Gloria Coronel
En mi niñez vivía
en el campo, en el norte de Santa Fe, donde había muy poca infraestructura.
En el verano, dos
primas, que vivían en el pueblo cercano, venían a pasar un par de meses con
nosotros. Una en mi casa y la otra en casa de unos tíos, a corta distancia.
El día de Reyes,
cuando nos reunimos las tres, Mary que se alojaba con mis tíos, nos contó que
los Reyes le habían traído la muñeca que todas ansiábamos.
Llenas de envidia,
Mirta y yo, a quienes solo nos habían traído unos dulces, fuimos a contárselo a
mi mamá, que nos escuchó y sin girar ni interrumpir lo que estaba haciendo nos
dijo: “No es cierto, solo es una fantasía”.
Nosotras nos
miramos y preguntamos a dúo: “¿Que es una fantasía?”. Entonces, giró, nos miró y
nos dijo: “Es como cuando ustedes le dan de comer a las muñecas, saben que no
comen, pero imaginan que sí”.
Nos fuimos a
sentar debajo de la brachichita,
comentando el tema, bastante molestas con Mary.
Al final,
resolvimos que nosotras también le íbamos a contar una fantasía, le diríamos
que los Reyes nos trajeron una bicicleta.
Al día siguiente,
para que nos viera a la distancia, iniciamos un simulacro de ciclismo.
Conseguimos una
rueda a la que atravesamos un palo en el eje y al borde del alambrado una se
trepaba sobre la madera sosteniéndose en la cerca y la otra empujaba la rueda.
Con las caídas y las peleas por quien hacía de ciclista y quien empujaba,
jugamos toda la tarde y engañamos a otra mentirosa.
La imaginación suele ser muy poderosa, y por momentos la fantasía se hace realidad. Luego todo será como antes.
ResponderEliminarDisfruté tu picardía. Un abrazo.