Carmen G.
…Y seguimos creciendo. Previendo tiempos difíciles, que
vendrían, las inversiones comenzaron a apuntar hacia otros emprendimientos que
llegado el caso suplantarían los ingresos de las rifas.
Ya nombramos la herrería que, juntamente con la carpintería,
además de abastecer las necesidades internas comenzaba a realizar trabajos para
terceros. La Mutual primero comenzó facilitando préstamos a los empleados.
Todos nos hicimos o compramos nuestras casas con sus créditos blandos y a l20
meses. Luego, se abrieron para pequeñas empresas y para la gente del barrio.
El vivero; la compra de hectáreas en la isla para
forestación de madera blanda y criadero de nutrias, inversiones con probable
rentabilidad a siete años promedio. Corrían los años 70.
Sin descuidar lo social, en Villa Gobernador Gálvez, se
adquiere un importante predio, a orillas del río, donde primero se crea un
Centro Deportivo y se reserva una parte de esos terrenos para la construcción
de un barrio, cuyas casas todas mirarían hacia el río y, en cinco pisos
terrazas, integrarían varios monoblocs.
Observatorio astronómico, a cargo del afamado profesor
Victorio Capolongo; la sección de “Taxidermia”, llevada adelante por el
talentoso Prof. Rodolfo Salvagná, donde se embalsamaban animales destinados al
Museo de Ciencias Naturales; el teatro “Saulo Benavente”, el Gimnasio… ¡Seguro que
me quedan muchas cosas en el tintero!
Como dije, no fue fácil el pase a la Biblioteca. Me anoté en
el concurso, pero no pude participar porque no me lo permitieron. Pero el
intento sirvió. El presidente se acercó una mañana a mi escritorio y me explicó
el porqué de este impedimento. Me dijo: “Carmen, vos no podés concursar el
ingreso a la Vigil, porque ya sos
parte de ella, y como veo que tu intención es firme, a partir del primero de
mes pasás a integrar el personal de la Biblioteca. ¡Por fin!
Llegué esa mañana. Tampoco fue fácil y pude entender el
pedido que Duri me hizo cuando me confirmó el pase: “Quiero que seas un
puente”. Claro, en la Biblioteca solo entrabas por concurso y con tu título
habilitante. No había parientes ni amigos que te avalaran, cosa que si sucedían
en las otras secciones, clara expresión de una “empresa de familia”. Yo venía
de allí y, al principio, me lo hicieron sentir. Poco a poco fui ganando mi
lugar y, sin proponérmelo, solo por todo lo que traía de conocimiento de la
“cocina de la Vigil” fui “haciendo el
puente”.
Es mucho para contar, por lo tanto tengo que abreviar. El
trabajo en la Biblioteca, en cuanto a la administración y organización de la
colección, era absolutamente profesional. Las secciones de Adquisición, Clasificación
e indización, Catálogo de ingreso, Catalogación, Organización de los catálogos topográfico,
diccionario y sistemático, Referencia, préstamo y circulación, Canje, que
manteníamos con más o menos 350 instituciones del mundo, de las que
permanentemente recibíamos materiales bibliográficos y “audiovisuales” y a las
que enviábamos, entre otros, los producidos por nuestra editorial. Largo, muy
largo de contar y a veces desconocido para los que no están en el tema.
Sí les cuento que por esa época no existían en Argentina
“software” ni “ordenadores” para bibliotecas. Por lo tanto, el trabajo que se
hacía en forma manual, era arduo y lento, ya que la ficha principal la
perforábamos escribiendo a máquina sobre un esténcil, que luego se usaba para
la reproducción las fichas en un mimeógrafo. Esto, libro por libro.
Diariamente atendíamos alrededor de 800 préstamos, entre
libros, diapositivas, revistas, discos, mapas, folletos, y demás. ¡Cuánto
aprendimos! ¡Cómo pudimos llegar a comprender las necesidades de nuestros
usuarios! ¡Cuánto crecimos en la profesión y como personas!
Estaban el “Bibliomóvil” y la “lanchamóvil”. Claro, había
que acercarles a los obreros y empleados libros para ellos y sus niños. Al
comienzo resultó algo raro, hasta que ellos y nosotros nos fuimos encontrando
en “el puente” de conocernos, de hacernos amigos. Nosotros les acercábamos
libros una vez por semana. Ellos nos esperaban con mate, mate cocido, a veces
tortas caseras, medialunitas,
bizcochos. ¡Qué buena experiencia! Y todo se fue dando, con la naturalidad que
se suelen dar las cosas buenas de la vida.
“Si la historia la escriben los que ganan,
eso quiere decir que hay otra historia
la verdadera historia
quien quiera oír que oiga” (Nebbia)
¡QUÉ OBRA MARAVILLOSA LA DE LA VIGIL! Y qué privilegio haber participado de ella. Realmente no conocía todos los emprendimientos y logros de esa gente visionaria.
ResponderEliminarSusana Olivera