Por Susana O.
Abuela María era incansable
contando sus historias. Historias sobre su llegada a nuestro país, sobre sus
amores, sus hijos, sobre el trabajo duro para sobrevivir.
Acompañó siempre a abuelo Miguel
en su trabajo. El abuelo era carpintero. Me llena de ternura esa profesión. Pensar
en sus manos hábiles, su paciencia, su tesón, el amor a su familia, su temprana
partida y la fuerza de la abuela para seguir adelante con siete hijos, darles
carrera y simplemente ponerles un plato de comida adelante.
Me imagino a abuela María
cosiendo y cosiendo. Me contaba que al poco tiempo de haber iniciado la nueva
tarea de costurera –antes del fallecimiento de abuelo Miguel lo hacía solamente
para sus hijos– se le presentó una mujer pidiéndole trabajo. Le dijo que
acababa de venir de Tucumán, que el padre de sus hijos la había abandonado y
que ella podía hacer cualquier tarea doméstica y que también sabía coser. Como
las tareas domésticas las hacía tía Águeda, la tomó como ayudante de costura.
Era una mujer morena, alta, de
pies y manos grandes, muy limpia; aunque llevaba ropa remendada y vieja. Se
llamaba Presentación Sereijo. La conocí cuando ya llevaba años trabajando con
abuela. Recuerdo que peinaba su pelo negro en un gran rodete y que tenía una boca
enorme y roja –yo la vi así– con muchos dientes.
Con el tiempo se hicieron grandes amigas. Pasaban
toda la tarde juntas y, si bien trabajaban muchas horas, era una ocupación que
les permitía las confidencias. ¿Qué habrá contado abuela María? ¿Hablarían de
Tucumán y de sus jóvenes amores? ¿Qué palabras habrán llorado sobre la soledad,
sobre la pérdida del compañero? ¿Cuáles habrán sido sus sueños trabajados para
llevar la familia adelante?
Yo sólo puedo referir la historia de
Presentación porque me la contó la abuela. Las otras permanecerán silenciadas
en sus agujas y en las infinitas puntadas sobre las telas.
Presentación era española. Había
vivido en Tucumán y trabajado en un ingenio, donde conoció a quien fue su
pareja. Tuvo dos hijos, una mujer y un varón. La mujer se casó muy joven y
quedó en Tucumán. Al separarse, ella decidió venir a Rosario con el varón, que
era el más pequeño de sus hijos. Se llamaba Julián y tenía trece años.
La vida en Rosario fue dura para
Presentación. El joven consiguió trabajo como repartidor de una pescadería y
ella fue rodando de casa en casa como empleada doméstica. Pero como por su hijo
no podía ocuparse cama adentro –como se usaba entonces– sus trabajos no le
duraban, hasta que conoció a abuela María y allí empezó una amistad que duraría
toda la vida: las dos mujeres compartían la lucha de ser mujeres solas; corrían
los años 40, una época muy distinta a la nuestra.
A los dieciocho años, Julián se
enamoró y se casó. Antes del año ya tenía dos hijos mellizos, una mujer y un
varón, Amparo y Roque. No les alcanzaba el dinero, Julián todavía seguía como
mandadero de la pescadería. De más está decir que vivían con Presentación en
una pieza que alquilaban en un conventillo. Fue por poco tiempo, porque la
pareja decidió partir para Tucumán, porque les habían ofrecido trabajo a los
dos; pero dejaron los mellizos con Presentación hasta que pudieran ubicarse y
venir a buscarlos.
Los mellizos fueron las mascotas
en casa de Abuela María. No podían quedarse solos en la habitación y las tías –que
eran muy jóvenes– jugaban con ellos toda la tarde.
Julián tardó cinco años en volver
pero volvió solo. La esposa quedó en Tucumán. Aparentemente tenía nuevo marido.
Cuando Julián consiguió trabajo
volvió a casarse, pero no se llevó a los mellizos… siguieron viviendo con
Presentación. Ella los alimentó, los vistió usando retazos que la abuela le
daba, los mandó a la escuela… y, lo más importante, los amó.
Julián tuvo tres hijos con su
nueva pareja, pero evidentemente le era muy difícil la vida matrimonial. Volvió
a separarse y, por supuesto, ¡fue a vivir con Presentación con sus tres hijos!
Uno era todavía un bebé que apenas caminaba.
Por un tiempo, las cosas
anduvieron más o menos bien. Presentación estaba contenta de que los cinco
hermanos compartieran la vida, estaba llena de anécdotas sobre las travesuras
de los chicos. Hasta… hasta que Julián, enamoradizo e irresponsable, volvió a
formar pareja y partió. Esta vez fue a Córdoba, porque su nueva mujer era de
allí.
¿Y los cinco chicos? Claro, quedaron
con Presentación. El padre prometió enviar dinero, que nunca llegó; prometió
regresar a buscar a sus hijos, cosa que nunca ocurrió.
Otra vez, la vida mostró su cara
más dura para Presentación. Los dos más grandes –sin dejar la escuela– debieron
trabajar aunque tenían tan solo quince años. Ella continuó con abuela María.
No hacía seis meses de la partida
de Julián cuando apareció Presentación arrastrando a los tres niños pequeños y
llorando desconsoladamente.
Era tanta su angustia que no podía explicar qué
le pasaba. Abuela María la hizo sentar, le sirvió un té, las tías llevaron a
los niños a jugar al patio del fondo y fue entonces, recién entonces, que
Presentación entre lágrimas, hipos y mocos sollozó: “Amparo, Amparito… ¡está
embarazada!”.
A veces la vida es muy dura para algunas personas, pero sin embargo, saben salir adelante. Como dicen: Dios no te da más de lo que podés soportar. Muy linda y abnegada historia. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarMujeres fuertes, con mucho coraje y mucho amor dentro de ellas.
EliminarGracias, Ana María
Susana Olivera
Qué ABUELASA ESA PRESENTACIÓN!!!!! Muy fuerte y a la vez muy tierno tu relato. Gracias por tus historias, siempre me traen recuerdo y emoción. CARMEN G.
ResponderEliminarCarmen, eran dos mujeres fuertes, luchadoras, llenas de afecto, Presentación y mi abuela.
EliminarCariños
Susana Olivera
Más allá de lo bizarro y del coraje de esa abuela, que supo enfrentar la vida y dar cobijo a sus nietos, la historia deja un sabor amargo por ese hijo que nunca tuvo valor ni consideración por su madre, pero claro, eran otros tiempos.
ResponderEliminarExcelente relato amiga.
Julián era un irresponsable...solamente hací su gusto porque sabía que su madre cuidaría de sus hijos; tampoco tuvo consideración- lo que es peor- no tuvo amor por sus propios hijos.
EliminarGracias!
Susana Olivera