Terminé mi escuela secundaria y, al poco tiempo, ya estaba trabajando en
el Banco Hipotecario Nacional, ubicado en la calle San Lorenzo al 900 de
Rosario. Ingresé a ese edificio todo vidriado por fuera, para mí tan grande y
tan imponente, lleno de oficinas, máquinas de escribir, de calcular,
escritorios de maderas con sus respectivas sillas, armarios de puertas
corredizas…
Mi primer día de trabajo fue el lunes 29 de septiembre de 1975. Me
presentaron ante el gerente y todo el personal; y allí estaba yo, un poco
nerviosa y con el miedo de poder hacer bien mi tarea. Todas esas dudas corrían
rápidamente en mi mente; pero, por otro lado, tenía la alegría de trabajar en
ese lugar. Eran emociones encontradas.
Fui asignada, al sector Préstamos, pero al poco tiempo pasé a
Escrituraciones, ya que escribía rápidamente y sin errores en la Olivetti; lo
que era fundamental para ese lugar, ya que los contratos eran larguísimos y con
muchos detalles: medidas, superficies, planos, informes del Registro de la
Propiedad y demás. Los contratos, llamados Mutuos, se firmaban con distintos
sindicatos, gremios, empresas constructoras. Luego todas esas viviendas eran
adjudicadas a las familias que pertenecían a dichas entidades. Recuerdo que en
un principio esos planes de viviendas se llamaban “Eva Perón”, “Barrio Rucci”,
“17 de octubre”. Luego cambiaron sus nombres y ya no se mencionaban de esa
manera. Yo los conocí como barrio “1° de Mayo”, entre otros. Tiempos de
compulsión y autoritarismo. Dos compañeros fueron declarados prescindibles. Sí,
se usaba ese término para expulsarlos por alguna razón que el régimen
consideraba correcto y, por supuesto, que nadie cuestionaba. Reinaba el miedo.
En esos tiempos, se escrituraban alrededor de ciento cincuenta propiedades
por mes. Había mucho trabajo, muy dinámico era todo. Salían como pan caliente
cada uno de esos documentos y lo más lindo era ver la expresión de esos rostros,
llenos de alegría, de todas esas familias al tener por primera vez la casa
propia. Allí, conocí a tantos escribanos, que para poder participar en esos
planes se debían anotar previamente en el Banco. Nunca vi a tantos escribanos
juntos esperando su turno para escriturar. Esos planes de viviendas eran a
largo plazo, 25 ó 30 años, con hipoteca como garantía. Las cuotas eran acordes
al ingreso familiar. Luego, con la indexación, en la que se aplicaba un
coeficiente de actualización sobre la deuda, a muchos se les hacía difícil
pagar.
Muchas empresas constructoras de Rufino, Venado Tuerto, Las Parejas, San
Jerónimo Sud y San Jerónimo Norte, la firma Chiarito Hermanos, Cibelli Construcciones,
entre otras, desfilaban por el Banco para lograr sus contratos.
Mi
paso por esa institución dejó en mí recuerdos imborrables, gratos por cierto,
que siempre trataré de conservarlos.
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