viernes, 17 de mayo de 2019

El paredón


Luis Molina

Paso cada día por la terminal de ómnibus, está moderna, cambiada, contrasta con aquella imagen que quedó en mi retina de largos paredones de mi niñez. Cuando años posteriores el “loco” Carballo con la topadora decidió que no debían estar allí, otra fue la imagen. Aparecieron las vías y los galpones donde se guardaban harina, cemento y otros productos. Después, le llamaron “El patio de la madera”, aunque no recuerdo a que madera se referían.
Una vetusta máquina a vapor con no más de un par de vagones se movía por el predio, que no tenía más de seis cuadras y que se conectaba al ramal ferroviario por una vía en diagonal hoy desaparecida, aunque aún queda como mudo testigo un pequeño puente sobre la calle Servando Bayo entre Urquiza y Tucumán, por donde –por elevación– se cruzaba sobre las vías. El progreso fue cubriendo los vestigios de la misma, algunas construcciones o un pasaje la sepultaron en el olvido.
Por calle Santa Fe, casi sobre Caferatta, pegada al paredón estaba la feria, donde con mi madre luego de caminar una docena de cuadras nos ubicábamos en la larga fila. Eran frías madrugadas de invierno, el alcohol y el querosene escaseaban, lo mismo que el azúcar. Eran épocas difíciles allá por el 53. Recuerdo el color límpido de los mismos, solo los diferenciaba el olor. Luego con los años le agregaron color.
Al volver, desandando nuestros pasos, ya el sol calentaba la fría mañana. En el playón de los lecheros que se encontraba sobre calle Vera Mujica, comprábamos leche que por aquel tiempo se vendía suelta. Venía en tarros con manija y tapa de unos treinta litros, que por la maravilla de los lecheros solía albergar al menos unos treinta cinco litros. La única que se vendía envasada era la “Upar”, cuya usina se encontraba en calle 3 de Febrero a la altura de Moreno. Unos años más tarde, frente a la Empresa Mixta de transporte, por calle Montevideo, existió un pequeño playón donde se surtían los lecheros; y solo estaba a un par de cuadras de mi casa.
Hoy, el playón de calle Santa Fe desapareció y en su lugar varios edificios se yerguen altivos sobre Vera Mujica. Tampoco están los rieles del ferrocarril, que un par de cuadras más adelante tomaba una curva para entrar a la estación “Rosario Norte”. Hoy, un parquizado lugar nos muestra otra cara del Patio tan diferente a aquella vetusta de otra época, donde un mercado, un lago artificial y un paseo lucen tan diferentes.
Regresábamos a casa por él cantero central de avenida Francia y yo podía correr y saltar sobre los bancos e incluso rodear las palmeras; mientras los colectivos de larga distancia circulaban por ambas manos, era la ruta obligada hacia la provincia de Buenos Aires.
Han pasado muchos años, todo se ve tan diferente, nada queda de mi barrio, el progreso cambió todo.
Se ve que me estoy volviendo viejo…

2 comentarios:

  1. Relato de imágenes a traves de la palabra escrita. El tiempo modifica nuestra estructura física sin embargo la mente esta intacta para describir esos momentos y compartirlos
    Viejas son...... las cosas
    Abrazo

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  2. Sin duda lo son,pero a veces también los recuerdos. Sesenta años es mucho tiempo...
    Gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

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