martes, 25 de junio de 2019

Mi primer baile


Ángela De Leonardi



Yo tenía trece años, cuando una compañera de la escuela primaria, que vivía a la vuelta de mi casa, me invitó a su cumpleaños, en el cual se haría un baile e iban a concurrir chicas y chicos del colegio.

Hacía casi un año que no nos veíamos; mi emoción era inmensa, era la primera vez que yo iba a ir a un baile.

Mis padres nunca me habían dejado ir a los bailecitos de la escuela, ni a los picnis, ni al viaje de estudios. Ellos consideraban que no tenía edad para tales eventos, esto inculcado por mi madre que siempre tenía miedo a todo lo que pudiera pasarme.

Pero esta vez habían aceptado, porque era cerca de casa, conocían a la familia, y ya no podían con mi rebeldía y mis ganas de conocer ese mundo tan maravilloso de la adolescencia.

Y allí fui, vestida con mi trajecito de príncipe de gales color marrón y una blusita de tela de batista bordada a mano, todo hecho por mi madre.

Grande fue la sorpresa al llegar. Mis compañeras lucían todas vestidos línea Jakie de colores, amarillo, rosa fucsia, celeste y verde agua; yo parecía una señora mayor con esa ropa que en mi casa pensaban estaba espléndida; pero eso no fue todo. Cuando empezó el baile, Norberto, un chico que siempre me había gustado, me sacó a bailar y yo no pude enganchar un paso. Lo pisé tantas veces, que después de la segunda canción, sin decirme nada me acompaño a mi silla.

La vergüenza exploto en mi cara roja como un pimiento, me temblaba el cuerpo de la rabia y tuve que hacer mucho esfuerzo por no llorar, y tomé la decisión: me fui de la fiesta. Corriendo llegué a mi casa, entré a la habitación donde dormían mis padres, prendí la luz y les grité todo lo que durante años mi boca había callado. Las palabras salían como aguas de un río turbulento y arrasaban con cualquier comentario que ellos intentaron hacer.

A la mañana siguiente mi viejo, siempre tan conciliador, me dijo: “Vos tenés próximo sábado el cumpleaños de Mercedes y vas a ir, tu madre te va a hacer un vestido del color y la forma que vos quieras; y durante todas las tardes, Rubén va a trabajar dos horas menos en el taller y te va a enseñar a bailar”.

Rubén, era empleado de mi padre y a las cinco de la tarde, de lunes a viernes, sonaba la música en el living de mi casa y, dejándome llevar por mi improvisado maestro, aprendí a bailar.

Mi primer baile, fue el día que con mi vestido tipo Jakie color celeste, entré al salón donde se hacia el cumple de Mercedes, y bailé toda la noche, feliz, segura de cada paso y sabiendo que esta era la primer batalla de tantas que les gane a mis viejos.

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