miércoles, 15 de octubre de 2014

La Vigil y yo. Saga IV

Por Carmen G.

Una “empresa de familia”, ¡justamente!. Familiares y amigos, tal vez no tan profesionales, pero guiados por el mismo ideal, el mismo sentimiento. Pero alguien, algunos escucharon y creyeron que debíamos ir dejando “la barriada” y tratar de alcanzar niveles más profesionales. Así, fueron ocupando ciertos lugares estratégicos personajes desconocidos con ínfulas de gerentes.
A esa altura alcanzábamos a ser 630 empleados, entre obreros, profesores, administrativos, bibliotecarias. Solo en Biblioteca ya éramos 30. Todo el personal estaba acostumbrado a un trato cercano y amistoso. Esta gente juzgó que eso no correspondía y puso distancia, entre el “personal jerárquico” y el resto, con un trato frío e indiferente. ¡Groso error!
Los tiempos no eran buenos y se aproximaban épocas peores. Un proceso inflacionario fuerte entre l974/75 lleva a un congelamiento de precios, con la consiguiente desaparición y desabastecimiento de productos en el mercado durante casi un año. Eso dificulta la normal entrega de premios. Comienzan los problemas económicos financieros que, ayudados por “el Rodrigazo”, en 1975, terminan desbarrancando en la imposibilidad de cumplir con la entrega de los premios. Como siempre, estaban en vigencia tres bonos, las cuotas de los mismos no eran indexables y con lo que se recaudaba no alcanzaba. Comienzan a llover juicios.
Tampoco alcanzaba para los sueldos. El personal, en reiteradas ocasiones, aguantó hasta tres meses sin cobrar, sin casi ver un peso de “adelanto”. Y los almaceneros, el carnicero, todos los proveedores del barrio nos anotaban, se arriesgaban y esperaban. Pero no todo pasaba por la comida. Impuestos, salud, cuotas iban acumulándose en los cajones y, como dice el refrán, “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. El destrato, “el puente” fraterno que habíamos logrado sirvieron para que obreros y bibliotecarias nos uniéramos y, por primera vez, nos enfrentáramos con la Comisión Directiva, declarando y haciendo efectivo un “paro en nuestros lugares de trabajo”
¿Por qué? ¿No nos dábamos cuenta? ¡Sí que nos dimos cuenta!, Nos dimos cuenta de que toda esa camarilla de gente nueva y otros, seguían haciendo su vida sin ningún tipo de privaciones, cuando nosotros no sabíamos ya dónde esconder la cara. Fueron guerras intestinas, jamás pensadas.
La cosa afuera siguió apretando. Nadie del gobierno iba a tenderle una mano a la Vigil, la intención era todo lo contrario. Toda esa encerrona económica les venía al pelo y el 25 de febrero de 1977, con todo lo que te podés imaginar, caen y toman la Biblioteca bajo la figura de “intervención normalizadora”.
¿Normalizadora? ¡No, claramente liquidadora! Lo primero en desmantelar fue la Universidad Popular, que de 1974 a 1977 reunió a más de 1.200 alumnos, sin restricciones etarias o cognitivas. Era una institución parasistemática y eso no les gustaba.
Se bajaron todas las persianas, todas. Se despidió personal “innecesario”. Bonos, Administración, IBM, los Talleres, La editorial… Solo el jardincito, la primaria y la secundaria siguieron; pero ya sin “la yapa” del parasistema. No más médicos, odontólogos, ni gabinete. No les interesaba ir emparejando para arriba. No, eso era destinar más dinero para educación y cuidado de los niños, y no les pasó nunca por sus cabezas.
La Biblioteca fue cerrada al público. Como en todos lados, despidieron gente. Otros se tuvieron que ir. Nosotras, las pocas que quedamos, hicimos lo posible para no dejar a nadie en evidencia. Investigaron a todos los socios, recorriendo kardex por kardex. Vaciaron estanterías sin ningún criterio, solo por la ideología de los autores. Nos acusaron de “cómplices” por facilitar ese material. Permanecimos, no pudimos hacer mucho, pero hicimos todo lo que pudimos.
Después, dicen, vino “la quema” de ese vaciamiento y del fondo editorial. Yo no estuve allí, no lo puedo certificar; pero lo creo.
Ocho integrantes de la Comisión Directiva fueron detenidos en mayo. Algunos recuperaron pronto su libertad. A otros les costó más tiempo, pero salieron, todos, exonerados de culpa y cargo; y con el regreso de la democracia fueron indemnizados.
Cosas más, cosas menos, muchas cosas…
La Biblioteca Provincial “Eudoro Díaz” encontró sitio. La trasladaron de 9 de Julio y Mitre a Alem 3078. La organización técnica de ambas bibliotecas distaba mucho de parecerse para poder asimilarse ambas en una. Con inteligencia, las bibliotecarias de la “Eudoro Díaz” decidieron la convivencia de ambas en el mismo sitio; pero respetando la idiosincrasia de cada una.
A la última que “fueron” fue a mí y a mis pocas compañeras. Como personal con mayor antigüedad y a cargo de la Biblioteca, esperaron el regreso de mis vacaciones, 1º de marzo de 1981, para despedirnos, y bajar las persianas de la “señera Biblioteca Constancio Cecilio Vigil”.
 “Se llevó a cabo una liquidación “sin quiebra”, arrasando, de la manera más atroz, con una institución popular dedicada a la cultura y a la educación”. Son palabras de Antonia Frutos o Checha Duri, como más les guste, esa primera bibliotecaria todo terreno de la vecinal. ¿Se acuerdan?.
Algo, algún dicho deja oír “las ideas no se matan”, “los ideales nunca mueren”
¡No lograron matarla!. Por esto de que no se pudieron ensamblar los catálogos, la “Eudoro Díaz” siguió prestando, además de sus libros, los de la Vigil
Con el paso del tiempo, el advenimiento de la democracia, comenzaron acciones para recuperarla y para que fueran devueltas sus instalaciones a sus verdaderos dueños. ¡Y se logró! Hace casi dos años, después de muchas luchas y vicisitudes, fue devuelta.
Hoy está en manos de “un puñado de muchachos, con el mismo ideal, el mismo sentimiento”, muy creativos, con la fuerza y el empuje de la juventud. Sí, en una sociedad totalmente distinta, pero a la que ellos pertenecen. Comenzaron muy bien, escuchando en reuniones mensuales a “Los históricos” como nos definen a los que aún quedamos de aquella Vigil. Escuchan el relato de nuestra experiencia, de la cual no desaprovechan nada y agregan todo lo que pueden.
“… y se puede y se debe
se puede seguir soñando,

