Por Carmen G.
Una “empresa de familia”, ¡justamente!. Familiares y amigos,
tal vez no tan profesionales, pero guiados por el mismo ideal, el mismo
sentimiento. Pero alguien, algunos escucharon y creyeron que debíamos ir
dejando “la barriada” y tratar de alcanzar niveles más profesionales. Así,
fueron ocupando ciertos lugares estratégicos personajes desconocidos con
ínfulas de gerentes.
A esa altura alcanzábamos a ser 630 empleados, entre
obreros, profesores, administrativos, bibliotecarias. Solo en Biblioteca ya
éramos 30. Todo el personal estaba acostumbrado a un trato cercano y amistoso.
Esta gente juzgó que eso no correspondía y puso distancia, entre el “personal
jerárquico” y el resto, con un trato frío e indiferente. ¡Groso error!
Los tiempos no eran buenos y se aproximaban épocas peores.
Un proceso inflacionario fuerte entre l974/75 lleva a un congelamiento de
precios, con la consiguiente desaparición y desabastecimiento de productos en
el mercado durante casi un año. Eso dificulta la normal entrega de premios. Comienzan
los problemas económicos financieros que, ayudados por “el Rodrigazo”, en 1975,
terminan desbarrancando en la imposibilidad de cumplir con la entrega de los
premios. Como siempre, estaban en vigencia tres bonos, las cuotas de los mismos
no eran indexables y con lo que se recaudaba no alcanzaba. Comienzan a llover
juicios.
Tampoco alcanzaba para los sueldos. El personal, en
reiteradas ocasiones, aguantó hasta tres meses sin cobrar, sin casi ver un peso
de “adelanto”. Y los almaceneros, el carnicero, todos los proveedores del
barrio nos anotaban, se arriesgaban y esperaban. Pero no todo pasaba por la
comida. Impuestos, salud, cuotas iban acumulándose en los cajones y, como dice
el refrán, “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. El
destrato, “el puente” fraterno que habíamos logrado sirvieron para que obreros
y bibliotecarias nos uniéramos y, por primera vez, nos enfrentáramos con la
Comisión Directiva, declarando y haciendo efectivo un “paro en nuestros lugares
de trabajo”
¿Por qué? ¿No nos dábamos cuenta? ¡Sí que nos dimos cuenta!,
Nos dimos cuenta de que toda esa camarilla de gente nueva y otros, seguían
haciendo su vida sin ningún tipo de privaciones, cuando nosotros no sabíamos ya
dónde esconder la cara. Fueron guerras intestinas, jamás pensadas.
La cosa afuera siguió apretando. Nadie del gobierno iba a
tenderle una mano a la Vigil, la
intención era todo lo contrario. Toda esa encerrona económica les venía al pelo
y el 25 de febrero de 1977, con todo lo que te podés imaginar, caen y toman la
Biblioteca bajo la figura de “intervención normalizadora”.
¿Normalizadora? ¡No, claramente liquidadora! Lo primero en
desmantelar fue la Universidad Popular, que de 1974 a 1977 reunió a más de 1.200
alumnos, sin restricciones etarias o cognitivas. Era una institución parasistemática y eso no les gustaba.
Se bajaron todas las persianas, todas. Se despidió personal
“innecesario”. Bonos, Administración, IBM, los Talleres, La editorial… Solo el
jardincito, la primaria y la secundaria siguieron; pero ya sin “la yapa” del
parasistema. No más médicos, odontólogos, ni gabinete. No les interesaba ir
emparejando para arriba. No, eso era destinar más dinero para educación y
cuidado de los niños, y no les pasó nunca por sus cabezas.
La Biblioteca fue cerrada al público. Como en todos lados,
despidieron gente. Otros se tuvieron que ir. Nosotras, las pocas que quedamos,
hicimos lo posible para no dejar a nadie en evidencia. Investigaron a todos los
socios, recorriendo kardex por kardex. Vaciaron estanterías sin ningún
criterio, solo por la ideología de los autores. Nos acusaron de “cómplices” por
facilitar ese material. Permanecimos, no pudimos hacer mucho, pero hicimos todo
lo que pudimos.
