Hugo Longhi
Quien comience
leyendo por el título, no podrá reprimir un “¿qué?”. Confieso que la primera
vez que escuché esa palabra me sonó a religión. Nada que ver. ¿O sí?
Voy a gastar una
línea para hacer docencia. Diexismo viene de las siglas DX que, en inglés,
suenan “di-ex”, donde D es distancia
y X incógnita. De allí podríamos deducir que es sonido desconocido escuchado a
la distancia. Ese es el principio básico. Solo el principio.
El diexismo es, en
definitiva, un hobby, un pasatiempo, una actividad o una afición. No más que
eso.
Y de todas las
variantes del diexismo, la que más me atrapó fue la captación de las emisoras
radiales internacionales, que transmiten desde lejanos puntos del planeta en
diversos idiomas.
Para mí, todo se
inició a mediados de julio de 1990. Yo había dejado de correr maratones y
entonces me quedé con un espacio ocioso que no sabía cómo llenar. Fue casi de
casualidad que una noche se me ocurrió correr una pequeña perilla que tenía el
radiograbador, una que decía “SW”.
Para mi sorpresa
empezaron a surgir voces. “Existen otras radios”, me dije. Al jugar con el dial
y luego extender la antena, la emisión ganó en nitidez. No tardé mucho en
corroborar que varias de esas voces eran en castellano. Sin dudas, estaba
descubriendo algo nuevo. No sabía bien qué, pero despertó mi curiosidad como
pocas veces había sucedido antes.
Luego, me di cuenta de
que esas estaciones de radio anunciaban una dirección donde los oyentes podían
escribirles, contarles desde dónde los escuchaban y en qué condiciones
técnicas. Las voces provenían de países tan distantes como diferentes, por
caso, Canadá, Corea, Rumanía, Cuba, Rusia, Vietnam y la lista sigue.
También leían
mensajes de los radioescuchas. Al respecto, a las pocas semanas me encontré con
el anuncio del nombre y el domicilio de una oyente de Rosario. No dudé en tomar
nota y la contacté por carta, tal la usanza de entonces. Ella me respondió
rápidamente invitándome a que fuera a conocerla personalmente.
Todo pintaba como una
historia de amor, ¿verdad? Bueno, por ahora no. Una mañana, en el huequito
horario que me quedaba en el trabajo para el almuerzo, me tomé el colectivo y
fui a verla. La dirección era de un negocio y ella no estaba. Me recibió otra chica
que después me enteraría que era su cuñada. También estaba un muchacho,
obviamente el novio de quien yo buscaba. Ella arribó un poco más tarde.
Despojados ya del
supuesto halo amoroso, diré que fue gracias a ellos, diexistas los tres, que
aprendí detalles y pormenores de la actividad. A partir de allí mis avances
fueron enormes e incontenibles. Una llama que a casi treinta años vista no se
apagó; y, a través del intercambio, con las emisoras fui adquiriendo
conocimiento sobre las costumbres, comidas, historia y música de sus países de
origen. Era una ventana al mundo.
También iba
recibiendo regalos, hermosos objetos típicos que fueron convirtiendo a mi casa
en una mini Naciones Unidas. Eso se incrementaba en épocas en que organizaban
concursos y lograba ganar premios interesantes. El mejor fue un viaje a China.
Pero lo más valioso,
sin dudas, fue la parte humana. A través del diexismo me fue posible encontrar
amigos que compartían mi misma locura. Hoy en día nos seguimos viendo y
reuniendo periódicamente.
También el amor tuvo
su capítulo. ¿Se acuerdan que eso había quedado inconcluso? Vino de otro lugar,
pero gracias al DX. Conocí a la que sería mi esposa, que no vivía en la ciudad,
a través de una radio de Gran Bretaña. Tan delirante como el hobby mismo.
Finalizo aquí. No podría decir que el diexismo me
cambió la vida, pero sí que le agregó matices. Y para los que hayan soportado todo
este discurso, al menos incorporaron una nueva palabra a su diccionario
personal.
Tu relato ha sido aleccionador, no sabía lo que significaba DX diexismo. Es hermoso poder hablar con personas a miles de kilómetros. personas desconocidas, que se convierten en amigos y me alegro hayas conocido a tu esposa. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tu tiempo y comentarios Ana María. Nos vemos a la vuelta.
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