lunes, 16 de junio de 2014

Los 50

Por Luis Molina

Los años cincuenta fueron de niñez, la mía.
Pienso y vuelven aquellos recuerdos: las calles de empedrado, la avenida Francia con su plazoleta central, las palmeras, los bancos de piedra. Era la reunión obligada de la purretada de entonces, el picadito en medio de la avenida, los colectivos de larga distancia que a su lado pasaban.
¡Cuántas pelotas perdimos bajo sus ruedas!
La calle era nuestro mundo, dado que no había peligro y podíamos jugar tranquilos; pero había interrupciones: la leche, la tarea, los mandados.
Éramos todos amigos, siempre estábamos en la casa de alguno y nuestros rivales eran los de la otra cuadra.
Del otro lado de la vía, la canchita, la llamábamos “La canchita de Racing” (nunca supe por qué), donde no siempre podíamos jugar. Por ser tan chicos, debíamos dejar el lugar a los mayores e irnos con nuestra pelota de goma a otro sitio.
Era un momento triste de nuestro país, el año exacto no lo recuerdo, pero si la circunstancia. Era una sublevación del Ejército, donde se enfrentaban dos facciones: Azules y Colorados.
En aquella ocasión se encontraban acantonados en nuestra cancha un grupo importante de soldados, pertenecientes a los Azules. Mi escasa edad no me permitía entender lo que pasaba. Era diferente a nuestros juegos de guerra. Apareció un avión y bombardeó a las tropas que eran de su misma facción, con un resultado que me ocultaron. Vivía a solo escasos cincuenta metros del lugar, pero nunca olvidé la zozobra de los vecinos. Eran pibes de tan sólo dieciocho años.
Por allí, en aquel entonces circulaban los trenes que unían Buenos Aires con el resto del país por la línea del Mitre. Me veo aún sentado en los barrilones (Nombre que tenían las protecciones metálicas que cerraban las calles sin cruce de vías) para ver pasar el tren presidencial. Primero, la máquina piloto, que circulaba por protección unos minutos antes; para luego hacerlo el tren desde donde Perón y Evita arrojaban juguetes. Veía esas pelotas, muñecas y otros que los niños se apresuraban a recoger, mientras yo debía permanecer quieto en mi lugar. Nunca entendí por qué padres de orientación radical no permitían a su hijo ser un chico más. No entendía de política. Tampoco por qué unos años después me enseñaran religión y doctrina peronista en la escuela.
Mil novecientos cincuenta y cinco me marcó, no por la política sino por que en ese mes de julio mi padre se fue para siempre y comenzó una nueva etapa.

Pero eso es otra historia…

9 comentarios:

  1. Hermoso y nostálgico relato de nuestra niñez!! Me gustó la pintura de época Luis.
    Elena Risso

    ResponderEliminar
  2. Luis, cuánta ternura y cuánta inocencia trasunta tu relato. Así transcrurría nuestra infancia, sin saber mucho qué ni porqué pasaban ciertas cosas. los niños vivíamos "al margen". CARMEN G.

    ResponderEliminar
  3. Elena y Carmen muchas gracias, esta página ha despertado los recuerdos.

    ResponderEliminar
  4. Coincido con Carmen, los niños vivíamos al margen de las cuestiones políticas, pero a lo mejor era porque nuestro mundo de infancia era fantástico! Destaco la palabra fantástico, como derivada de fantasía, no? No sé si ahora a nuestros nietos les podemos disimular algo que ocurra en el mundo. Cariños. Ana.

    ResponderEliminar
  5. ¡Qué buena historia Luis! A veces se recuerda y otras se aprende a leer lo que otros recuerdan. No tenía registro de esto en mi memoria. Y el juego de los chicos en la calle .... eso si que era hermoso. ¡Cuánta libertad! ¡Cuánta inocencia en esos años!
    Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Maria Elena, tuve suerte, a pesar del factor económico tuve una niñez feliz.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Luis Alberto Zandri19 de junio de 2014, 11:25

    Tocayo, perdòn por responderte tarde. Tus recuerdos son bastante similares a los mìos ya que nacì y sigo viviendo en una cortada donde a la vuelta estaba la vìa del FFCC Mitre, tenìamos la canchita al lado de la vìa y vivì todos los acontecimientos que vos viviste. Es bueno recordar, aunque a veces esos recuerdos nos traigan nostalgias o dolores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que pasó, pasó, hoy la vida sigue y el tiempo guarda aquello que hoy llamamos recuerdos.
      Un abrazo.

      Eliminar