se debe y se puede!” (Teresa Parodi)

7 comentarios:

  1. Que detallista eres para narrar la barbarie de los militares. Ellos nunca entenderán de cultura, solo saben de soberbia y violencia.
    Gracias amiga.

    ResponderEliminar
  2. Me da espanto -como si fuera un relato de terror- el accionar de ciertas personas que no vacilan en desmantelar años de trabajo y sueños... Se me sube un insulto desde el alma.
    Susana Olivera

    ResponderEliminar
  3. Carmen, mucha tristeza me da tu relato. Pero me alegra el final, sabiendo que está renaciendo. Cariños. Ana María.

    ResponderEliminar
  4. José Mario Lomabardo16 de octubre de 2014, 9:13

    Hay historias que es indispensable contar. Esta es una de ellas.

    ResponderEliminar
  5. Es una historia que no me decidía a contar, por lo extensa, pero creo que le encontré la forma y me encantó compartirla con todos ustedes, más ahora que sus retoños está queriendo florecer a pesar de todo. Como dijimos ¡ NO PUDIERON CON ELLA, COMO NO SE PUEDE CON LOS IDEALES! UNA UTOPÍA ALCANZADA?

    ResponderEliminar
  6. realmente sobre el tema de bibliotecas populares fueron unos adelantados, digno de imitar.................muy bueno Carmen que salgan a la luz estas historias ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

    ResponderEliminar
  7. Gracias por compartir esta historia. Yo trabaje tres años en una Biblioteca Escolar, muy distinta a la popular.Como dice Juan Jose fueron unos adelantados.

    ResponderEliminar