martes, 10 de junio de 2014

Dos sueños entrelazados

Por Norma Pagani

Crecí escuchando las anécdotas de mi padre sobre su servicio militar en Las Lajas, donde era carnicero, y sus ocasionales visitas al cuartel de Pino Hachado, el paso fronterizo Argentina-Chile. Lo que en 1948 fue, por su edad y lugar, el infierno, se convirtió con los años en el paraíso mejor vivido.
Falleció en 2004 sin haber regresado. Años después, se nos ocurrió ir a visitar en auto las termas de Copahue . ¡Qué sorpresa la mía al descubrir que la ruta pasaba por Las Lajas! Salimos con la idea de pernoctar en esa localidad, tan importante en mi niñez a través de sus relatos. Llegamos a la entrada y lo primero que hice fue sacar la foto de “Bienvenidos a Las Lajas”. Ya mis ojos recibieron las primeras lágrimas, que fueron interrumpidas por el gendarme que se acercó a comprobar el porqué de la parada. Le explicamos y seguimos.
Era la tardecita de un enero calurosa, aun en ese lugar. Habíamos recorrido más de mil kilómetros, buscamos hospedaje y salimos a cenar.
Elegimos un comedor frente la plaza. No me cansaba de mirarla. Imaginaba a mi padre paseando por la misma, con su cigarrillo en la boca, que tanto daño le hizo a través de los años, con las manos en los bolsillos, con poco dinero para saciar su sed en verano o calentar sus frías manos en el riguroso invierno del sur de nuestro país. Mirando las mismas estrellas y montañas que veía yo o escribiendo una carta para su novia, mi madre, o sus padres y amigos del pueblo u otros cuarteles vecinos.
Pensé en el largo viaje en tren de dos o tres días, una vez al año, que lo llevaba de Cañada Seca –nuestro pueblo– a Retiro, de allí a Zapala, donde terminaba el ramal, y subir a los camiones del Regimiento para llegar a destino. Cuántos recuerdos, cuánta nostalgia y pena por no haberlo traído o incentivado a regresar.
Al día siguiente continuamos el viaje. De pronto, aparece, a orillas de la ruta, el cuartel. El lugar que conocí sin verlo.
Pedí permiso y entré. Acompañados por una oficial recorrimos sus calles, sus cambios y la carnicería. Poco pude ver. Mis ojos húmedos apenas me lo permitían, pero mi corazón escuchaba, los sonidos, los olores, los ruidos de la sierra manual, los nombres de los cabos y oficiales, los capotes y borceguíes.
 Cada tanto las explicaciones de la guía me traían de regreso a la realidad.
Seguimos, disfrutamos de las termas, cruzamos el hermoso río Agrio, visitamos su cascada y al regresar vimos un cartel con una flecha que marcaba Pino Hachado. “Vamos” –le dije a mi esposo– puede ser la única oportunidad de conocer ese lugar. Seguramente hoy es una ciudad importante y turística”.
Seguimos por una ruta pintoresca entre montañas coloridas con verdes araucarias descansando del peso de la nieve en esta temporada cálida, hasta encontrarnos con un cartel “Zona militar”. Paramos, para tomar fotos y mirar todo con asombro. Eran las montañas y el refugio donde venía mi papá. El lugar, tan peligroso para él, donde las mulas se desbarrancaban, seguramente por una roca desprendida. Me parecía escuchar a mi mama, diciéndole: “Me acuerdo cuando le enviabas cartas a tu primo Fito, a Junín de los Andes, que no volverías vivo de ese lugar, por el frío y la altura”.
Lo imaginé, hombre de a caballo y llanura, en esos parajes escarpados, cruzando el Agrio helado. Sin dinero, con hambre y frío, quizás sin entender porque estaba en ese lugar.
Miraba a mi alrededor, viendo un camino ancho y seguro, que le hubiera permitido disfrutar de los paisajes nevados, las verdes araucarias que seguramente ya estarían cuando él las vio, con otros ojos y edad. Tomar sus amargos debajo de la más frondosa o hacer un asadito a la orilla de algún arroyo cantarín o, por qué no, refrescando la bebida en la cascada del Agrio, tan hermosa y poco promocionada. Me pregunté: “¿La habrá conocido?, los colores rojizos del hierro, impactarían en él?”
Seguimos buscando la ciudad. Al no encontrarla, me acerqué a un gendarme para que nos guiara. Me respondió: “Señora, Pino Hachado, no es ciudad ni pueblo. Es un paso fronterizo. Hoy y ayer, en ese lugar solo se cuida a la Patria. Si desea seguir disfrutando de estos paisajes, lléguese a Villa Pehuenia. Son cincuenta kilómetros de ripio y belleza”. Hacía allí partimos. Tenía razón.
Regrese a mi pueblo. Visité el cementerio con la foto de “Bienvenido a Las Lajas” y una inscripción mía decía: “Papi, te cumplí el sueño”.

También pensé que se había cumplido el mío.

16 comentarios:

  1. Norma: me encantò tu relato. Se me hizo un nudito en la garganta. Luis.

    ResponderEliminar
  2. Muy emotivo tu relato , Norma.
    Maria Rosa Fraerman

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tan lindas palabras.

    ResponderEliminar
  4. Hermoso Norma, poco se puede decir de ese recuerdo, tu lo has dicho todo...

