Patricia Pérez
Corría el año
1976. Militares y subversión. Yo en mi mundo amor desenfrenado y la decisión
del casamiento, porque venía Paula.
Paula, Paulita
para los abuelos.
Casamiento y
luego llega “la rubia más linda del barrio”, la que sería una gran compañera en
la vida.
Paula es mi
primera hija y es una luchadora. Es mi apoyo fundamental, cuando comencé con la
empresa, y la hermana mayor haciendo de madre con sus hermanos más chicos.
Inteligente, de
carácter fuerte, pero con un corazón henchido de amor por su familia y los
demás.
Tuvo su mejor
recompensa, poder ser mamá a los treinta y nueve años, después de varios
intentos.
Nació Juan
Ignacio, Juani para nosotros, mezcla de amor incondicional y torbellino.
1979. Asume
Margaret Thatcher, la dama de hierro. Sony saca su primer watman y en Argentina, la embajada de los Estados Unidos documenta
gran cantidad de archivos de desapariciones producidas por la dictadura
militar.
Enero de 1979.
Entre el calor y unas buenas cervezas fue concebido Sebastián, Seba para los
amigos.
El 17 de octubre
vino al mundo el primer varón de la familia.
“Nació Juan
Domingo”, le bromeamos a mi suegro.
No supimos que
sexo tenía hasta que nació, porque nuestra idea era sorprendernos, como lo habíamos
hecho anteriormente.
Seba es el hijo
varón, que comenzó con las charlas de fútbol con su papá. El que quiso cambiar
de cuadro de fútbol, porque sus compañeros de escuela lo cargaban. El calavera a
quien le gustaban tanto las mujeres y que muere por una de ellas: Morena, su
hija, la dulce More que vive pensando en hacer dibujitos a su papá.
1981. El plan
económico de Martínez de Hoz se derrumba ganado la inflación.
Muere Ricardo
Balbín.
Sebastián, el
bebé simpático de la familia, cambia de carácter. Se pone caprichoso.
No sabíamos qué
le pasaba y es que nos estaba anunciando que venía otro integrante.
El 21 de octubre
llega a nuestra vida el tercer hijo de la pareja.
Nace Martín. El
larguirucho, flaquito y largo tuvo que pasar sus primeros días en la incubadora.
El sinvergüenza
de la familia, que conoció todos los hospitales, porque siempre se accidentaba.
El que pellizcaba a su hermano y éste se la devolvía y cobraba.
Tin, el jugador
de fútbol habilidoso, el de los amores adolescentes que le regalaron lo más
precioso de la vida: Naiara, mi primer amor de abuela, mi hermosa nieta que
siguió la vocación de la danza árabe.
Pasaron los años,
los chicos crecieron.
1987. Presidencia
de Raúl Alfonsín. Elecciones legislativas.
Los chicos en
edad escolar. Yo era joven aún y decido terminar mi carrera de Comunicación
Social. Faltaban pocas materias. Pero, ¡oh, sorpresa!, venía Ignacio. ¡Sorpresa
y media!
Otra vez a
comprar cochecito, butaca y a lavar pañales. Sí, a lavar pañales, porque los
descartables eran para ir al médico o para alguna salida. En esa época eran un
lujo.
El 18 de
diciembre llorando y con mucho hambre, nació Ignacio.
El pequeño
gigante de la familia, que vino para cambiar los horarios y las costumbres. La
hermana mayor se adueñó del bebé como su mamá. Nachito creció imitando a sus
hermanos con la pelota abajo del brazo. Se hizo hombre entre escuela técnica y
el fútbol.
Tiene una dulzura
especial. Está en pareja y aún no tuvo hijos.
Mi vida disfruta
de estas cuatro historias y sus réplicas, que cambiaron mi manera de ver las
cosas.
No existe el
mundo sin ellos.
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