por compartirlas.

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  3. Gracias amigos por leer mis relatos. Me encanta saber que compartimos los mismos recuerdos.
    Susana

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