Por Elena Itatí Risso (9-7-43)
Yo tenía 26 años y veo por tevé,
en el programa de Pipo Mancera, un cantante muy bello, con una voz muy
particular: Patxi Andión.
Al día siguiente compré el long play y, desde ese, día canté sus
canciones siempre, las que me ayudaron a vivir, a despertar mi conciencia, a
comprender al ser humano .
Pasaron los años y nunca más se
lo escuchó por emisoras radiales ni en canales televisivos.
Solo mi recuerdo ferviente y las
actualizaciones que me llegaban desde España hacían que conociera sus nuevos
temas y ayudada por buscadores en la web me enteraba de algunos avatares. Pero
casi solamente mi recuerdo tenaz lo traía a mi vida.
Y pasaron en el país situaciones
de dolor
Estábamos detenidas en la “Alcaidía
de Mujeres”. Eran días oscuros, densos. Cada una pellizcaba de donde sostener
el ánimo: el amor familiar, los ideales, la lucha de los compañeros, en algunas
la fe religiosa.
A la noche, se escuchaban gritos
desgarradores, sonidos ásperos, que solo transmitían sensaciones dolorosas,
portazos de vehículos que traían nuevos detenidos. Todo era sórdido y muchas
veces costaba mantener el ánimo y descansar en paz.
Cuando se apagaban las luces simulaba
entonces la voz de las locutoras de la radio, a veces engoladas y muy
impostadas para anunciar el número musical:
“Transmite LT29 Radio Venado
Tuerto. A pedido del respetable público, se escuchará a Patxi Andión”
“Si tuviera un amigo, a él se lo
diría, como no tengo ninguno haz tu el favor….si la ves, no le digas que
querría ser las cosas mentidas apenas sin voz, que apenas ya dichas ya casi ni
son, cenizas de almohada de una noche de amor”
A veces olvidaba la
letra…entonces la inventaba.
De esta manera, matizaba con sus
letras y su recuerdo esas noches donde dormíamos el encierro.
Pasaron muchos años. Su música me
acompañó a lo largo de toda mi vida convirtiéndome en su especialista: para
esta fiesta, esta canción; para este acontecimiento, esta otra.
Un buen día pude conectarme con Patxi vía mail y contarle ese episodio. El sintió
mucha ternura al enterarse que sus canciones ayudaban a las compañeras para que,
antes de dormir, tuviesen un pensamiento de amor, un sentimiento tierno en
medio del dolor.
Sus mails fueron siempre
portadores de sincera ternura.
Y, un buen día, volvió a la
Argentina después de 40 años. Cuando me entero, inmediatamente saco las
entradas en Capital y le comunico que por fin nos íbamos a encontrar.
Cuando comenzó su actuación,
comprobé que este fenómeno no solo había acontecido en mi vida: el teatro
estaba colmado de fervientes admiradores que pedían una y otra vez sus temas y
los coreaban con entusiasmo inusitado. Todos peinaban canas.
Solo nos habíamos enterado por un
pequeño aviso en el diario, el resto lo hizo el deseo de escuchar al legendario
cantante que había estado ausente del país por cuarenta años.
Al terminar la actuación, subí al
camarín y solo dije: “Soy Elena”
Nos abrazamos con mucha ternura,
un abrazo largo, intenso. Yo sentía que sacaban fotos pero no me importaba
Lo abracé y le pude decir cuánto
me acompañó a lo largo de mi existencia, a veces turbulenta, a veces serena, a
veces ilusionada Sentí de nuevo un corazón de niña latiendo dentro un pecho
cansado. Sentí que su abrazo iluminaba los días grises y llenaba de luz los
oscuros recuerdos.
Luego, vino a Rosario adonde fui
también.
Allí, la emoción fue mucho más
intensa, ya que aclaró que estaba feliz de haber venido a Rosario: primero, por
ser la cuna del Che, cuyo personaje interpretó en una famosa Opera y a quien
admira. Y, luego, por una persona que cantaba sus canciones en la cárcel.
“Para ti Elena, sé que estás por
aquí”
Y fue otro abrazo lleno de risas
y alegrías.
“Hay abrazos que restañan
heridas, que devuelven al alma ilusiones perdidas, que ponen alas a sueños
olvidados, que iluminan túneles oscuros. Hay abrazos que envuelven de ternura
los días, que calientan los fríos y quedan como brasitas al rescoldo de las
noches para que nos protejan de vendavales de indiferencias. Que pueblan de
pájaros los cielos grises y arropan con recuerdos de ternuras olvidadas.
Hay abrazos, Patxi, como tu
abrazo (Mayo 2013)”.
Cómo las cosas más inverosímiles, lejanas o insignificantes nos pueden sostener en los peores momentos. Hermosa tu historia.Cariños Ana María.
ResponderEliminarElena, que suerte que pudiste abrazarte con quien, sin saberlo, en una època difícil de tu vida estuvo tan cerca tuyo! Bello este relato, como otros que ya has compartido! CARMEN G.
ResponderEliminarElena los leí dos veces , con lágrimas en los ojos, lo volveré a leer
ResponderEliminarTras leerlo sólo me ocurre decirte: "Dios existe" . No importa con que nombre se te presente...
ResponderEliminarMuy sentido tu relato. Gracias.
¡Qué fortaleza la tuya, Elena! ¡Qué maravilla que hayas podido dar ese abrazo!
ResponderEliminarLas revanchas de la vida.