Por Ana María Miquel
“Mentime, pero decime que me
querés!”
Dramático pedido de afecto. Así,
terminan las discusiones de una madre con su hijo. Esa madre le pide al hijo
que le mienta, pero que le diga que la quiere; porque es todo lo que necesita
para seguir en la vida. Esas palabras serían como un vaso de agua al tener sed
o un pedazo de pan cuando hay hambre.
Por sobre todas las cosas, los
adultos mayores necesitamos el afecto, la palmadita en la espalda, el estímulo
para seguir, como cuando se es un bebé que está dando sus primeros pasos o un
niño que está por empezar a leer. Estímulo es la palabra que tanto significa en
las distintas etapas de la vida, es fundamental en la vejez.
Los hijos creen, cuando aún son
jóvenes, que los padres nunca envejecemos; y nos viven como personas que
podemos siempre manejarnos por nuestros propios medio y no necesitamos ayuda de
ningún tipo.
Sin embargo, a medida que van
pasando los años, interiormente nos vamos sintiendo más desvalidos y más
desganados para comenzar una empresa, hacer un trámite, hasta para ir a un
médico. Sentimos que nos cansamos, que hicimos demasiado. Ahora, somos
jubilados. Se va acercando el final y ya no tenemos las fuerzas de cuando
éramos seres vitales y en plena actividad. Los huesos comienzan a hacerse
sentir junto con otras nanas.
Muchas veces, por no decir la
mayoría, tratamos de ocultar a nuestros hijos esas falencias y para ellos le
pasan desapercibidas. Y nos siguen exigiendo como cuando ellos eran niños y
nosotros los superhombres y supermujeres. Pero no es así. Eso quedó
atrás en el tiempo.
Nos arrimamos a los hijos y
también a las personas jóvenes, esperando palabras de aliento y estímulo; pero
la mayoría de las veces son recriminaciones. Nos siguen juzgando y marcando
nuestros defectos de padres y, por qué no, hasta a veces retándonos: porque
comemos lo que no corresponde, porque nos salió mal la comida, porque no
tomamos el remedio correspondiente, porque opinamos distinto de política,
porque les decimos que así no se educa a un hijo, porque fumamos y tantos otros
motivos que la lista sería interminable. Y es tan poco lo que necesitamos para
seguir viviendo y ser felices. Algunos piensan que no hay viejos buenos, otros
piensan que por no esperar ya nada de la vida, todos son viejos malos. No sé,
ni me interesa saber quién tiene la razón. Pero tanto a unos como a otros les
deben pasar muchas cosas por sus cabezas para actuar de una manera u otra.
Mis pensamientos van más rápido
que mis manos y quisiera dejar el aspecto económico de lado, aunque sea
fundamental y que puede afectar a un adulto mayor. O la preocupación que les
puede acarrear la situación monetaria, ya sea por no tener o por tener mucho.
Pero los padres por lo general discutimos con los hijos y aquí vuelvo al afecto,
fundamental fuente de vida.
Un abrazo o un beso dado a
tiempo, un “te quiero”, una sonrisa de aprobación de un hijo o de una persona
más joven, nos está regalando años de vida.
“¡Mentime pero decime que me
querés!”
Hermoso y tierno. Muchas veces gritamos esto. Me gustó mucho tu escrito
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato. Me hizo emocionar. Gracias
ResponderEliminarElena Itati Risso
Desde que lo leíste me llegó muy hondo este pedido... Eso de la necesidad de aprobación, de una caricia, de una sonrisa del hijo es tan importante para uno! Me pareció muy bueno el comenzar y terminar el relato de la misma manera... Le da una fuerza notable. Comparto tu necesidad!!!
ResponderEliminarSusana Olivera
Gracias a los tres por el comentario. pero me encantaría que hiciéramos como en Jardín de Infantes y nos pusiéramos los cartelitos con los nombres para poder identificarnos. El martes próximo llevo el mío. Y también el de Elena y Susana. Besos. Ana María.
ResponderEliminarQue tierno tu relato Ana Maria
ResponderEliminarMaria Rosa Fraerman
muy buen cuento y es tan cierto"!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGra
Ana María,tu relato (creo) es común a muchos padres de nuestra generación. Yo le dije a mis hijos : YO NO SE VIVIR SIN UN ABRAZO, Y les dije lo importante que era para mi. Ahora me dan un abrazo cada vez que me ven y para mi aunque no hablen
ResponderEliminares como una sensación de bienestar y paz que me dura hasta el próximo abrazo. Ojalá les dé resultado a todos!!!
Ana Marìa, ante todo lo del cartelito me parece rebién!. En cuanto a los sentimientos expresados en tu escrito, creo que en todas las etapas de la vida es necesario el estímulo, acompañado del afecto. Los hijos parecen no darse cuenta de cuanto lo necesitamos. Como Alicia yo recurro al abrazo, con ellos y con mis nietos y eso es sumamente contenedor, tibio y reconfortante. Cariños. CARMEN G.
ResponderEliminarLos hijos crecen y dan por sentado que nos aman, no siempre lo expresan, en mi caso los varones son más demostrativos quizás el hecho de ser padres los motive.
ResponderEliminarMi nieta de tan solo un año y medio expresa el regocijo de verte de una manera que hace que olvides todo lo demás...
Lo de los cartelitos me parece buena idea, dado que no reconozco a la mayoría por su nombre.
Muy emotivo y real. Seria lindo recibirnos en el grupo con un beso o .un saludo distinto Estamos compartiendo historias muy especiales para cada uno, donde disfrutamos de cada palabra y lo pasamos bien, esperando cada martes para volver. Que les parece? lo ponemos en practica?
ResponderEliminarMe encanto,sobre todo cuando lo leistes,con toda tu alma....cariños Ana
ResponderEliminar