miércoles, 15 de octubre de 2014

Seguimos con las almas


Por Ana María Miquel

Hace unos días escribí sobre la residencia corporal del alma humana. Y si sigo pensando en el tema, es porque veo que realmente la mayoría de las cosas a veces tienen alma.
Eso no quiere decir que dentro del grupo de los humanos existan personas sin jardín interior y sin alma. Eso lo dejé comprobado en la pintura que hice. Realmente crecen como si fueran yuyos, las personas caños. Las llamo así porque es como si uno quisiera tirar algún contenido dentro de ellas, pero todo sigue de largo, nada les queda y nada retienen, ni en la cabeza, ni en el alma, ni en la psiquis, ni en el tiempo.
Pero volvamos a esta alma de la que les quería hablar hoy: El alma de una casa.
Hay casas que aunque estén habitadas, son casas vacías, parecidas a las personas caño. Nunca hay nadie. La casa o lo mal llamado hogar es tomado por sus residentes como un hotel, donde solo están en la noche cuando alguien viene a dormir.
Pero están esas otras casas que tienen alma y son las casas habitadas con seres humanos. Allí viven los sentidos y bulle la vida. Cada objeto es un recuerdo o tiene una anécdota, donde al amanecer se comienzan a abrir las ventanas para que entre el día, el sol, la brisa y renueve las energías. Al atardecer, se van cerrando ventanas y encendiendo luces. Con el transcurrir de las horas del día, la casa tiene distintos olores: tostadas, un estofado, un guiso, un asado, lavandina, jazmines, azahares, ropa perfumada en los tendederos. También tiene ruidos de un lavarropas, un exprimidor, una olla a presión, una máquina de coser, una escoba, música, voces, llantos y risas de niños, discusiones de adultos. También tiene sensaciones térmicas de frío o calor. ¡Esa es una casa con vida! ¡Esa casa tiene alma!
Pero esa alma está materializada en alguien, que permite que se pueda hacer ese derroche de sentidos y de vida. Ese alguien es la madre. La mujer de la casa.
Gracias a ella, que está pendiente de todos los moradores y de sus necesidades, es que los hijos pueden estudiar tranquilos, encontrar su ropa al día, recibir a sus amigos, saborear una comida. Llegar de la calle y poder hablar con alguien. Y el proveedor de la casa, podemos llamarlo compañero de la madre, va a ser atendido como un rey, también con alguien que le estará satisfaciendo sus necesidades a cada instante. Es el proveedor porque trae el sustento a la casa. Pero no es el alma de la casa. Se conforma con su rol de trabajar fuera del hogar y listo. A cambio de eso debe ser mimado, cuidado y atendido como si fuera el señor feudal que llega a su castillo. Es por eso que entonces tiene tiempo material para dedicarse, si quiere, a las cosas que le gustan: mirar un partido de fútbol, leer un libro, ver una película y tantas cosas más.
Pero la mujer, no tiene acceso a esas gratificaciones. Aunque trabaje fuera de su hogar y también traiga un sustento a veces más importante que el del hombre, igual debe cumplir con sus funciones de Alma del Hogar. Por eso, no puede dejar en manos de nadie la cocina, la ropa, la limpieza, la mano tendida, la dulzura, la sonrisa, los oídos atentos a los reclamos, controlar la salud de los que la rodean, un sinfín de tareas en las cuales nadie la puede reemplazar. Y todas las hace bien; pero ¿a qué precio? Simplemente olvidándose de ella y sus necesidades para abocarse de lleno a los que la rodean. Ella come lo que sobra, se viste con lo que encuentra a mano, se traga las lágrimas más de una vez, no va al médico porque no tiene tiempo, se da un baño y sale a la calle hasta con el pelo mojado. Si quiere encontrarse con una amiga, hace malabares para dejar todo organizado en la casa para que no se note su ausencia. Si va a un cine, no elige la película, acepta la que le ofrecen. Si salen de viaje o vacaciones, igual, acepta lo que le ofrecen.
En la actualidad, siguen existiendo este tipo de mujeres-alma del hogar. ¿Y por qué siguen existiendo? Porque, por más que hayan luchado por sus derechos y la igualdad frente al sexo opuesto, no pueden perder su esencia que es la de el transcurrir de los días y la de dar vida. Y dan vida a manos llenas, no solo al parir un hijo. También cuando sirven un plato de comida, entregan una camisa planchada, dan un remedio en su horario y permiten que todos quieran llegar a la casa porque ella les hará placentera la estadía. ¡Aunque nunca nadie se pregunte a qué precio!
Felicito a esas mujeres con todo mi corazón, porque cumplen con los mandatos impartidos por la naturaleza. Pero no las felicito por el día de la madre. Las felicito todos los días y durante toda la vida. Y lo único que les deseo, es que en algún momento alguno de los integrantes del hogar le agradezca su existencia, su estar presente y siempre lista para cubrir las necesidades de los miembros de su familia.

4 comentarios:

  1. Te escuche cuando lo leíste, pero más allá de las bromas por el contenido (feminista) es un excelente alegato por la posición de la mujer en el hogar.

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  2. Querida Ana María: Qué bien señalada la posición de la mujer- alma del hogar... la que posterga sus sueños detras los sueños de su familia, la que no se cansa y está siempre disponible. Bella mujer, pero qué bueno que no se olvide de perseguir sus propios anhelos.
    Felicitaciones por este relato.
    Susana Olivera

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  3. A los dos les doy las gracias por los comentarios, pero les digo, que en algún momento la vida nos recompensa y podemos hacer las cosas que nos gustan. Por ejemplo: escribir y pintar. Gracias a los dos. Son un estímulo para seguir.Ana María.

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  4. Siempre me gusta escuchar tus relatos. Hoy estuve en mi casa del pueblo, la veía luminosa y me acorde de lo que escribiste sobre el alma de las cosas. Pienso yo que las mujeres tenemos también nuestras gratificaciones de nuestros esposos o hijos o amigos. Si bien somos el alma del hogar, en mi caso particular conté y cuento con mucha ayuda.Me encanto.

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