domingo, 14 de junio de 2015

Desarraigo

MAHJO

Un 15 de marzo de 1972 recibo una llamada de la embajada belga diciéndome que el 31 de marzo tenía que estar en Bruselas. Se imaginan lo que fue eso, prepararme en quince días para estar siete meses. Primero, debía conseguir quien me reemplazara con mis clientes; luego, un crédito para cubrir las cuotas del departamento, que estaba pagando; y, por supuesto, ver la ropa que iba a llevar, especialmente, por el peso que permitía el avión.
Primera sorpresa: en el avión me encuentro con otro rosarino, que también iba becado. Segunda sorpresa: había que buscar alojamiento. Decidimos alojarnos juntos y el primer problema fue el baño, ya que nosotros desconocíamos que eso era un lujo. Tercera sorpresa: en Bélgica llueve 250 días al año. En realidad, Bruselas es la Londres del continente europeo.
La convivencia la íbamos llevando con mi compañero cocinando y yo lavando los platos. Además, el dominaba mejor el francés que yo, por lo que cuando salíamos juntos no había problemas. En el curso teníamos la ventaja de que éramos todos latinoamericanos. Así era la beca que se trataba de “Administración de Pequeñas y Medianas Empresas”.
El trato con los profesores era muy bueno; pero la gente de allá era muy cerrada al punto tal que yo decía “acá, la gente debe tener los hijos por gajos”; porque no veía la manera en que se relacionaban; y empecé a extrañar. Mi compañero tenía algunos casetes de tango y nos castigábamos con el mate ya que él había llevado yerba. También nos habíamos anotado en la embajada argentina en Bruselas, de modo de que cuando había algún acontecimiento nos invitaban. Pero empezaron a pasar los días y cada vez se me hacía más difícil la estadía.
Una cosa que no conté es que no querían alquilar departamentos a los latinoamericanos, porque teníamos mala fama, lo que nos llevó a recorrer bastante hasta encontrar uno y con baño. Sí, aunque no lo crean, la gente se bañaba en los baños públicos.
Mi compañero, que era casado y con hijos, recibía permanentemente cartas de la Argentina y yo, que creí que con la distancia podía solucionar mi problema, me encontré con que se agrandaba. Sí, mi ex mujer averiguó dónde me alojaba y me empezó a escribir que quería reunirse conmigo, es decir que nos arregláramos. Esto fue un golpe muy duro para mí, al punto tal de que no solo extrañaba la Argentina sino que, además, quería que me bocharan en alguna materia y que me mandaran de vuelta.
¿Cómo termina la historia? Ni mi ex mujer fue a Europa ni yo abandoné la beca; pero, eso sí, con posibilidades de quedarme a trabajar en Bélgica, incluso de terminar el doctorado en la Universidad de Lovaina, me vine apenas de regreso a la Argentina terminó la beca.
Nunca pensé que iba a extrañar tanto.

3 comentarios:

  1. Hermoso país Bélgica y Bruselas, además de su capital la de la Comunidad Europea. Elegiste volver pero quedo grabado en vos lo vivido. Por eso tenes tan presente esos recuerdos. Me encanto.

    ResponderEliminar
  2. Cuesta dejar las raíces, más como son las nuestras, la gente de Europa es muy fría en lo que respecta a su manera de relacionarse. Muy diferente a nosotros los latinos.
    Felicitaciones por el logro.

    ResponderEliminar
  3. Qué oportunidad te dio esa beca. Qué bien hiciste en aprovecharla.
    Cariños
    Susana Olivera

    ResponderEliminar