Tú lees mejor el texto vivo.
El alma en su guerrear callado,
escribe.
(Fina García Marruz)
—Ah, gracias… Yo no
existo.
—¿Qué queda para nosotros?
—¿Qué significa eso? ¿No
querés a tus propios hermanos? ¿No somos nosotros tus hermanos ¿Y no querés a
tus sobrinos, a los primos? Claro… ¿no tenés amigos?
Palabras dichas entre risas, pero que
escondían sorpresa, confusión, tal vez un poquito de dolor. Yo acababa de decir
que solamente existían y habían existido dos hombres en mi vida: uno, mi padre
y el otro, Jorge, mi marido.
Quiero yo misma entender.
Probablemente, tenga que recorrer hacia atrás mi pasado y remontarme a una foto
sepia rescatada de entre papeles perdidos en la que está el abuelo
sosteniéndome en sus brazos cuando yo era un bebé. Sorprenderme, porque papá
era muy parecido al abuelo y sentir un rencor sordo por no haberlo conocido,
por no tener recuerdos de él, excepto esa amarilla, vieja foto.
Desgarrón inaudito, dolor de dolores,
alarido de rabia tener en las manos solamente una vieja foto. Foto del abuelo
parecido a papá, foto de papá viejo y encorvado teniendo en sus brazos a un
bebé, foto de Jorge… de Jorge, tan parecido a papá…
Y tratar de explicarme esos
parecidos, entender, aclarar tantos ¿por qué? Necesidad de acumular recuerdo tras
recuerdo, recobrar sensaciones, olores, música, afectos tan fuertes como pueden
ser los afectos de la infancia. Quedarme en los afectos maduros, sólidos, de
sueños compartidos, de calles caminadas de la mano, de noches de dormir
abrazados, de caminos despedazados por quedar solamente plasmados en una vieja,
amarilla foto.
Foto de papá andando a caballo junto
a nosotros en las sierras.
Foto de papá llevándome a Jorge
emocionádisimo. Papá emocionádisimo, Jorge emocionadísimo… Yo, riendo… dejando
escapar la dicha de estar junto a los dos hombres amados…
Fotos de papá celebrando sus
cumpleaños, papá con sus nietos, los nietos soplando sus velitas…
Papá y sus pequeños, continuos
regalos… unas hebillitas para Lala, mi bebé…
“Para que vos no la retés
si se la saca y la pierde…”.
Un billete de lotería…
“Lo compartís ¿eh? Si
ganás lo compartís con todos…”.
Un libro de las fábulas de Samaniego,
yo estaba en cama, con mucha fiebre…
“Leelas, después me las contás… Son
muy lindas…”.
Una frutera de alambre…
“Se te pone fea la fruta en ese
canasto que tenés… la fruta tiene que estar fresca, con mucho aire…”.
Unas chinelas azules…
“Para que la estrenes para Año Nuevo”.
Tu vejez, papá… tu vejez fresca y solitaria
después de la partida de mamá… Tu alegría cuando llegaba a verte.
—Vino Susi… Vino Susi…
—Yo soy un viejo
solitario, es que todos mis amigos se han muerto, también mis hermanos… Solo
tengo a mi hermana Leda, que vive en San Nicolás.- Hace mucho que no nos
visitamos. Un día me gustaría ir a verla...
Estabas solo después de cincuenta
años de largo, feliz matrimonio, pero te rodeaban tus hijos, a veces sin estar
junto a vos pero con el afecto continuo. Te rodeaban tus nietos… Tus bisnietos.
Algunos muy lejos, pero no distantes.
Tu hermosa familia, papá. Esa que
supiste crear y levantar.
Familia a la que inculcaste tu
sencillez, tu alegría de vivir, tu aceptación de la realidad, tu fortaleza, tu
capacidad de disfrutar gozosamente el momento, tu mostrarte siempre impecable,
con corbata hasta casi en tus cien años, corbata que dejabas armada en el
perchero antes de irte a dormir porque no te “salía bien el nudo”…
— Me parece que no voy a
poder usar esta remera que me regaló Carlitos, ¿Te parece para salir? No me
encuentro con remera…
—Estoy muy nulo… ¿Me
ayudás, a hacer el arqueo? Sumé todos los gastos y conté cien veces lo que me
queda hasta el día de cobro y me sale siempre distinta la cuenta… Ayudame a
hacer el arqueo…
—Salgo a dar una vuelta
para estirar las piernas… No puedo estar siempre sentado. A veces me cansan las
palabras cruzadas, además tengo todas las palabras difíciles anotadas, y la
televisión… me sabe aburrir si la miro todo el día. ¿Sabés qué? Me gustaría
comprarme un televisor chiquito para llevar al dormitorio y ver desde la cama…
¿Vamos juntos? ¿Cuándo podés? Yo sé que los martes no tenés escuela… ¿Podés el
martes?
