Patricia
Pérez
Don Saturnino Fernández era un gallego, dueño
de un frigorífico llamado Modelo, con sede en Montevideo.
Fue uno de los tantos que vino a “hacer la América “.
Calvo, de buen porte, con anteojos, tenía sus
animales a casi 400 kilómetros de allí.
En las cuchillas de Caraguatá, entre el arroyo
del mismo nombre y Río Negro a 125 kilómetros de la capital del departamento
Tacuarembó(Uruguay)
Su estancia estaba en el medio de la nada, pero
tenía el confort acorde a su nivel y los habitantes de alrededor contrastaban
con su pobreza.
Vivía en un lugar inhóspito donde reinaba la
ignorancia.
El lugar era sumamente alejado y había que
trasladarse en avionetas Peeper o en lancha.
Allí fuimos a vivir nosotros, mi papá, mi mamá
y yo
Mis hermanas mayores quedaron al cuidado de mis
abuelos. Algunas veces nos visitaron.
Mi viejo, administrador de la estancia,
madrugaba todos los días arreando el ganado, cuidaba de su salud, vacunaba las
vacas y trabajaba el campo.
Mi mamá atendía el personal y les daba de
comer.
Tengo algunos recuerdos claros y otros no
tanto.
Veo a través del tiempo aquélla cocina a leña
con grandes hornallas en las que se cocinaba el dulce de leche durante interminables
horas.
Recuerdo las galerías de la finca, sus corredores
y el gran patio del medio con su aljibe.
El dueño de la estancia visitaba asiduamente el
lugar y cada vez que venía me traía un chajá de regalo (mi postre preferido).
Un día se olvidó o no tuvo tiempo de comprarlo
y yo le hice el reclamo.
La mirada fulminante de mi madre y la risa del
empresario de la carne fueron las dos cosas que aún están en mi mente.
Tengo vagos recuerdos de una vez que el papá de
mi mamá fue a visitarnos y en una parte de la casa apareció una víbora, que mi
abuelo sacó con un palo.
Pero no puedo olvidar la anécdota que muchas
veces contaron mis padres sobre una familia que había tenido mellizos, uno de
ellos muerto al nacer y había colgado al fallecido de los pies para ahuyentar
los espíritus.
Aquel lugar estaba rodeado de gente ignorante,
porque no tenía medios para educarse. Era casi selva, muy cerca de Brasil.
No había atención médica y la escuela era un
cuarto donde se mezclaban todos los grados.
Pasaron más de cincuenta años y se me ocurrió
investigar que había sido de todo aquello.
La estancia sigue estando. Se llama Cabaña
Caraguatá. Los dueños son los Fernández, del frigorífico Modelo, pero en su
cuarta generación.
Caraguatá sigue siendo una pequeña población de 463
habitantes, según el censo del 2011, y por las imágenes de las fotos puedo
apreciar que allí el progreso aún no llegó.
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