Luis Molina
Paso cada día por la terminal de ómnibus,
está moderna, cambiada, contrasta con aquella imagen que quedó en mi retina de
largos paredones de mi niñez. Cuando años posteriores el “loco” Carballo con la
topadora decidió que no debían estar allí, otra fue la imagen. Aparecieron las
vías y los galpones donde se guardaban harina, cemento y otros productos. Después,
le llamaron “El patio de la madera”, aunque no recuerdo a que madera se
referían.
Una vetusta máquina a vapor con no más de un
par de vagones se movía por el predio, que no tenía más de seis cuadras y que
se conectaba al ramal ferroviario por una vía en diagonal hoy desaparecida,
aunque aún queda como mudo testigo un pequeño puente sobre la calle Servando
Bayo entre Urquiza y Tucumán, por donde –por elevación– se cruzaba sobre las
vías. El progreso fue cubriendo los vestigios de la misma, algunas
construcciones o un pasaje la sepultaron en el olvido.
Por calle Santa Fe, casi sobre Caferatta, pegada
al paredón estaba la feria, donde con mi madre luego de caminar una docena de
cuadras nos ubicábamos en la larga fila. Eran frías madrugadas de invierno, el
alcohol y el querosene escaseaban, lo mismo que el azúcar. Eran épocas
difíciles allá por el 53. Recuerdo el color límpido de los mismos, solo los
diferenciaba el olor. Luego con los años le agregaron color.
Al volver, desandando nuestros pasos, ya
el sol calentaba la fría mañana. En el playón de los lecheros que se encontraba
sobre calle Vera Mujica, comprábamos leche que por aquel tiempo se vendía
suelta. Venía en tarros con manija y tapa de unos treinta litros, que por la
maravilla de los lecheros solía albergar al menos unos treinta cinco litros. La
única que se vendía envasada era la “Upar”, cuya usina se encontraba en calle 3
de Febrero a la altura de Moreno. Unos años más tarde, frente a la Empresa Mixta
de transporte, por calle Montevideo, existió un pequeño playón donde se surtían
los lecheros; y solo estaba a un par de cuadras de mi casa.
Hoy, el playón de calle Santa Fe desapareció
y en su lugar varios edificios se yerguen altivos sobre Vera Mujica. Tampoco
están los rieles del ferrocarril, que un par de cuadras más adelante tomaba una
curva para entrar a la estación “Rosario Norte”. Hoy, un parquizado lugar nos
muestra otra cara del Patio tan diferente a aquella vetusta de otra época,
donde un mercado, un lago artificial y un paseo lucen tan diferentes.
Regresábamos a casa por él cantero central
de avenida Francia y yo podía correr y saltar sobre los bancos e incluso rodear
las palmeras; mientras los colectivos de larga distancia circulaban por ambas
manos, era la ruta obligada hacia la provincia de Buenos Aires.
Han pasado muchos años, todo se ve tan
diferente, nada queda de mi barrio, el progreso cambió todo.
Se ve que me estoy volviendo viejo…
Relato de imágenes a traves de la palabra escrita. El tiempo modifica nuestra estructura física sin embargo la mente esta intacta para describir esos momentos y compartirlos
ResponderEliminarViejas son...... las cosas
Abrazo
Sin duda lo son,pero a veces también los recuerdos. Sesenta años es mucho tiempo...
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.