sábado, 22 de junio de 2019

Niñez

Noemí Peralta


Abuelita, si no tenían tele, ni compu, ni celu ¿qué hacían cuando eran niños?

Bueno, te cuento. Siempre estuve muy relacionada con la naturaleza, las plantas, los animales, los insectos y sobre todo nuestro hermoso cielo con su color azul-celeste de los días soleados; y con sus nubes, que cuando éramos chicos comparábamos con distintas formas.

Mi madre me transmitió su amor a la naturaleza en el cuidado de plantas y animales.

Mi padre el amor a la lectura, cosa que agradezco a ambos.

Cuando éramos niños cazábamos mariposas. Eran de bellos colores, pero no pensábamos mucho sobre el hecho de que, pobrecitas, las matábamos. Claro que esas hermosas mariposas antes habían sido gusanos que se comían las plantas. Ahora, con tantos pesticidas que se usan para proteger las cosechas, ya no se ven tantas.

Otros bichitos, que también llamaba nuestra atención eran las luciérnagas o bichitos de luz, que se podían observar en las noches calurosas de verano como puntitos brillantes que volaban en la oscuridad.

Las recogíamos y poníamos en frascos transparentes y sus lucecitas eran intermitentes; aunque algunos chicos eran insensibles y aplastaban la parte brillante sobre el dedo anular simulando un anillo que brillaba, pues era una sustancia que quedaba pegada al dedo y este brillaba.

También nos gustaban las mariquitas o vaquitas de San Antonio. Juntábamos algunas para verlas desplazarse sobre las plantas y de pronto verlas volar. Eran de pintitas amarillas o blancas sobre fondo verde o rojo, muy bonitas y llamativas.

Entre nuestras investigaciones de la niñez también estaba la mantis religiosa o mamboretá, de un hermoso tono verde y le preguntábamos: “Mamboretá, ¿dónde está Dios?”. Así nos habían enseñado, porque la posición que tomaba de juntar las patitas delanteras nos parecía que señalaba al cielo y rezaba. ¡Cuánta inocencia infancia!

Un entretenimiento era ponerme panza abajo cerca de la entrada de un hormiguero y observar el ir y venir de las hormigas, con su carga hacia el hormiguero. No entendíamos cómo unos bichitos tan chiquitos podían cargar trozos de hojas más grande que ellos. Yo les solía poner algún obstáculo en la entrada y ver cómo se arreglaban para despejarla.

También observaba a las arañas, con sus hermosas telas de hilos entretejidos, aunque me producían un poco de temor.

Con un primo, igual de arriesgado y travieso como yo, juntábamos el extremo tierno de una planta de caña, que al soplarlo producía un ruido como el de las alas de una mosca que se hubiera atrapado en la tela, y tocábamos suavemente la tela para que esta se moviera. Entonces, la araña salía rápidamente de su escondrijo de la pared y podíamos verla cómo era. Eso nos alegraba.

En esa época no teníamos celulares, computadoras ni siquiera televisores, así que buscábamos todo lo que nos brindaba la naturaleza.

Teníamos también, para los días de lluvia o frío en que no podíamos estar en el fondo de la casa, los juegos de mesa, los naipes, las damas, el ajedrez, el estanciero, el cerebro mágico (que funcionaba a pilas), el ta-te-ti y estoy segura de que olvido algún otro.

Los juegos compartidos al aire libre, la rayuela la popa la escondida, etc...

Vivíamos en una calle poco concurrida por el tráfico, así que podíamos patinar, andar en bicicleta, triciclo, autito a pedal, monopatín con manubrio y patinetas.

Se podía jugar a la pelota o a la guerra y cruzarse de una vereda a otra sin ningún peligro.

Otro entretenimiento era leer, los libros que nos daba mi padre, de aventuras, cuentos y nos encantaban las revistas de los fines de semana que traía el diariero: “Patoruzú”, “Patoruzito”, “Billiken”, etcétera.

Teníamos la posibilidad de escuchar música de discos de pasta y también cuentos narrados como actuaciones que nos encantaban.

Podíamos ir al cine, al teatro y al circo, si había alguno en la ciudad. También podíamos ir a la playa de la Florida y disfrutar de la arena y nadar en el agua. Solíamos ir seguido al parque y también al Parque de diversiones donde me impresionaba mucho el tren fantasma. Creo que no podíamos pedir más.

¿Qué te parece?


1 comentario:

  1. Me gustaría saber qué te dijo tu nieta de todo lo que le contaste, de como te divertías de la hermosa niñez que tuviste. La mía fue parecida, lo único que no podíamos ir por la calle ya que pasaban muchos carros que iban al mercado, pero a la noche en verano, primero se limpiaba la bosta de los caballos y luego si, patinábamos. Hermoso tu recuerdo. Abrazos Ana

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