martes, 7 de mayo de 2019

¿Solo palabras?


Susana Olivera

“El amor no se puede expresar ni
revelar. No se puede hablar de él.”
Fernando Pessoa

Peinado. Recién afeitado. Camisa de mangas largas o cortas de acuerdo con la temperatura y siempre, siempre corbata. Guardaba el nudo hecho, cosa de ponerlo directamente en el cuello. Cambiaba diariamente su ropa con pura coquetería. Un chaleco sin mangas. Tenía varios así que los combinaba con los colores de la camisa.
Casi centenario, mi padre usaba los pantalones con una raya que parecía recién planchada, zapatos abotinados negros bien lustrados y se perfumaba con Eau de Cologne Lubin. Así empezaba su jornada diaria: jornada de lectura del diario, poner orden en sus papeles, caminata.
¡Vino Susi, vino Susi!”, era su saludo en cuanto yo abría la puerta. Y, claro, no podía resistirme a esa bienvenida y lo abrazaba. Notaba sus brazos un poco tensos, como si sintiera timidez ante mi abrazo.
¿Qué pasa?”, preguntaba riéndose pudoroso. “¿Te ganaste la lotería?”
Eran gestos repetidos, como si en la repetición estuviera escondido todo el afecto que yo tenía por su afecto, por sus hábitos, por su serenidad, por su alegría, por su goce ante las pequeñas cosas, por sus ganas de vivir.
¿Cómo te fue hoy en la escuela? Te iba a ir a esperar a la parada del colectivo, pero me dio fiaca. Fiaca, Susana. Siempre tengo fiaca.
No tenés que ir a esperarme. Son cinco cuadras y tenés que cruzar con el tránsito que tiene calle San Lorenzo. Yo te vengo a ver en cuanto llego a casa.
No, así te ayudo con los libros. Así te ayudo.
Y entonces nos enredábamos en una charla sobre qué habíamos hecho durante el día, cuáles eran las noticias que había leído en el diario, qué sabía del resto de la familia. Quién había venido a visitarlo.
¿Cómo se portaron hoy los sinvergüenzas de tercero?- estaba al tanto de qué cursos tenía ese día.
Charlando y con el celu a escondidas todo el tiempo. Y saben que lo tienen prohibido. Cuesta interesarlos.
¡Qué manga de atorrantes!
Y luego, me mostraba qué tenía en la heladera para la cena.
Viejito, falta mucho parta la cena- yo me impacientaba. Me voy a ver qué están haciendo en mi casa.
Bueno, pero yo te llevo esto y vos ves qué preparás…
Mirá, te traje esta tortilla que me sobró y la ensalada. Para empezar, ya tenemos.
Y… no habían pasado cinco minutos desde que yo lo había dejado. Se había puesto su saco azul.
Ahora, me voy a estirar un poco las piernas.
Tené cuidado al cruzar.
No, no. Solo doy la vuelta de manzana. Hoy tengo fiaca. Fiaca. Cuidado, que se escapa el Cachi.
Blackie, viejito, Blackie.
Nunca pudo pronunciar el nombre de nuestro perro. Perro que odiaba su forma de caminar arrastrando los pies. Lo entendía como una provocación. Y se le ponía delante, como si quisiera detener su marcha, mientras le mordía los tobillos o le desataba los cordones. Yo tenía temor de que lo hiciera caer. Blackie gruñía no bien lo veía entrar. Y aun antes: presentía su llegada.
Nos causaba mucha gracia…
Ahí viene el abuelo. Blackie está en la puerta mostrando los dientes”, decíamos.

Me voy a estirar un poco las piernas. Me voy a estirar las piernas”.
Rutina diaria. Diálogos repetidos una y otra vez. Era un hábito nuestro. Ternura.
Una madrugada me llamó por teléfono. Tenía dificultad para respirar.
Emergencia, internación, tratamientos. Neumonía.
Se recuperó. Siguió viviendo solo, pero se lo veía ajado, había perdido interés por sus viejas costumbres. Palabras cruzadas, por ejemplo. Cambié mis hábitos y horarios para ir a verlo. Iba antes de las siete para ayudarlo a vestirse.
Sentate al borde de la cama para ponerte los pantalones. Te vas a caer”, le decía. En efecto, ponía una pierna y quedaba saltando en un pie hacia atrás, adelante, los costados hasta levantar la otra pierna y lograr subírselos.
Sentate, te vas a caer.
Susi, vos no me vas a enseñar a ponerme los pantalones…
Entendí esta frase como una muestra de su fortaleza. Le faltaban dos meses para cumplir cien años cuando partió. Pero no se fue.


1 comentario:

  1. ¿Acaso imaginas que pudiera irse? Solo se mudó su cuerpo, el jamás se fue, vive como siempre en tu recuerdo y en tu corazón. Es su lugar muy bien ganado.
    Un abrazo amiga.

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