Por Luis Molina
Fueron muchos años, me había cansado, por lo que decidí
retirarme. Apareció un reemplazo, tenía 18 años y deseos de ocupar mi lugar.
Solo tenía un impedimento, no tenía instrumento. Le presté el mío.
Por fin, pude volver a disfrutar los fines de semana en
familia.
Pero tuvo que suceder. Quizás pasó poco más de un mes,
cuando este muchachito siendo las seis de la tarde ya no existía, había bebido
en exceso, razón por la cual mis ex compañeros aparecieron en casa a pedirme
que lo reemplace. Estaba cansado, acababa de llegar del trabajo, disfrutando de
una ducha reparadora para luego sentarme a matear. Ellos estaban retrasados. ya
que debían pasar a buscar al otro grupo en la zona sur para viajar juntos en el
mismo colectivo. Debían estar en Arrecifes, provincia de Buenos Aires, antes de
las 23.
Salimos de mi casa pasadas las 21. Al llegar, los
integrantes del otro grupo no estaban. Se habían retirado pensando que los
habían dejado colgados y, dado que en esa época no existían celulares, hubo que
buscarlos y esperarlos para cargar los instrumentos y poder partir ya con mucho
atraso.
El colectivo era un viejo Bedford, ya de por si lento. El
conductor reclamó al representante un adelanto para combustible, pero este se
negó por no tener un peso. Era un aventurero.
Ya sobre la ruta 51, siendo pasada la medianoche quedamos
varados a un costado de la ruta por falta de combustible, a unos 20 kilómetros
de Arrecifes, frente a una tranquera desde donde se veía ganado pastando.
Al rato, apareció un vehículo con gente armada queriendo
alejar a los ladrones de ganado, que –según ellos– éramos nosotros. Tras
aclarar el problema nos suministraron un bidón de gasoil con el que llegamos a
destino.
Cuando arribamos pasada la una, la gente se retiraba
malhumorada por el tiempo perdido, un sábado sin salir a bailar sentados en una
pista sin música. Les habían devuelto el importe de la entrada, pero la noche
estaba perdida.
A todo esto el presidente de la institución había viajado a
Carabelas distante a poco más de 60 kilómetros para evitar que Juan Ramón, que
era el número principal se hiciera presente, pues de hacerlo tendrían que
abonar el 100 por ciento del show. Así todo, la pérdida fue tremenda entre
publicidad, permisos, adelantos y todo el trabajo realizado. Tremendo malhumor
de todos, nos miraban con odio. Tuvimos suerte, eran gente educada y no pasó a
mayores, podríamos haberlo pasado muy mal.
Para volver, tuvimos que poner dinero entre todos para el
combustible. Yo, sin comerla ni beberla. Mientras, el autor del drama aun
dormía su borrachera.
Aparecí en mi casa a las ocho de la mañana si un peso, con
unas facturas que compré de paso, ya que me dejaron a ocho cuadras de casa.
Menos mal que la mañana estaba radiante.
Qué aventura! Pero valió la pena pasarla. Me gusta tu optimismo en la última oración, ya que pese a los inconvenientes, el sol de la mañana brillaba. Cariños.
ResponderEliminarCuando la cosa viene mal solo queda apechugar, por lo menos la mañana estaba linda.
EliminarGracias Nilda.
Un abrazo.
Me encanta tu humor, este relato me ha hecho sonreir casi desde el principio. Dentro de toda "la mufa" qué bueno eso de las facturitas para comenzar la mateada.
ResponderEliminarFelicitaciones, siempre es un gusto leer tus relatos
Susana Olivera
Gracias Susana, siempre busco el lado positivo.
EliminarUn abrazo.
Luis, a veces "las constelaciones" se confabulan en nuestra contra y nos encontramos con todos los inconvenientes, pero por suerte y ahí cerquita el sol de la mañana nos anuncia un nuevo día. Peliagudo y muy risueño!
ResponderEliminarGracias Carmen. Quien diría que ese sol marcó este relato...
EliminarUn abrazo.
Después de tan buenos comentarios sólo me queda decir que coincido con todos y que una de las cosas que más valoro en una persona, es el optimismo. Felicitaciones. Ana María.
ResponderEliminarGracias Ana María, algo bueno hay que aportar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay Luis. Solo a vos se le puede ocurrir terminar este relato con tantos problemas con "menos mal que la mañana estaba radiante". Me gusto y me encantaría leer nuevamente, el que escuchamos en el taller. No lo encuentro.
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