sábado, 31 de mayo de 2014

Servidumbre(*)

Por Susana O.

—Mamá, por qué tía Águeda no estudió como las otras tías o como vos?
—No sé… Tal vez no era tan inteligente… Vos viste, Isabel escribe, ha publicado varios libros de cuentos para chicos, además pinta… María Ignacia es tan hábil con la costura, Palmira toca el piano que es una maravilla y ella… no sobresalía en nada, no quería estudiar…
—Pero, mamá. Ella es tan inteligente como las demás: lleva toda la casa, la organiza, maneja los pagos de las facturas, los impuestos, las compras… ¿Por qué ella no es maestra como todas las Castillo?
—Qué sé yo, nena. Ella fue a la Escuela Industrial. Allí le enseñaron costura, tejido, bordado, economía doméstica, puericultura…
—Claro, no era la escuela Normal de maestras. La preparaba para trabajar en la casa, no para ser independiente. Ella maneja una casa pero para otros. No es la suya…
—Bueno, ella nunca se quejó. Siempre fue así, está bien así para ella. Es su casa, su familia. Todos la queremos mucho, la mimamos y le estamos agradecidos por su ayuda…
—Claro, pero ella maneja el dinero que le dan las otras tías, ella no tiene dinero propio. Tampoco tiene sábados, domingos. Peor esos días, tiene más trabajo. No tiene amigos, no sale nunca, excepto para hacer las compras para la casa. Y si va de vacaciones sigue trabajando como si estuviera en Rosario mientras todas las otras disfrutan…
—Ella también disfruta…
—Contame por qué rechazó a ese novio que tuvo, yo era muy chica, pero me acuerdo que la visitaba. ¿Cómo se llamaba? Baldomero… Ay, qué nombre, ja, ja. Me acuerdo que todas se morían de risa porque la llamaba “mi palomita”. ¡Qué malas todas! Mamá, vos también ¿eh? Y cuando pronunciaba mal y decía “la canoba”. O se comía las letras “Traje galletitas pa’ los chicos”… Claro, todas ustedes eran maestras o futuras maestras… y él… era constructor. “Ya tengo la casa. Me falta la palomita”… Y todas se morían de risa, escondidas o en la cara de él. Claro, el hombre se espantó. Me acuerdo que una vez María Ignacia le preguntó mientras estábamos cenando: “Oiga, Baldomero, por qué no lleva a su palomita a pasear en la canoba?” Y todas se tuvieron que levantar de la mesa con cualquier pretexto porque se ahogaban de la risa… Cómo no se iba a escapar.
—No… la tía Águeda lo rechazó porque ella quiso rechazarlo, no porque él se escapó… No sé, no lo querría…
—Sí lo quería. Acordate cómo se vestía y se pintaba los labios para recibirlo. Fijate, ella tendría su familia, sus hijos, su casa. No estaría trabajando para sus hermanas.
—Mirá nena. Cuando murió papá, tan joven, solamente trabajaba José, pero estaba de novio y se casó tan pronto. Así que quedó mamá con sus hijas. Águeda no era la mayor, pero Sara estaba de novia y se casó unos seis meses después de lo de papá. Así que quedó Águeda para ayudar a mamá. Mamá era modista y trabajaba todo el día, así que Águeda se ocupaba de la casa.
—¿Por qué le corrieron a ese novio que tenía?
—Mirá, si ella hubiera querido o él, se habría casado lo mismo a pesar de que nosotras nos divertíamos con él. Éramos jóvenes y teníamos la risa fácil…
—De papá también se reían, ¿no es cierto?
—Sí… ja, ja. Decían que tenía el pie muy chico y que los pantalones le tapaban el zapato. Y siempre hablaban del tamaño de los pies y de lo que era conveniente… Ya ves, tu papá no se corrió y se casó igual
—¿Y del novio de tía Palmira?
—Ja, ja… Me hacés acordar de tantas cosas… También nos reíamos. Él tenía la costumbre de carraspear muy seguido y entonces, en la mesa era un coro de toses y de risas… Éramos jóvenes y no medíamos las consecuencias… Pero mirá, Palmira se casó. En fin. No creo que Baldomero y Águeda se dejaran porque nos reíamos. Águeda lo dejó. Eligió la vida que tiene. Mamá luchó mucho, trabajó duro y le dio carrera a sus hijos. Águeda, todavía hoy, sigue ayudando a mamá.
—Pobre tía Águeda. Se conforma con mantener la casa de sus hermanas y de recibir los besos rápidos de los sobrinos siempre apurados… ¿Ella eligió? ¿La obligaron? ¿Las circunstancias la llevaron a renunciar a su vida? ¿Al amor? ¿A los hijos? Tengo imágenes de mi infancia y de tía Águeda. Recuerdo con dolor a tía corriendo las gallinas en el gallinero para matar una. En un tiempo las mataba la abuela, pero después todas estuvieron de acuerdo que tía Águeda tenía que encargarse de matarlas. La abuela estaba grande- decían. Me acuerdo un día –vos estabas en la escuela, mamá– la tía había elegido una gallina… un alboroto terrible en el gallinero, corridas por todas partes, desparramo de plumas… Salió tía Águeda llevando una bataraza por las patas… Había que matarla… Le torció el cuello suavecito y la largó. La gallina se tambaleaba como si estuviera borracha y tenía la cabeza colgando para un costado… Tía Águeda preguntaba… ¿Está muerta? ¿Está muerta? Y se tapaba los ojos, no miraba… Pobre tía… Todos aconsejaban… Torcé otro poquito, agarrá la cuchilla y cortale la cabeza… Correla y apretale el cuello… Consejos… pero nadie ayudaba y tía Águeda estaba llorando con la cara oculta en sus manos. Esa vez tía corrió la gallina, la cazó, la llevó a la cocina, puso la tabla de picar carne y trató de poner la gallina con la cabeza hacia la pileta… No fue fácil, se revolvía como loca,,, Y después… chaf… un cuchillazo, y cayó la cabeza y un chorro de sangre ensució toda la mesada porque tía Águeda había soltado el cuerpo que se debatía por todos lados hasta que quedó quieto…
Tía regresó a la cocina… Ahora había que abrirla, limpiarla, desplumarla… Tengo la imagen de tía con un repasador en la falda, arrancando las plumas que caían en un tarro y el olor… a plumas mojadas, a quemado, a tripas…
Imágenes del pasado, de mi infancia, recuerdos calientes, vívidos, amados.

(*)En este relato Susana recrea diálogos familiares

5 comentarios:

  1. Susana tu decir es formidable, tu lectura atrapa, imagino que esto es parte de un libro.

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    1. Me ilusiono juntar todo lo que tengo sobre mis tías solteras y que me quede un trabajo más completo que lo que publico acá.... Son ilusiones. El tiempo dirá qué pasa...
      Susana Olivera

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  2. Susana, la tía Agueda, me parte el alma. Qué vida de entrega y sacrificio. Y pensar que viviendo así, terminaban conformándose. Hermoso y triste relato. Cariños. Ana María.

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  3. Sí, Ana María. Siempre me fascinó su vida y su relación de tanto afecto con la familia. No puedo dejar de escribir sobre ella. Gracias por leer mis textos

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  4. Susana me gusta mucho tu forma de relatar y esa tía, ya querida por mi, es una ternura
    Elena Itati Risso

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