Por Norma Pagani
Crecí escuchando las anécdotas de
mi padre sobre su servicio militar en Las Lajas, donde era carnicero, y sus
ocasionales visitas al cuartel de Pino Hachado, el paso fronterizo Argentina-Chile.
Lo que en 1948 fue, por su edad y lugar, el infierno, se convirtió con los años
en el paraíso mejor vivido.
Falleció en 2004 sin haber
regresado. Años después, se nos ocurrió ir a visitar en auto las termas de
Copahue . ¡Qué sorpresa la mía al descubrir que la ruta pasaba por Las Lajas!
Salimos con la idea de pernoctar en esa localidad, tan importante en mi niñez a
través de sus relatos. Llegamos a la entrada y lo primero que hice fue sacar la
foto de “Bienvenidos a Las Lajas”. Ya mis ojos recibieron las primeras
lágrimas, que fueron interrumpidas por el gendarme que se acercó a comprobar el
porqué de la parada. Le explicamos y seguimos.
Era la tardecita de un enero
calurosa, aun en ese lugar. Habíamos recorrido más de mil kilómetros, buscamos
hospedaje y salimos a cenar.
Elegimos un comedor frente la
plaza. No me cansaba de mirarla. Imaginaba a mi padre paseando por la misma,
con su cigarrillo en la boca, que tanto daño le hizo a través de los años, con
las manos en los bolsillos, con poco dinero para saciar su sed en verano o
calentar sus frías manos en el riguroso invierno del sur de nuestro país.
Mirando las mismas estrellas y montañas que veía yo o escribiendo una carta
para su novia, mi madre, o sus padres y amigos del pueblo u otros cuarteles
vecinos.
Pensé en el largo viaje en tren
de dos o tres días, una vez al año, que lo llevaba de Cañada Seca –nuestro
pueblo– a Retiro, de allí a Zapala, donde terminaba el ramal, y subir a los camiones
del Regimiento para llegar a destino. Cuántos recuerdos, cuánta nostalgia y
pena por no haberlo traído o incentivado a regresar.
Al día siguiente continuamos el
viaje. De pronto, aparece, a orillas de la ruta, el cuartel. El lugar que
conocí sin verlo.
Pedí permiso y entré. Acompañados
por una oficial recorrimos sus calles, sus cambios y la carnicería. Poco pude
ver. Mis ojos húmedos apenas me lo permitían, pero mi corazón escuchaba, los
sonidos, los olores, los ruidos de la sierra manual, los nombres de los cabos y
oficiales, los capotes y borceguíes.
Cada tanto las explicaciones de la guía me
traían de regreso a la realidad.
Seguimos, disfrutamos de las
termas, cruzamos el hermoso río Agrio, visitamos su cascada y al regresar vimos
un cartel con una flecha que marcaba Pino Hachado. “Vamos” –le dije a mi esposo–
puede ser la única oportunidad de conocer ese lugar. Seguramente hoy es una
ciudad importante y turística”.
Seguimos por una ruta pintoresca
entre montañas coloridas con verdes araucarias descansando del peso de la nieve
en esta temporada cálida, hasta encontrarnos con un cartel “Zona militar”.
Paramos, para tomar fotos y mirar todo con asombro. Eran las montañas y el
refugio donde venía mi papá. El lugar, tan peligroso para él, donde las mulas
se desbarrancaban, seguramente por una roca desprendida. Me parecía escuchar a
mi mama, diciéndole: “Me acuerdo cuando le enviabas cartas a tu primo Fito, a
Junín de los Andes, que no volverías vivo de ese lugar, por el frío y la
altura”.
Lo imaginé, hombre de a caballo y
llanura, en esos parajes escarpados, cruzando el Agrio helado. Sin dinero, con
hambre y frío, quizás sin entender porque estaba en ese lugar.
Miraba a mi alrededor, viendo un
camino ancho y seguro, que le hubiera permitido disfrutar de los paisajes
nevados, las verdes araucarias que seguramente ya estarían cuando él las vio, con
otros ojos y edad. Tomar sus amargos debajo de la más frondosa o hacer un
asadito a la orilla de algún arroyo cantarín o, por qué no, refrescando la
bebida en la cascada del Agrio, tan hermosa y poco promocionada. Me pregunté: “¿La
habrá conocido?, los colores rojizos del hierro, impactarían en él?”
Seguimos buscando la ciudad. Al
no encontrarla, me acerqué a un gendarme para que nos guiara. Me respondió: “Señora,
Pino Hachado, no es ciudad ni pueblo. Es un paso fronterizo. Hoy y ayer, en ese
lugar solo se cuida a la Patria. Si desea seguir disfrutando de estos paisajes,
lléguese a Villa Pehuenia. Son cincuenta kilómetros de ripio y belleza”. Hacía
allí partimos. Tenía razón.
Regrese a mi pueblo. Visité el
cementerio con la foto de “Bienvenido a Las Lajas” y una inscripción mía decía:
“Papi, te cumplí el sueño”.
También pensé que se había
cumplido el mío.
Norma: me encantò tu relato. Se me hizo un nudito en la garganta. Luis.
ResponderEliminarMuy emotivo tu relato , Norma.
