martes, 28 de mayo de 2019

El rosal


Graciela Cucurella

El jardín de la casa resplandecía, en septiembre, de plantas con gran variedad de flores. Gladiolos, margaritas, malvones, dalias, claveles y un hermoso rosal.
Las rosas, con suave perfume, de color amarillo y un rojo tenue, llamada bandera española. A ese rosal lo cuidaban de las hormigas, de que no tuviese pulgones en sus hojas. En realidad, a todas las platas les dedicaban mucho tiempo.
Pero el rosal era especial para ellos. Cuando rompía el primer pimpollo y aparecían sus pétalos, de suave fragancia, Vicente lo cortaba y se lo obsequiaba a María Esther. Ella lo recibía con mucho placer y una sonrisa pícara se reflejaba en su rostro.
En las primaveras de sus vidas transcurridas, se repetía año tras año lo mismo.
Cuando María Esther, a sus 82 años, partió, esa mañana, muy temprano, Vicente ya anciano, no lo soportó.
Por las noches colocaba una flor en el vacío de su cama. Todos los días. Durante ocho meses.
Un primero de enero, a sus 87 años, él también partió. Al dolor no lo soportó.
María Esther Carpio y Vicente Cucurella eran mis padres.

1 comentario:

  1. Una vida signada por el color de la rosa que como tal cumplido su ciclo nos abandona pero queda flotando en el aire el perfume del recuerdo.
    Hermoso homenaje. Un abrazo.

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