Patricia Pérez
“Da todo lo que puede dar
su casa está de
par en par
quién quiere
entrar
tiene un plato en la mesa”
Joan Manuel Serrat
Dicen que los
parientes no se eligen, pero en este caso, yo hubiera elegido una y mil veces
al tío Alberto, mi padrino.
Era uno de los
hermanos mayores de mi papá y fue elegido como la persona que se encargaría de
mí, en caso de faltar mi padre. Eso no sucedió, porque él se fue primero.
Tengo tantos
recuerdos que es como si estuviera presente.
Jefe de una compañía
de bebidas sin alcohol en Buenos Aires, buscaba el momento para estar en
Rosario para cuando yo lo necesitaba.
En los
acontecimientos más importantes de mi vida fiestas religiosas, casamiento,
nacimientos, siempre estuvo.
Es increíble que
tenga tantos recuerdos de él, separados en dos etapas de mi vida: cuando fui
niña y luego cuando fui madre.
Mis momentos con
él fueron tan alegres, que es muy difícil olvidarlos.
Nos reuníamos los
fines de año todos los Pérez en largas mesas, que llegaban a cincuenta personas.
Eran muchos hermanos, además de esposas e hijos, y debíamos pasar las fiestas
en una casa grande.
El tío Alberto
tenía mezcla de adulto con niño. Le encantaba comprar chascos. Buscaba su
negocio preferido, que visitaba antes de las reuniones, para elegir la broma
indicada.
Nadie sabía con
qué se iba a encontrar en esa mesa de fin de año.
Cortabas un pan y
te explotaba o, de pronto, destapabas un frasco de algo y saltaba un muñeco con
resorte.
Siempre había
algo en la mesa para sorprenderte.
Como en las
fiestas hace mucho calor por ser diciembre, los escotes de las mujeres sufrían
el hielo, que corría por entre el busto o la espalda y que se deslizaba hacia
la ropa interior.
Siempre era igual.
Animaba la fiesta y bromeaba con todos.
Puedo decir también
que fue la persona que hizo de padre en algunos momentos.
Nunca me faltó.
Cuando me casé, fue él quien me esperó en Buenos Aires para trasladarme al
aeropuerto, para iniciar mi luna de miel.
Pasaron pocos
años hasta que mis hijos crecieron y comenzaron a disfrutar del tío Alberto.
Era una persona
tan cariñosa, más alto que mi papá, más robusto, con poco pelo (característica
familiar); pero con un corazón tan grande que hacía explotar la camisa.
Mis hijos mayores
conocieron de su cariño: era el segundo abuelo que los visitaba de Buenos Aires.
Compartíamos
momentos tan lindos que parecían eternos; pero llegó ese llamado de otro de mis
tíos dándome la noticia. Fue el 30 de marzo de no quiero recordar el año.
El tío Alberto se
fue. Partió para siempre, pero de la mejor manera: jugando a las cartas con su
hermana, de vacaciones en Mar del Plata. No reaccioné enseguida, pero cuando
tomé conciencia, mi tristeza fue muy grande.
Me costó mucho
aceptarlo; y pensar que ya no disfrutaría de sus bromas ni de sus visitas.
Poco tiempo
después me di cuenta que se fue sin sufrir y como él lo merecía.
Me hizo mucha
falta, pero su recuerdo me acompaña siempre.
El tío Alberto
fue de las personas que grabaron su nombre en mí.
Tío Alberto
“El vaso de mi
juventud
yo lo levanto a tu salud
rey del país,
del sueño y la
quimera” (Joan Manuel Serrat)
Vaya homenaje al tío con los versos de Serrat. Dice mucho de esa persona que nunca se fue ya que vive en un rincón de los recuerdos.
ResponderEliminarMe encantó. Un abrazo.