Por Ana María Miquel
En la famosa época del “uno a uno” y con mi
hija becada en Francia, nos pudimos hacer con mi marido una escapadita por “las
Europas”.
Estando en Amsterdam, madrugamos y
desayunamos abundantemente. Tomamos un tranvía hasta la estación de trenes y
luego un tren desde Amsterdam hasta Brujas. Salimos a las 8 y 25 exactamente y
estábamos en Brujas a las 12.
Para no andar con las valijas y como solo
estaríamos un día en esa ciudad, decidimos dejar en los casilleros de la estación
de trenes todos los bultos, inclusive las camperas de abrigo y mi bolso cargado
hasta con un queso ahumado que traía de Holanda para mi hijo en Argentina,. Fue
así como a mi marido le dimos una mochila de tela con los sándwiches, a mi hija
su carterita y yo llevé la mochila de ella con máquinas de fotos y anteojos. En
una palabra, muy livianos para poder caminar cómodos, ya que hacía mucho calor
y era un día esplendoroso.
Mi hija se nos adelantó para sacar el
pasaje Brujas (Bélgica)- Lille (Francia); mientras que nosotros salimos de la
estación de trenes y mi marido me pidió un rollo de fotos para la máquina (no
eran digitales). “Los dejé en la cartera grande, compramos en el camino”, le
respondí, a lo que, con cara de pocos amigos, me increpa diciéndome: “No, ya me
asaltaron con la revelación de los rollos anteriores en Amsterdam. Vamos a
buscarlo”.
Volvimos al casillero, lo abrimos, sacamos
un rollo, volvimos a cerrar y nos fuimos.
Ya en la estación comenzaron las fotos.
Era imposible no grabar en algún lado esas gigantescas matas de pensamientos
amarillos y no me olvides azules. Mi hija ya conocía Brujas y, como de
costumbre, nos llevó de la nariz.
Hay veces en que los hijos se convierten
en padres de sus padres.
Comenzamos a caminar por un parque que más
parecía un bosque entre túneles de árboles y un gran lago donde se desplazaban
familias enteras de patos y cisnes. A esa hora, había poca gente y lo dejamos a
mi marido cuidando un banco mientras nosotras nos fuimos a buscar bebidas.
Comimos nuestros sándwiches y frutas, mientras que en otros bancos, rubias y
coloradas familias hacían lo mismo.
Luego, caminamos por callecitas de cuentos
hasta la gran plaza de la ciudad y mi marido y mi hija se fueron urgente a
comprar francos belgas para que tuviéramos con qué movernos o comprar algo si
queríamos. Mi marido rezongaba por lo bajo, porque no encontraba un cajero y mi
hija trataba de mirar para otro lado para no escucharlo. Yo, como buena mamá
siempre, en medio de los dos.
Para calmar los ánimos, nos sentamos a
tomar un café y luego partimos en un minibús para pasear por la ciudad. Luego,
tomamos un barquito para recorrer los canales. Otro cafecito, compramos
exquisitos chocolates y me quedé fascinada con los trabajos a bolillo y los
encajes.
A las 18, debíamos tomar el tren a Lille.
Ya era hora de partir a la estación, para tener tiempo de recoger el equipaje y
buscar el andén que nos correspondía.
Llegamos al valijero de la estación y casi
nos da un ataque al corazón. ¡Estaba abierto y vacío! Fueron cruces de miradas
entre los tres, pero nos habíamos quedado mudos. Me fui como una tromba a la
ventanilla, pero ¿quién me iba a entender mi español? Solo hablan inglés,
flamenco y holandés. Yo hacía señas como el penado 14, hasta que vino mi hija y
comenzó a hablar en francés con el tipo de detrás del mostrador. Y este buen
señor la hizo hablar de golpe en inglés porque le decía que no entendía
francés. El colorado entendía todo, ya que ella le mostraba el ticket con el
código del casillero. El belga colorado (por no decir una palabrota) se fue a
un rincón a hablar con otro. Mi marido me pidió un cigarrillo y yo pensaba ¿cómo
volveríamos a Argentina?, ¿con qué ropa?, ¿las camperas de abrigo?, ¿los
perfumes que habíamos comprado?, ¿los bulbos de gladiolos? En fin, estaba
haciendo un inventario del robo y no me podía convencer de que nos hubiera
pasado algo así.
El colorado se arrimó a mi hija y le dijo
que si nosotros habíamos vuelto a abrir el armario una vez cerrado, ya que
entonces, había quedado abierto. Eso sucedió cuando fuimos a sacar el rollo de
fotos.
Comencé a decirle a mi hija que esa
repartición debería tener seguros por las cosas que uno dejaba. Entonces. como
la cola de gente que esperaba ser atendida iba creciendo, el colorado nos hizo
señas para que entráramos a una oficina abierta, tipo galpón, llena de
bicicletas colgadas del techo y grandes mesones. Cuando entramos, muriéndose de
risa junto a su compañero, levanta el índice hacia un estante y allí estaban
nuestras cosas. No pude menos que reaccionar por impulso y me puse en puntas de
pie y al belga ¡le dí un beso y un abrazo de aquellos!
…Oh!....Oh!... decía el colorado. Abrí la
bolsa y le entregué una caja de los bombones que habíamos comprado. Reaccionó
mi marido y lo abrazó y le dio unos pesos. El hombre no se esperaba esos
obsequios y se quedó muy agradecido. Pero allí descubrimos cómo funciona la
seguridad en los depósitos de las estaciones. Al volver a abrir tan rápidamente
el armario, quedó detectado en una pantalla, llamó la atención y fueron a sacar
todo y guardarlo, cosa que nosotros no conocíamos.
De cualquier manera, allí estaba todo y no
faltaba absolutamente nada. Tomamos el equipaje y corrimos al andén para tomar
el tren a Lille. Era el segundo robo del que nos salvábamos.
Imagino que no fue necesario decir que eran argentinos...
ResponderEliminar"me llevó de la nariz", "los hijos seconvierten en padres de sus padres", " mi hija miraba para otro lado para tratar de no escucharlo" ... Me parece que soy yo que estoy hablando de mi hija...
ResponderEliminarQue hermosa anécdota, qué bien mostrada la desesperación por lo que parecía robo del equipaje. Cariños
Susana Olivera
ANA MARIA ,que bueno que recuperaron todos sus pertenencias , a mi también me sucedió en Israel cuando olvidé mi cartera en un bar, regresé a buscarla y estaba intacta en el mostrador.
ResponderEliminarMe alegra mucho que hayas disfrutado ese bello viaje de cuentos junto a tu querida familia.
Maria Rosa Fraerman
Que susto después de haber disfrutado de tan bella ciudad. A mi nieta le ocurrió en Nueva York. Se olvido una cartera con dinero en un bar, regreso y estaba. Comiste en Brujas las papas fritas con mayonesa que venden en la plaza?Exquisitas.
ResponderEliminarQue linda historia! parece que tenemos hijos muy parecidos!
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