Después, dicen, vino “la quema” de ese vaciamiento y del
fondo editorial. Yo no estuve allí, no lo puedo certificar; pero lo creo.
Ocho integrantes de la Comisión Directiva fueron detenidos
en mayo. Algunos recuperaron pronto su libertad. A otros les costó más tiempo,
pero salieron, todos, exonerados de culpa y cargo; y con el regreso de la
democracia fueron indemnizados.
Cosas más, cosas menos, muchas cosas…
La Biblioteca Provincial “Eudoro Díaz” encontró sitio. La
trasladaron de 9 de Julio y Mitre a Alem 3078. La organización técnica de ambas
bibliotecas distaba mucho de parecerse para poder asimilarse ambas en una. Con
inteligencia, las bibliotecarias de la “Eudoro Díaz” decidieron la convivencia
de ambas en el mismo sitio; pero respetando la idiosincrasia de cada una.
A la última que “fueron” fue a mí y a mis pocas compañeras.
Como personal con mayor antigüedad y a cargo de la Biblioteca, esperaron el
regreso de mis vacaciones, 1º de marzo de 1981, para despedirnos, y bajar las
persianas de la “señera Biblioteca Constancio Cecilio Vigil”.
“Se llevó a cabo una
liquidación “sin quiebra”, arrasando, de la manera más atroz, con una
institución popular dedicada a la cultura y a la educación”. Son palabras de
Antonia Frutos o Checha Duri, como más les guste, esa primera bibliotecaria
todo terreno de la vecinal. ¿Se acuerdan?.
Algo, algún dicho deja oír “las ideas no se matan”, “los
ideales nunca mueren”
¡No lograron matarla!. Por esto de que no se pudieron
ensamblar los catálogos, la “Eudoro Díaz” siguió prestando, además de sus
libros, los de la Vigil…
Con el paso del tiempo, el advenimiento de la democracia,
comenzaron acciones para recuperarla y para que fueran devueltas sus
instalaciones a sus verdaderos dueños. ¡Y se logró! Hace casi dos años, después
de muchas luchas y vicisitudes, fue devuelta.
Hoy está en manos de “un puñado de muchachos, con el mismo
ideal, el mismo sentimiento”, muy creativos, con la fuerza y el empuje de la
juventud. Sí, en una sociedad totalmente distinta, pero a la que ellos
pertenecen. Comenzaron muy bien, escuchando en reuniones mensuales a “Los
históricos” como nos definen a los que aún quedamos de aquella Vigil. Escuchan el relato de nuestra
experiencia, de la cual no desaprovechan nada y agregan todo lo que pueden.
“… y se puede y se debe
se puede seguir
soñando,
se debe y se puede!”
(Teresa Parodi)
Que detallista eres para narrar la barbarie de los militares. Ellos nunca entenderán de cultura, solo saben de soberbia y violencia.
ResponderEliminarGracias amiga.
Me da espanto -como si fuera un relato de terror- el accionar de ciertas personas que no vacilan en desmantelar años de trabajo y sueños... Se me sube un insulto desde el alma.
ResponderEliminarSusana Olivera
Carmen, mucha tristeza me da tu relato. Pero me alegra el final, sabiendo que está renaciendo. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarHay historias que es indispensable contar. Esta es una de ellas.
ResponderEliminarEs una historia que no me decidía a contar, por lo extensa, pero creo que le encontré la forma y me encantó compartirla con todos ustedes, más ahora que sus retoños está queriendo florecer a pesar de todo. Como dijimos ¡ NO PUDIERON CON ELLA, COMO NO SE PUEDE CON LOS IDEALES! UNA UTOPÍA ALCANZADA?
ResponderEliminarrealmente sobre el tema de bibliotecas populares fueron unos adelantados, digno de imitar.................muy bueno Carmen que salgan a la luz estas historias ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarGracias por compartir esta historia. Yo trabaje tres años en una Biblioteca Escolar, muy distinta a la popular.Como dice Juan Jose fueron unos adelantados.
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