domingo, 14 de junio de 2015

Los juegos de mi infancia

Norma Pagani

En la década del cincuenta, los niños de Cañada Seca, entre los que me incluyo, jugábamos todo el día, excepto en las horas de clase, comidas, siesta y cuando escuchábamos los teleteatros por radio, ya que no teníamos televisión. Recién en los últimos años de los sesenta veíamos los canales de Rosario, cuando el clima lo permitía.
Nuestros lugares de juego eran los patios de nuestras casas y la escuela en los recreos, las calles cubiertas de guadal, donde caminábamos descalzos haciendo surcos con los pies, que terminaban llenos de polvo.
Nos juntábamos en la calle en las noches de verano, a la luz de la luna o de las luciérnagas, que nos brindaban su tenue luz, y aprovechando reflejos de los autos al dar la vuelta en la curva, mostrando nuestras sombras que representaban al cine.
Eran muchos los juegos que recuerdo. “Martin pescador”, “Mantantirulirulá”, “La Mancha”, “El tejo”, las figuritas, La Rayuela”, “El huevo podrido”, “Los maderos de San Juan”, las estatuas y las rondas: “La blanca paloma”. “Farolera”, “Mambrú”, “Arroz con leche”, “Antón pirulero” y muchas que no recuerdo, pero que disfrutábamos entre todos.
Los varones preferían la pelota, las canicas y hacer rodar una rueda con gancho de alambre; y las niñas, la casita y la maestra, que era pura imitación de las nuestras.
No recuerdo juegos de ingenio como hay ahora en el mercado. Algún rompecabezas y ludo. Sí, lotería y cartas, que se compartían con los mayores, sobre todo en las noches de invierno en las que no se podía salir afuera.
El balero, el yo-yo y la payana eran parte de nuestros juegos, además de los que nos compraban, y la bicicleta que tenía la mayoría.
Teníamos celebraciones en el pueblo, que eran recibidas con gran alegría por niños y grandes.
Las fiestas dedicadas al Patrono del pueblo el “Sagrado Corazón de Jesús”, única religión en esa época, se celebraba con actos religiosos en la capilla y la procesión por las calles del pueblo. Como eran y son en junio, las señoras se engalanaban con sus saquitos de piel o lo mejor que tenían. A la noche, la fiesta era en la Sociedad Italiana, hoy cuartel de bomberos, un salón de chapas de tamaño considerable, donde hacía mucho frío y de vez en cuando una comadreja pasaba por los tirantes acaparando la atención de todos.
Se vendía comida, que las integrantes de la Comisión Parroquial preparaban en sus casas, ayudadas por sus maridos a recolectar alimentos por los campos y el pueblo. Todos colaboraban con su querido patrono.
La parte artística estaba a cargo de las Escuelas Provincial Nº 22 (actual) y la Nacional Nª 19 (ex “Laínez”) fusionada con la anterior en los años sesenta o setenta.
Preparaban cuadros vivos relacionados con el tema o bailes diversos. También actuaban los jóvenes y adultos, que tocaban instrumentos o tenían habilidad para el canto.
Otra celebración, como de todos los niños del mundo eran Los Reyes Magos. A la mañana, seguíamos las pisadas de los perros por las calles de tierra, creyendo que eran la de los camellos.
 El día anterior juntábamos pasto y colocábamos recipientes de agua junto a los zapatos, donde aparecían los regalos, y todo volcado y desparramado por los animalitos que comían y saciaban su sed. Ahora pienso que nunca se nos ocurrió dejarles comida a los Reyes. Hasta los doce años tuve esa ilusión.
Las veladas escolares se hacían una vez al año para recaudar fondos. Se vendía comida. Cada docente con su grado preparaba un número. Eran siete. Interminables según los mayores, pero emocionantes para los niños que éramos actores. Actualmente, se siguen haciendo, no así las patronales.
La fogata de San Juan y San Pedro era única. Ir en sulky a traer un yuyo seco llamado “morenita”, hoy desaparecida por las fumigaciones de los campos, y armar fogatas. Le poníamos ramas de siempre verde para que hicieran explosiones. Nos encantaba hacer la fogata alta. Quedábamos sin voz por los gritos y colorados por el calor.
 En los campos colgaban muñecos de los molinos y los prendían a la noche. El viento al dar vuelta la rueda, daba un espectáculo alucinante de fuegos artificiales, que era acompañado de “viva San Juan y San Pedro, la cola del chancho negro”. Actualmente, no se festeja y los niños no tienen conocimiento de esa festividad.
Las fiestas patrias y el 1° de mayo se celebraban a lo grande. El señor Sixto Gil despertaba al pueblo con bombas y preparaba el tradicional asado del 1°.
Primero, eran los actos en la plaza con autoridades y/o en la escuela. Todos con el mejor guardapolvo blanco, el de las fiestas, medias, guantes y escarapela. Sin abrigos ni pantalones en pleno invierno. El Himno, el discurso, las poesías y los bailes alusivos.
Después, chocolate con bollitos, que eran donados por la panadería o los compraba la Cooperadora. Los padres, vecinos y familiares cantaban el Himno con nosotros, que parecíamos estatuas. Hasta el día de hoy lo sigo haciendo.
Después del almuerzo, comenzaban frente a la Sociedad o al Club las carreras de sortijas, embolsados, carreras cuadreras en las afueras del pueblo o campeonato relámpago de futbol en la cancha del club organizador. En mi infancia y juventud, teníamos tres instituciones que producían mucha rivalidad entre la hinchada: la Sociedad Italiana, el Club Agrario y el Club Social, del cual mi familia era simpatizante. Mis padres y muchas personas seguían al equipo de sus amores por los pueblos vecinos. En la actualidad solo queda el último. Los otros fueron demolidos.
Los carnavales eran muy divertidos. A los más pequeños no nos permitían participar con los mayores, porque era peligroso. Yo recuerdo, siendo pequeña a un grupo de jóvenes meter a una joven en una bebida de animales gritando que la ahogaban. Los niños usábamos pomos de goma y después bombitas.
En los bailes usaban harina, provocando la risa de todos. Había corsos con carrozas que hacían los vecinos. Eran muy famosos en la zona los del Club Social. Vendían choripanes y elegían la reina entre las jóvenes del pueblo. Era por votos primeramente y después por jurado.
Los juegos y entretenimientos eran variados, como ya les conté. Compartiré uno de mis preferidos: “Los soldaditos que vienen a trabajar”. Lo jugábamos las niñas o mixto, con el mismo número de participantes. Se formaban dos grupos tomados de las manos enfrentados. El que comenzaba llegaba cantando e iniciaba un dialogo entre los dos.
Somos los soldaditos que venimos a trabajar.
—¿De dónde vienen?
De muy lejos (se hacia la mímica señalando el camino).
—¿Qué oficio traen?
Muy bueno.
—¿Pueden mostrarlo?
Aquí demostraban con mímica el oficio, que previamente había sido elegido antes de salir entre todos, hasta que los oponentes lo adivinaban.
 Cuando eso ocurría los visitantes salían corriendo para evitar ser agarrados por los contrarios. Los atrapados pasaban a pertenecer al otro equipo
Seguía el juego intercambiando roles y ganaba el que lograba más participantes.
Ese juego estaba en mi infancia pueblerina, donde los niños jugábamos y leíamos ya sea un libro de la biblioteca de la escuela o “Paturuzito”, “Donald” o cuentos de hadas.