    ResponderEliminar
  5. jose Roberto Ruano11 de junio de 2014, 19:36

    Que lindo Norma, cuantos hermosos recuerdo de tu papa me vienen a la memoria .

    ResponderEliminar
  6. Jose Roberto Ruano11 de junio de 2014, 19:40

    Que lindo Norma , cuantos hermosos recuerdos de tu papa me vienen a la memoria .

    ResponderEliminar

  7. Parece ver al Abuelo por esos caminos....que increíble haber logrado llegar a esos sitios por donde tantas veces nos relato sus historias.
    Que lindo ver como te emocionas... Seguí exprimiendo esa cabecita, deja volar la imaginación y saca cositas maravillosas!!!
    Andrea


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Hermosa trama,Norma! Felicitaciones......................................

      Eliminar
    3. GRACIAS POR LEERLO Y RECORDAR A MI PAPA.

      Eliminar
  8. Que emotivo Norma!!!

    ResponderEliminar
  9. Maria Hemilse Cañete11 de junio de 2014, 22:16

    Muy emocionante Norma, no pude evitar terminar de leer con lagrimas en los ojos.

    ResponderEliminar
  10. Norma qué adentro se nos quedan las historias que mamamos de pequeñas. ¡Qué suerte que pudiste estar alli! Muy bello y muy íntimo tu relato, Gracias por compartirlo! CARMEN G.

    ResponderEliminar
  11. ¡Qué emoción al leer tu relato! Hermoso.

    ResponderEliminar
  12. SEÑORA, ME HA LLENADO DE EMOCIÓN Y LÁGRIMAS AL LEER SU BELLO RELATO DE LOS MOMENTOS VIVIDOS POR SU PAPA, Y UD, EN EN ESA ZONA TAN BONITA DE NUESTRO PAIS, YO FUI SUBOFICIAL EN EL RIM 21 DURANTE LOS AÑOS 1982/1995, Y LE ASEGURO QUE SU RELATO ACTIVO MI MEMORIA Y NOSTALGIA POR LOS MOMENTOS VIVIDOS EN LAS LAJAS, PINO HACHADO, VA PEHUENIA, COPHUE, EL VOLCAN COPAHUE, REALMENTE LE AGRADEZCO INFINITAMENTE SU RELATO, OJALA ALGUN DIA PUEDA REGRESAR A ESE RINCON DE MI AMADO NEUQUEN, AUNQUE SOY PORTEÑO, RESPETUOSAMENTE, ANGEL OSCAR GELVES

    ResponderEliminar
  13. EL QUE SUSCRIBE SUBOF PR (R) I ALBERTO MARIO NOVAS, ESTUVE DESTINADO EN ESA GRAN UNIDAD DE COMBATE DESDE EL AÑO 1969 HASTA EL AÑO 1979, LLAMADA POR LOS QUE FUIMOS SUS INTEGRANTES "ESCUELA DE HOMBRES". Y EN VARIAS OPORTUNIDADES ESTUVE EN EL REFUGIO MILITAR DE PINO HACHADO LO CUAL ES UN PARAJE MUY HERMOSO Y A CUATRO KM SE ENCUENTRA EL DESTACAMENTO DE GENDARMERIA NACIONAL LLEGANDO A TRAVEZ DE UN PASO LLAMADO EL DESFILADERO Y CIRCUNDANDO ESTE HERMOSO LUGAR EL ARROYO PINO HACHADO Y SE ENCUENTRA DISTANTE DEL PUEBLO DE LAS LAJAS A 60 KM. EN AQUEL TIEMPO NO ESTABA ASFALTADO RIPIO Y PIEDRAS, PASANDO PRIMERO POR EL LUGAR PRIMEROS PINOS NORTE, EN DONDE HABIA UN ASERRADERO DEL SEÑOR VELA. MAS ARRIBA DEL REFUGIO MILITAR SE EFECTUÒ UNA PLANTACIÒN DE PIÑONES A EFECTOS DE MANTENER LA FORESTACIÒN DE ARAUCARIAS LLAMADA ESTA PLANTA MILENARIA PEHUEN Y SU FRUTO EL PIÑÒN Y EL CRECIMIENTO DE LA MISMA ES DE 5 cm POR AÑO, ALGUNAS DE SU TAMAÑO NO SE PUEDEN ABRAZAR ENTRE DOS PERSONAS Y SU ALTURA LLEGA MAS ALLA DE LOS 20 METROS, Y EL FRUTO ES UTILIZADO POR EL MAPUCHE PARA HACER HARINA Y SU PAN TAMBIEN SE COME AL RESCOLDO HERVIDO. ADEMAS TUVE LA BUENA SUERTE DE CONOCER A MUCHA GENTE DEL PUEBLO DE LAS LAJAS YA QUE MI SEÑORA (MARIA IRIS SANTINI de NOVAS - FALLECIDA 03-04-98) FUE DOCENTE DE LA ESCUELA NRO 12. SIN MAS Y CON TODO MIS RESPETOS LES MANDO UN GRAN ABRASO Y ESPERO VOLVER A ESTAR EN ESE MARAVILLOSO LUGAR Y AL CUAL AMO Y LO LLAMO MI SEGUNDO HOGAR. ATTE. ALBERTO MARIO NOVAS -

    ResponderEliminar