—¿Cuál es el programa
hoy? ¿Dónde vamos? (Te sabías unir a nuestras salidas, a nuestros paseos y a
veces hasta nuestras vacaciones… Me esperabas con la boina lista sobre la mesa
del comedor. En verano, con la malla y un toallón en una bolsita. Jorge te
había adoptado como papá, Jorge querido).
—Viejito, no me hagás
eso… Te estoy buscando desde las cuatro de la tarde y son casi las nueve.
Pregunté a los vecinos, nadie te había visto… No sabía qué hacer, estaba
desesperada. Jorge llamó a San Nicolás por si te habías ido a visitar a la tía
sin avisarme…
—No… no… sabés qué me
pasó… Salí a estirar las piernas, la tarde estaba linda, así que me llegué
hasta el centro. Me metí en una galería, me tomé un cafecito y cuándo salí… no
sabía dónde estaba. No era la calle por donde había entrado, era otra. No sabía
que calle era. Estuve caminando, para ver si me ubicaba, pero estaba
perdido…Así que… me tomé un taxi… y bueno, acá estoy… No sé por qué no me pude
ubicar.
Viejito, tenías noventa y cinco años…
y te perdiste en el laberinto de las galerías… A tu regreso no podía parar mis
manos, te quitaba el saco, te llevaba agua, te hacía sentar, te acariciaba…Vos
te reías, me contabas cuánto te había salido el taxi, me habías hecho una
picardía…
Te llevamos a ver a Leda, tu hermana.
Fuimos con Jorge, también llevamos a Blackie, nuestro perro, porque íbamos a
estar todo el día afuera.
Ibas en el asiento de atrás
compartiéndolo con el perro, que siempre te gruñía porque vos caminabas
arrastrando los pies y eso no lo podía tolerar. Lo llamabas Cachi.
Reconocías los arroyos, el camino,
mirabas los campos sembrados de trigo, que corrían como locos hacia atrás,
comentabas sobre qué pocas vacas se veían en los campos, disfrutabas el viaje…
Yo iba sentada al lado de alguien que
se parecía enormemente a papá, compañero forjador de todos mis sueños…
Una última foto de papá… abrazado a
su hermana, dos seres casi centenarios cosiendo con el hilo de la vida un
apretado abrazo…
—¿Eh? ¿Qué queda para
nosotros?
—¿No somos nosotros tus
hermanos? ¿Solo dos hombres en tu vida?
Con cuánta emoción describiste tantos sentimientos! Hermoso! .Cariños. Teresita.
ResponderEliminarMuy literario amiga. Creo lo disfruté aun más al leerlo, cuando lo leíste con la emoción de tu voz no alcancé a vislumbrar la dimensión de tus sentimientos. Hoy en las tranquilidad de mi hogar pude disfrutar todo lo que nos regalaste.
ResponderEliminarGracias.
Gracias a los dos por leer mis textos. Es un privilegio escribir y tener seguros lectores! Gracias otra vez...
ResponderEliminarSusana
Es una bendición querer de esa manera y que ese amor sea retribuido. Hermoso. Felicitaciones.
ResponderEliminarMuy lindo tu relato!!!!
ResponderEliminarEscribí este texto usando como epígrafe los versos de Fina García Marruz recordando a mi padre, ese hombre que me enseñó lo que es el amor... La mano traza las letras... el alma,dicta.
ResponderEliminarSusana Olivera... desde la Universidad abierta para Adultos Mayores
Escribí este texto usando como epígrafe los versos de Fina García Marruz recordando a mi padre, ese hombre que me enseñó lo que es el amor... La mano traza las letras... el alma,dicta.
ResponderEliminarSusana Olivera... desde la Universidad abierta para Adultos Mayores