viernes, 2 de mayo de 2014

Infancia. A la una, a las dos y a las tres

Por Ana Inés Otaegui

Las frías y soleadas tardes de los sábados, eran las preferidas para ir al campito Central Córdoba, hoy Parque Irigoyen. Mi padre y mis hermanos, contentos, partíamos hacia nuestra mejor diversión. A jugar, sí, a jugar con esos niños que solo veíamos ese día. Mi papá se transformaba en uno más, diciendo lo saludable que es estar al aire libre, bajo el sol, rodeados de árboles, el pastito…
Apenas unas cinco cuadras caminábamos para llegar al campito. Recuerdo que en ese andar, estaba la propaganda del gobierno de Frondizi. Yo me perdía leyendo lo que decía.
Cada uno, llevaba algo: el barrilete, la botella de agua y, por supuesto, lo que nunca faltaba, la pelota de fútbol número cuatro de color marrón.
A la una, a las dos y a las tres… se largaba la carrera de correr, tan ansiada por mí, todos alineados en la largada; éramos como nueve o diez chicos, la mayoría varones, el toque femenino lo dábamos mis hermanas y yo. El viento pegaba en mi cara, los latidos de mi corazón se aceleraban y esa emoción de que querer llegar rápidamente a la meta, provocaban una gran felicidad, que hacía que más de una vez, ganara la carrera. ¡Qué alegría! Para mí, por supuesto. Los varones, luego tomarían revancha.
No faltaba oportunidad para remontar el barrilete, que cuidadosamente habíamos hecho durante la semana, con las cañas que recogíamos de un terreno baldío que lindaba con mi casa. Las pelábamos, las cortábamos a lo largo y transversalmente; el papel barrilete, livianito y muy colorido; el hilo de algodón reforzado, que nos permitía hacer los tirantes simétricamente, porque si no respetaba eso, un fracaso resultaría remontarlo; y finalmente la cola, la vedette, de esta obra, con retazos de tela que mi mamá, como buena modista, siempre tenía.
No faltaba nuestro partidito de fútbol, tan esperado, no tanto por mí, sí por los varones. Cómo nos divertíamos. Allí, ellos se lucían con sus gambetas, recuperando su dignidad.
Un rico y humeante aroma de torta, nos recibía cálidamente, acompañado con una taza calentita de café con leche, que amorosamente mi mamá nos había preparado. “A lavarse las manos”, nos decía con su voz dulce que siempre la caracterizaba. Todos sentaditos alrededor de la mesa, con unas ganas de comerse todo; arrasábamos como langostas ese manjar. Se soltaban carcajadas y risas, mientras veíamos en la televisión nuestros dibujos animados: Mr. Magoo, Dick Tracy, El llanero solitario, entre otros.
Ya finalizando la tarde, nuestra principal tarea, que nadie quería hacerla, era dejar lista la pelota de cuero número cuatro para el próximo sábado; y eso en ¿qué consistía? En frotarla con grasa de vaca, que previamente se derretía, largando un olor nauseabundo. Había que tomarla con la mano para poder desparramarla bien y, así, cubrirla completamente. Nos turnábamos con mis hermanos, un sábado cada uno, y así no era tan desagradable.

¡Gracias papis, por una infancia tan feliz!

6 comentarios:

  1. Hermosa semblanza de una niñez compartida, aquel tiempo familiar al aire libre, donde la mente se cargaba de positivismo y aprendíamos a compartir, nada de eso se compara con la actualidad.
    Gracias por recordar y compartir.
    Un abrazo.

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  2. Cuanta ternura en tu relato y con qué añoranza nos transmitís tus sentimientos y la alegría de ser dueños de una familia. Realmente hermosos. Cariños. Ana.

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  3. Tu relato es tal cual....soy una de las protagonistas de esa historia, recuerdo las campanitas azules que cubrían los alambrados, las fogatas que se hacían al quemar las hojas secas y nuestro amigo Pepito ( un niño con Síndrome de Down) que siempre nos esperaba para jugar......hermosos recuerdos Margarita

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  4. Lo que comentas es real....siempre ganabas todas la carreras. Recuerdo las campanitas azules en los alambrados, el humos y el ruidos de las hojas secas quemadas en el otoño. y especialmente a Pepito ( un niño con Síndrome de Down) que todos los domingos nos esperaba para jugar...Hermosos tiempos aquellos.....Margarita Otaegui

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  5. Ana que emoción sentí al leer tu relato.con cuanta ternura has plasmado tus vivencias.Gracias por compartirlo.
    Maria Rosa Fraerman

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  6. silvia maria rota25 de mayo de 2014, 11:32

    Ani, gracias por compartir un pedacito de tu infancia, me has hecho revivir aquellos años tan felices y tan lejanos, llenos de inocencia y de sueños.......un beso....sil.

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