miércoles, 15 de octubre de 2014

La Vigil y yo. Saga III

Carmen G.

…Y seguimos creciendo. Previendo tiempos difíciles, que vendrían, las inversiones comenzaron a apuntar hacia otros emprendimientos que llegado el caso suplantarían los ingresos de las rifas.
Ya nombramos la herrería que, juntamente con la carpintería, además de abastecer las necesidades internas comenzaba a realizar trabajos para terceros. La Mutual primero comenzó facilitando préstamos a los empleados. Todos nos hicimos o compramos nuestras casas con sus créditos blandos y a l20 meses. Luego, se abrieron para pequeñas empresas y para la gente del barrio.
El vivero; la compra de hectáreas en la isla para forestación de madera blanda y criadero de nutrias, inversiones con probable rentabilidad a siete años promedio. Corrían los años 70.
Sin descuidar lo social, en Villa Gobernador Gálvez, se adquiere un importante predio, a orillas del río, donde primero se crea un Centro Deportivo y se reserva una parte de esos terrenos para la construcción de un barrio, cuyas casas todas mirarían hacia el río y, en cinco pisos terrazas, integrarían varios monoblocs.
Observatorio astronómico, a cargo del afamado profesor Victorio Capolongo; la sección de “Taxidermia”, llevada adelante por el talentoso Prof. Rodolfo Salvagná, donde se embalsamaban animales destinados al Museo de Ciencias Naturales; el teatro “Saulo Benavente”, el Gimnasio… ¡Seguro que me quedan muchas cosas en el tintero!
Como dije, no fue fácil el pase a la Biblioteca. Me anoté en el concurso, pero no pude participar porque no me lo permitieron. Pero el intento sirvió. El presidente se acercó una mañana a mi escritorio y me explicó el porqué de este impedimento. Me dijo: “Carmen, vos no podés concursar el ingreso a la Vigil, porque ya sos parte de ella, y como veo que tu intención es firme, a partir del primero de mes pasás a integrar el personal de la Biblioteca. ¡Por fin!
Llegué esa mañana. Tampoco fue fácil y pude entender el pedido que Duri me hizo cuando me confirmó el pase: “Quiero que seas un puente”. Claro, en la Biblioteca solo entrabas por concurso y con tu título habilitante. No había parientes ni amigos que te avalaran, cosa que si sucedían en las otras secciones, clara expresión de una “empresa de familia”. Yo venía de allí y, al principio, me lo hicieron sentir. Poco a poco fui ganando mi lugar y, sin proponérmelo, solo por todo lo que traía de conocimiento de la “cocina de la Vigil” fui “haciendo el puente”.
Es mucho para contar, por lo tanto tengo que abreviar. El trabajo en la Biblioteca, en cuanto a la administración y organización de la colección, era absolutamente profesional. Las secciones de Adquisición, Clasificación e indización, Catálogo de ingreso, Catalogación, Organización de los catálogos topográfico, diccionario y sistemático, Referencia, préstamo y circulación, Canje, que manteníamos con más o menos 350 instituciones del mundo, de las que permanentemente recibíamos materiales bibliográficos y “audiovisuales” y a las que enviábamos, entre otros, los producidos por nuestra editorial. Largo, muy largo de contar y a veces desconocido para los que no están en el tema.
Sí les cuento que por esa época no existían en Argentina “software” ni “ordenadores” para bibliotecas. Por lo tanto, el trabajo que se hacía en forma manual, era arduo y lento, ya que la ficha principal la perforábamos escribiendo a máquina sobre un esténcil, que luego se usaba para la reproducción las fichas en un mimeógrafo. Esto, libro por libro.
Diariamente atendíamos alrededor de 800 préstamos, entre libros, diapositivas, revistas, discos, mapas, folletos, y demás. ¡Cuánto aprendimos! ¡Cómo pudimos llegar a comprender las necesidades de nuestros usuarios! ¡Cuánto crecimos en la profesión y como personas!
Estaban el “Bibliomóvil” y la “lanchamóvil”. Claro, había que acercarles a los obreros y empleados libros para ellos y sus niños. Al comienzo resultó algo raro, hasta que ellos y nosotros nos fuimos encontrando en “el puente” de conocernos, de hacernos amigos. Nosotros les acercábamos libros una vez por semana. Ellos nos esperaban con mate, mate cocido, a veces tortas caseras, medialunitas, bizcochos. ¡Qué buena experiencia! Y todo se fue dando, con la naturalidad que se suelen dar las cosas buenas de la vida.
“Si la historia la escriben los que ganan,
eso quiere decir que hay otra historia
la verdadera historia
quien quiera oír que oiga” (Nebbia)

Se acerca el final.

1 comentario:

  1. ¡QUÉ OBRA MARAVILLOSA LA DE LA VIGIL! Y qué privilegio haber participado de ella. Realmente no conocía todos los emprendimientos y logros de esa gente visionaria.
    Susana Olivera

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