miércoles, 1 de octubre de 2014

Primavera de los setenta

Por María Rosa Fraerman

“Vuelve, vuelve primavera, vuelve, vuelve que te espero...”
Era una sensación inexplicable, la había esperado durante todo el año y, al fin llegó, con su magia y encanto, el trinar de las aves y el perfume de las glicinas.
Desde muy temprano las emisoras radiales anunciaban la llegada de la primavera, las opciones eran muchas para disfrutar el día.
Soy María Rosa Fraerman y, cuando aún no había cumplido mis quince años, el lugar de encuentro era el Centro Unión de Almaceneros, Rondeau y Martin Fierro en el barrio La Florida, justo en la esquina de mi casa.
Obviamente que no pedía permiso, era seguro que no me dejarían ir. Me colaba por un agujero que daba justo al bosque de eucaliptus. El predio tenía una especie de cúpula muy grande donde estaba la pista de baile. Fueron muchos los artistas famosos que pasaron por su escenario: Leo Dan, Juan Ramón y otros grupos de nuestra ciudad. Ese día se presentaba el grupo Conexión Nº 5.
A medida que pasaban los años, lo sitios de encuentro eran variados, Funes, Zavalla, Carcarañá, los grupos de jóvenes llegaban en colectivos, tren y los más osados a dedo de algún Fiat 600 o, quizás, preferentemente de un Torino 380 cupé,
Funes, 21 de septiembre de 1972, el evento lo organizaba Alberto J. Llorente. Mis amigas y yo éramos las primeras en llegar con mochilas repletas de pebetes de mortadela y queso, jugo de naranja o agua, galletitas y mate para la tarde; por las dudas, chicle Bazzoka de menta; y el famoso toca-toca, tocadiscos portátil que colgábamos de los hombros y una pila de discos simples de Los gatos, Sui Generis, Spinetta, Vox Dei, Los Beatles y los Stones; y no faltaba el romántico Salvatore Adamo, que con “Mis manos en tu cintura” me hizo vibrar.
Todo transcurría en armonía, distintos grupos de jóvenes iban llegando, con sus guitarras, acampaban donde les parecía más adecuado, siempre buscando la sombra de la mas frondosa arboleda. No faltaba nunca la excusa de pedir yerba o azúcar para iniciar una charla con los chicos,
Ese día no era como cualquier otro. Era especial, daban ganas de enamorarte y no perdíamos la oportunidad de pasar una y mil veces cerca del chico que más te gustaba hasta que percibía la intención y, así, se acercaba preguntando de dónde eras, si trabajabas o estudiabas, y de repente esa mágica sensación de sentir maripositas en el estómago. Así, comenzaban los noviazgos que duraban varios años.
Y al fin empezó el baile, los ritmos que interpretaban los grupos eran twist, rock y alguna que otra cumbia de los Wawancó o el Cuarteto Imperial. Bailábamos sin descanso levantando todo el polvo de la pista de tierra con algún extraño de pelo largo.
El regreso era todo un tema. Esperábamos hasta último momento para irnos. Los colectivos iban repletos, pero también allí seguía la fiesta.

Cuando llegué a casa ya era de noche, mi padre estaba esperando en la puerta, pero esa es otra historia.

6 comentarios:

  1. Siempre el baile y la alegría en tus relatos . Aquella adolescente romántica y enamorada. Que bella juventud viviste amiga, hoy te imagino con tu eterna sonrisa y tu sensualidad al frente de tus amigas.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Luis, vivi una adolescencia hermosa, y sigo siendo muy romántica.

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  2. Qué lindos los bailes de primavera... pero qué frío que hacía siempre. Me encantó tu relato, eso de "la pasadita" para conquistar al chico que nos gustaba- hermoso tu recuerdo.
    Susana Olivera

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  3. Gracias Susana , es vedad siempre hacia frío pero yo no lo sentía, solo deseaba disfrutar la primavera , pasando una y otra vez cerca de aquel chico que me gustaba.

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  4. Gracias Susana , es vedad siempre hacia frío pero yo no lo sentía, solo deseaba disfrutar la primavera , pasando una y otra vez cerca de aquel chico que me gustaba.

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