jueves, 20 de junio de 2019

La danza de las flores

Ángela De Leonardi

Nací en un barrio de calles de tierra y zanjas en las veredas, donde jugar y bailar fue el leiv motiv de mi infancia.
Éramos una barra de chicos y chicas de mi edad y más grandes, donde siempre había algo que festejar. Jugábamos al carnaval durante las tardes y a la noche armábamos murgas e íbamos por la cuadra cantando y bailando. Recuerdo las fogatas de San Pedro y San Pablo, los camotes y papas asados en las zanjas secas; cazar bichitos de luz en las noches de verano y también en esas noches, yo bailaba bajo el foco de la luz de la calle al ritmo de “Doce cascabeles”, mientras los pibes hacían la música con peines y papel de celofán. Fue una infancia mágica, nosotros creábamos la magia con nuestra inventiva y las ganas de vivir.
Mi viejo tenía un taller de aparado de calzado al fondo de mi casa. Hijo de gringos, le encantaba el tango y la música clásica. Teníamos un long play de “El Cascanueces” de Tchaikovsky y, durante las noches de verano, sacábamos el tocadiscos a la vereda y nos reuníamos con los vecinos a escuchar música.
A mí me encantaba “El Cascanueces”, sobre todo “La danza de las flores”, y yo lo bailaba a mi manera cuando estaba sola encerrada en el living de mi casa.
Cuando mi nona venia de visita, mi viejo ponía esa música y yo le bailaba a ella. También él me pedía que imitara a Luis Sandrini y yo hacia todo eso, que había visto en las películas y que sabía que hacía reír a los mayores. Y mi nona siempre decía lo mismo: “José, esta e una artiste, mandala a una scuola di baile”. Y mi vieja siempre contestaba lo mismo: “No, eso no es para ella, come poco, es muy flaca y siempre se enferma por cualquier cosa”.
Yo seguía bailando cada vez que se podía con la esperanza de que un día mi vieja dijera que sí. Y se dio, así sin pensarlo, que las chicas mayores organizaron un festival para juntar fondos no se para qué cosa, en el club de mi cuadra, por aquel entonces el Club Yugoeslavo. Participamos todos los chicos, se hizo una obra de Caperucita Roja y como fin de fiestas, ¡bailamos la danza de las flores! 
Fue tal mi emoción que el día del festival, me enfermé. Sí, me enfermé y tuvieron que llevarme al médico esa mañana, me recetaron dieta líquida y reposo; pero después de mucho llorar e implorar que me dejaran actuar debilucha como estaba, subí al escenario e hice mi mejor actuación de “La danza de las flores”.

1 comentario:

  1. Hermosos recuerdos. Te felicito por haber tenido la disposición y el amor de poder bailar El Vals de las Flores, aunque hayas estado débil pero el placer de estar allí fue más fuerte. Felicitaciones! Hermoso, cariños

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