ResponderEliminarMaria Rosa Fraerman
Gracias por tan lindas palabras.
ResponderEliminarHermoso Norma, poco se puede decir de ese recuerdo, tu lo has dicho todo...
ResponderEliminarQue lindo Norma, cuantos hermosos recuerdo de tu papa me vienen a la memoria .
ResponderEliminarQue lindo Norma , cuantos hermosos recuerdos de tu papa me vienen a la memoria .
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ResponderEliminarParece ver al Abuelo por esos caminos....que increíble haber logrado llegar a esos sitios por donde tantas veces nos relato sus historias.
Que lindo ver como te emocionas... Seguí exprimiendo esa cabecita, deja volar la imaginación y saca cositas maravillosas!!!
Andrea
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarHermosa trama,Norma! Felicitaciones......................................
EliminarGRACIAS POR LEERLO Y RECORDAR A MI PAPA.
EliminarQue emotivo Norma!!!
ResponderEliminarMuy emocionante Norma, no pude evitar terminar de leer con lagrimas en los ojos.
ResponderEliminarNorma qué adentro se nos quedan las historias que mamamos de pequeñas. ¡Qué suerte que pudiste estar alli! Muy bello y muy íntimo tu relato, Gracias por compartirlo! CARMEN G.
ResponderEliminar¡Qué emoción al leer tu relato! Hermoso.
ResponderEliminarSEÑORA, ME HA LLENADO DE EMOCIÓN Y LÁGRIMAS AL LEER SU BELLO RELATO DE LOS MOMENTOS VIVIDOS POR SU PAPA, Y UD, EN EN ESA ZONA TAN BONITA DE NUESTRO PAIS, YO FUI SUBOFICIAL EN EL RIM 21 DURANTE LOS AÑOS 1982/1995, Y LE ASEGURO QUE SU RELATO ACTIVO MI MEMORIA Y NOSTALGIA POR LOS MOMENTOS VIVIDOS EN LAS LAJAS, PINO HACHADO, VA PEHUENIA, COPHUE, EL VOLCAN COPAHUE, REALMENTE LE AGRADEZCO INFINITAMENTE SU RELATO, OJALA ALGUN DIA PUEDA REGRESAR A ESE RINCON DE MI AMADO NEUQUEN, AUNQUE SOY PORTEÑO, RESPETUOSAMENTE, ANGEL OSCAR GELVES
ResponderEliminarEL QUE SUSCRIBE SUBOF PR (R) I ALBERTO MARIO NOVAS, ESTUVE DESTINADO EN ESA GRAN UNIDAD DE COMBATE DESDE EL AÑO 1969 HASTA EL AÑO 1979, LLAMADA POR LOS QUE FUIMOS SUS INTEGRANTES "ESCUELA DE HOMBRES". Y EN VARIAS OPORTUNIDADES ESTUVE EN EL REFUGIO MILITAR DE PINO HACHADO LO CUAL ES UN PARAJE MUY HERMOSO Y A CUATRO KM SE ENCUENTRA EL DESTACAMENTO DE GENDARMERIA NACIONAL LLEGANDO A TRAVEZ DE UN PASO LLAMADO EL DESFILADERO Y CIRCUNDANDO ESTE HERMOSO LUGAR EL ARROYO PINO HACHADO Y SE ENCUENTRA DISTANTE DEL PUEBLO DE LAS LAJAS A 60 KM. EN AQUEL TIEMPO NO ESTABA ASFALTADO RIPIO Y PIEDRAS, PASANDO PRIMERO POR EL LUGAR PRIMEROS PINOS NORTE, EN DONDE HABIA UN ASERRADERO DEL SEÑOR VELA. MAS ARRIBA DEL REFUGIO MILITAR SE EFECTUÒ UNA PLANTACIÒN DE PIÑONES A EFECTOS DE MANTENER LA FORESTACIÒN DE ARAUCARIAS LLAMADA ESTA PLANTA MILENARIA PEHUEN Y SU FRUTO EL PIÑÒN Y EL CRECIMIENTO DE LA MISMA ES DE 5 cm POR AÑO, ALGUNAS DE SU TAMAÑO NO SE PUEDEN ABRAZAR ENTRE DOS PERSONAS Y SU ALTURA LLEGA MAS ALLA DE LOS 20 METROS, Y EL FRUTO ES UTILIZADO POR EL MAPUCHE PARA HACER HARINA Y SU PAN TAMBIEN SE COME AL RESCOLDO HERVIDO. ADEMAS TUVE LA BUENA SUERTE DE CONOCER A MUCHA GENTE DEL PUEBLO DE LAS LAJAS YA QUE MI SEÑORA (MARIA IRIS SANTINI de NOVAS - FALLECIDA 03-04-98) FUE DOCENTE DE LA ESCUELA NRO 12. SIN MAS Y CON TODO MIS RESPETOS LES MANDO UN GRAN ABRASO Y ESPERO VOLVER A ESTAR EN ESE MARAVILLOSO LUGAR Y AL CUAL AMO Y LO LLAMO MI SEGUNDO HOGAR. ATTE. ALBERTO MARIO NOVAS -
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