Ana María Rugari
Si bien hice mi educación en la escuela pública, recuerdo un acto de Fin
de Año del Jardín de Infantes, que comenzaba con un pasaje en la vida de Jesús.
Siempre fui la más alta del curso y, por lo tanto, me dieron el papel de
José, el carpintero. Tenía el cabello largo y muy oscuro, y mamá me hizo un
delantal marrón que llegaba al suelo. En una mano debía sostener un martillo,
pero era muy pesado, así que lo tenía con las dos. La maestra quería que tomara
un listón de madera, pero yo no podía, porque debía agarrar el martillo. Ahora
que lo pienso, las manos de una niña son muy pequeñas, ella no se daba cuenta y
me recriminaba desde atrás del telón.
A la Virgen la hacía una compañera preciosa con cabello rubio y con un
velo celeste, y el Niño era un muñeco que estaba en una cuna de madera.
No actuábamos mucho, solo la Virgen debía tomar al Niño y acunarlo y yo
darle con el martillo a unas maderas. Tuvimos reconocimiento del público, que
nos aplaudió. Salió la maestra para recibir los aplausos y, en ese momento, yo
dejé el martillo sobre la mesa y esta se cayó. El ruido fue tremendo.
Desgraciadamente, al año siguiente tuve la misma maestra, pues yo solo
contaba con cuatro años cumplidos en agosto.
Aún hoy tengo presente su nombre y figura y me traen
muy malos recuerdos...
Te felicito. Es muy tierna tu historia.
ResponderEliminarAdelante. Seguro hay más