miércoles, 10 de junio de 2015

Juegos de mi niñez

Ana Inés Otaegui

“Uno, dos y tres, cigarrillo cuarenta y tres”. Así, comienza el juego con mi sobrinito Nathan. Y él, con su mirada curiosa y expectante, me pregunta: “¿Cómo es ese juego?”. Le respondo: “Bueno, presta atención, porque es muy fácil:
Se alinean cinco o seis chicos, o más también, y a una distancia de unos siete u ocho metros, se ubica el que dirige el juego. Esa personita, se coloca de espalda al grupo y dice rápidamente: ‘Uno, dos y tres, cigarrillo cuarenta y tres’. En ese momento, el grupo camina hacia él, lo más ligero que puede, y se detiene, cuando el niño que dirige el juego se da vuelta al terminar esa frase (“uno, dos y tres, cigarrillo cuarenta y tres”), de manera que, si al girar encuentra a alguien moviéndose, este tiene que ir al punto de partida y allí se encuentra en desventaja con respecto al resto del grupo”.
“¿Y quién gana?”, pregunta Nathan.
Le digo: “Bueno, déjame terminar: Aquél niño que llega al lugar donde está el que dirige el juego, ese es el que gana. Y luego el ganador es el que dirige el juego y todos los demás integran el grupo que se vuelve a alinear”.
“Dale, dale, contame otro jueguito, dale”, dice mi sobrinito insistentemente. Y yo sigo: “Corre trencito, corre por el bosque, y se detiene frente a la estación: ‘Martín Pescador ¿se podrá pasar? Pasará, pasará, pero el último quedará’”.
No entiendo lo que me acabas de cantar- dice asombrado Nathan.
Esperá, que recién empieza.
Sigo: “Los niños hacen un trencito (el primero, es la locomotora y el resto son los vagones). Tomándose de la cintura van cantando esa canción, mientras se desplazan. Por otro lado, hay dos niños que hacen de barrera: ellos se enfrentan tomándose las manos y las elevan, formando un arco. Estos niños, eligen por ejemplo un color cada uno: violeta, uno; y verde el otro; o pueden elegir el gusto del helado: frutilla y chocolate (a modo de ejemplo). El trencito se detiene al llegar a la barrera, que se encuentra baja, y la locomotora les pregunta a los de la barrera: ‘Martín Pescador, ¿se podrá pasar?’ Y ellos responden: ‘Pasará, pasará, pero el último quedará’. Luego se elevan los brazos y el trencito pasa por ese arco, agachándose un poquito para no tocarlos. El último queda atrapado al bajar la barrera y allí se pregunta ¿qué color te gusta más? ¿El violeta o el verde?, por ejemplo. Al elegir uno de esos colores, ese vagoncito se coloca detrás del niño que hace de barrera y que representa ese color elegido. Y, así, sigue el trencito con su canto hasta llegar a la locomotora sola. Gana el grupo que tiene más vagoncitos, que se van ubicando detrás de la barrera que han elegido”.
Después de explicarle todo este juego, me dice Nathan: “Ah, eso, es para nenas. Yo no voy a jugar a eso. ¿Qué te creés?”.
Bueno después de todo, valió la pena el intento, porque cuando vio que los chicos de mi barrio jugaban al Martín Pescador, él se agregó al juego, muy contento.

2 comentarios:

  1. Ah, el Martín Pescador! Qué inocentes éramos. Qué simples las cosas que nos divertían y hacían felices. Cömo han cambiado los juegos hoy.
    Me encantó este relato, me pareció muy bueno el uso de un interlocutor: tu sobrinito Nathan. Eso le presta agilidad al texto.
    Cariños
    Susana Olivera

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  2. Ana, la inocencia y la simpleza fueron nuestra manera de vivir la niñez. por suerte algunos muy chicos aun juegan como entonces.
    Me encantó tu relato.

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