Por
Luis Molina
Los
años cincuenta fueron de niñez, la mía.
Pienso
y vuelven aquellos recuerdos: las calles de empedrado, la avenida Francia con
su plazoleta central, las palmeras, los bancos de piedra. Era la reunión
obligada de la purretada de entonces,
el picadito en medio de la avenida, los colectivos de larga distancia que a su
lado pasaban.
¡Cuántas
pelotas perdimos bajo sus ruedas!
La
calle era nuestro mundo, dado que no había peligro y podíamos jugar tranquilos;
pero había interrupciones: la leche, la tarea, los mandados.
Éramos
todos amigos, siempre estábamos en la casa de alguno y nuestros rivales eran
los de la otra cuadra.
Del
otro lado de la vía, la canchita, la llamábamos “La canchita de Racing” (nunca
supe por qué), donde no siempre podíamos jugar. Por ser tan chicos, debíamos
dejar el lugar a los mayores e irnos con nuestra pelota de goma a otro sitio.
Era
un momento triste de nuestro país, el año exacto no lo recuerdo, pero si la
circunstancia. Era una sublevación del Ejército, donde se enfrentaban dos facciones:
Azules y Colorados.
En
aquella ocasión se encontraban acantonados en nuestra cancha un grupo importante
de soldados, pertenecientes a los Azules. Mi escasa edad no me permitía
entender lo que pasaba. Era diferente a nuestros juegos de guerra. Apareció un
avión y bombardeó a las tropas que eran de su misma facción, con un resultado
que me ocultaron. Vivía a solo escasos cincuenta metros del lugar, pero nunca
olvidé la zozobra de los vecinos. Eran pibes de tan sólo dieciocho años.
Por
allí, en aquel entonces circulaban los trenes que unían Buenos Aires con el
resto del país por la línea del Mitre. Me veo aún sentado en los barrilones (Nombre que tenían las
protecciones metálicas que cerraban las calles sin cruce de vías) para ver
pasar el tren presidencial. Primero, la máquina piloto, que circulaba por
protección unos minutos antes; para luego hacerlo el tren desde donde Perón y Evita
arrojaban juguetes. Veía esas pelotas, muñecas y otros que los niños se
apresuraban a recoger, mientras yo debía permanecer quieto en mi lugar. Nunca
entendí por qué padres de orientación radical no permitían a su hijo ser un
chico más. No entendía de política. Tampoco por qué unos años después me
enseñaran religión y doctrina peronista en la escuela.
Mil
novecientos cincuenta y cinco me marcó, no por la política sino por que en ese
mes de julio mi padre se fue para siempre y comenzó una nueva etapa.
Pero
eso es otra historia…
Hermoso y nostálgico relato de nuestra niñez!! Me gustó la pintura de época Luis.
ResponderEliminarElena Risso
Luis, cuánta ternura y cuánta inocencia trasunta tu relato. Así transcrurría nuestra infancia, sin saber mucho qué ni porqué pasaban ciertas cosas. los niños vivíamos "al margen". CARMEN G.
ResponderEliminarElena y Carmen muchas gracias, esta página ha despertado los recuerdos.
ResponderEliminarCoincido con Carmen, los niños vivíamos al margen de las cuestiones políticas, pero a lo mejor era porque nuestro mundo de infancia era fantástico! Destaco la palabra fantástico, como derivada de fantasía, no? No sé si ahora a nuestros nietos les podemos disimular algo que ocurra en el mundo. Cariños. Ana.
ResponderEliminarNo te quepa duda Ana Maria, vivíamos como niños...
Eliminar¡Qué buena historia Luis! A veces se recuerda y otras se aprende a leer lo que otros recuerdan. No tenía registro de esto en mi memoria. Y el juego de los chicos en la calle .... eso si que era hermoso. ¡Cuánta libertad! ¡Cuánta inocencia en esos años!
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Gracias Maria Elena, tuve suerte, a pesar del factor económico tuve una niñez feliz.
EliminarUn abrazo.
Tocayo, perdòn por responderte tarde. Tus recuerdos son bastante similares a los mìos ya que nacì y sigo viviendo en una cortada donde a la vuelta estaba la vìa del FFCC Mitre, tenìamos la canchita al lado de la vìa y vivì todos los acontecimientos que vos viviste. Es bueno recordar, aunque a veces esos recuerdos nos traigan nostalgias o dolores.
ResponderEliminarLo que pasó, pasó, hoy la vida sigue y el tiempo guarda aquello que hoy llamamos recuerdos.
EliminarUn abrazo.