viernes, 14 de junio de 2019

Tío Alberto


Patricia Pérez
“Da todo lo que puede dar
 su casa está de par en par
 quién quiere entrar
tiene un plato en la mesa”
Joan Manuel Serrat

Dicen que los parientes no se eligen, pero en este caso, yo hubiera elegido una y mil veces al tío Alberto, mi padrino.
Era uno de los hermanos mayores de mi papá y fue elegido como la persona que se encargaría de mí, en caso de faltar mi padre. Eso no sucedió, porque él se fue primero.
Tengo tantos recuerdos que es como si estuviera presente.
Jefe de una compañía de bebidas sin alcohol en Buenos Aires, buscaba el momento para estar en Rosario para cuando yo lo necesitaba.
En los acontecimientos más importantes de mi vida fiestas religiosas, casamiento, nacimientos, siempre estuvo.
Es increíble que tenga tantos recuerdos de él, separados en dos etapas de mi vida: cuando fui niña y luego cuando fui madre.
Mis momentos con él fueron tan alegres, que es muy difícil olvidarlos.
Nos reuníamos los fines de año todos los Pérez en largas mesas, que llegaban a cincuenta personas. Eran muchos hermanos, además de esposas e hijos, y debíamos pasar las fiestas en una casa grande.
El tío Alberto tenía mezcla de adulto con niño. Le encantaba comprar chascos. Buscaba su negocio preferido, que visitaba antes de las reuniones, para elegir la broma indicada.
Nadie sabía con qué se iba a encontrar en esa mesa de fin de año.
Cortabas un pan y te explotaba o, de pronto, destapabas un frasco de algo y saltaba un muñeco con resorte.
Siempre había algo en la mesa para sorprenderte.
Como en las fiestas hace mucho calor por ser diciembre, los escotes de las mujeres sufrían el hielo, que corría por entre el busto o la espalda y que se deslizaba hacia la ropa interior.
Siempre era igual. Animaba la fiesta y bromeaba con todos.
Puedo decir también que fue la persona que hizo de padre en algunos momentos.
Nunca me faltó. Cuando me casé, fue él quien me esperó en Buenos Aires para trasladarme al aeropuerto, para iniciar mi luna de miel.
Pasaron pocos años hasta que mis hijos crecieron y comenzaron a disfrutar del tío Alberto.
Era una persona tan cariñosa, más alto que mi papá, más robusto, con poco pelo (característica familiar); pero con un corazón tan grande que hacía explotar la camisa.
Mis hijos mayores conocieron de su cariño: era el segundo abuelo que los visitaba de Buenos Aires.
Compartíamos momentos tan lindos que parecían eternos; pero llegó ese llamado de otro de mis tíos dándome la noticia. Fue el 30 de marzo de no quiero recordar el año.
El tío Alberto se fue. Partió para siempre, pero de la mejor manera: jugando a las cartas con su hermana, de vacaciones en Mar del Plata. No reaccioné enseguida, pero cuando tomé conciencia, mi tristeza fue muy grande.
Me costó mucho aceptarlo; y pensar que ya no disfrutaría de sus bromas ni de sus visitas.
Poco tiempo después me di cuenta que se fue sin sufrir y como él lo merecía.
Me hizo mucha falta, pero su recuerdo me acompaña siempre.
El tío Alberto fue de las personas que grabaron su nombre en mí.

Tío Alberto
“El vaso de mi juventud
 yo lo levanto a tu salud
 rey del país,
del sueño y la quimera” (Joan Manuel Serrat)


1 comentario:

  1. Vaya homenaje al tío con los versos de Serrat. Dice mucho de esa persona que nunca se fue ya que vive en un rincón de los recuerdos.
    Me encantó. Un abrazo.

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