7 comentarios:

  1. Hermoso relato Nora, muy de pueblo y nostalgioso...
    Me encantó además de traer recuerdos.
    Gracias...

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  2. Gracias Luis por tu comentario. Norma.

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  3. Cuántos recuerdos me traen los juegos que vos nombrás. Los jugábamos a casi todos... Nos faltaban las fiestas patronales, los festejos de carnaval, No conocíamos "los soldaditos vienen a trabajar". Hermoso tu relato.
    Cariños
    Susana Olivera

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  4. Nona. nosotras no jugamos, ni conocemos la mayoría de los juegos que nombras .Estamos con la compu, la tele y el celu. También voy a ingles y hago vóley en el club.
    A veces en tu casa juego a la maestra y a la agencia de turismo.
    Era divertido? no se aburrían?
    No les daban tareas difíciles. Veo que tenían mucho tiempo libre.
    Sus papas los dejaban jugar de noche y en la calle.

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  5. Avril. nosotros teníamos tareas. Nos sobraba tiempo porque no teníamos ni deportes, ni ingles.
    En cuanto a los autos había pocos. Si muchos sulkys y carros, pero no andaban de noche.
    El pueblo era y es seguro actualmente ya que los niños y jóvenes andan tranquilamente por las calles de noche y de dia.
    Lo que hay ahora son muchos autos y camionetas, casi no quedan sulkys y muchos celulares, internet y tele como en la ciudad.

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  6. Me olvide de algo en el relato. Todos los días pasaba el tren que llamábamos cariñosamente "el gringuero" de Rufino a Huinca Renanco. A la mañana pasaba para Rufino y a la tardecita regresaba. Todos íbamos a esperarlo. Otra cosa que se perdió hace muchos años.

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  7. Y al desaparecer los trenes y el auge de las autopistas muchos pueblos se fueron apagando y su gente tuvo que emigrar a las ciudades...

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