Por María Victoria Steiger
En este relato salto unos cuantos años de mis relatos
anteriores.
En otro contaré cómo fue la llegada de nuestra familia a
Rosario, pero ahora me entusiasmé con la primavera.
Acá, en Rosario cursé cuarto y quinto año de la secundaria.
Además, ingresé en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Rosario
Se podía ingresar y cursar antes de terminar la secundaria y
yo ya venía de la Universidad de Mendoza.
Bueno, el relato de hoy es la primavera.
Ya estaba en primer año del profesorado y mi hermana mayor
en segundo de Estadística.
Ella y sus compañeros organizaron un picnic.
En mi casa hubo un revuelo. ¡Cómo iba a ir sola con gente
que ni mi papá y mamá conocían y menos con chicos!
Claro, no era que no salíamos en grupos mixtos; pero ya
desde los “asaltos” en Mendoza teníamos que salir de a dos.
La única que había empezado la facu era yo. Mis otras hermanas no querían ir, además ya tenían sus
grupos armados.
Yo no tenía nada pensado. El estudio, en general, fue muy
solitario. Los trabajos grupales los hacía en la escuela en días en que nos
podíamos reunir.
No era fácil porque yo daba clases a domicilio a chiquitos
de primaria y me juntaba unos pesos.
Bueno, ¿qué hacer? Yo no conocía a nadie. Además, estudiaban
otras carreras.
Mi hermana me pidió por favor que la acompañara. De otra
forma, no la dejarían ir.
Me armé de paciencia y fui.
La cosa era en Villa Gobernador Gálvez. Nos juntábamos todos
para tomar el ómnibus para llegar a la casa de una de las chicas. De ahí, a un
parque cerca.
Las chicas estudiaban Estadística y los chicos para contador,
y también había algunos otros amigos. Éramos unos diez o doce en total.
Cada uno llevaba algo para comer y tomar.
Me presentaron al grupo y la pregunta infaltable era qué
estudiaba. Yo contestaba guitarra en la Universidad e inmediatamente venía “¿y…
que más?
La mayoría de mis compañeros estudiaban sus instrumentos.
Muy pocos cursaban otras carreras. El tiempo de cursado y estudio no alcanzaba.
En ese grupo del picnic yo era e como un “bicho raro”; pero
no tuve problema para adaptarme y la pasé bien.
Fuimos a la casa de las chicas y de ahí al parque. Nos tocó
muy lindo día. Nosotras charlábamos de distintas cosas: las materias, los
profesores, los exámenes. En fin, todas teníamos cosas en común. Además me
actualizaron de los chicos, mientras ellos jugaban a la pelota.
A la tardecita todos rojos por el primer solcito del año
fuimos a la casa de las chicas que eran hermanas y nos prepararon algo para
tomar y comer, ¡que vino bárbaro porque nuestras viandas habían “muerto” hacía
rato! ¡También hubo baile!
Los “pibes” eran interesantes, la música, de Palito y todos
los de la época. Yo no escuchaba muchos de esos temas. Me enseñaban a analizar
lo que se decía música “culta” y de lo popular, nada. “Es muy divertida pero no
resiste mucho análisis musical”, decían.
La pasamos muy lindo. Conocí a un pibe que era tipo “genio”.
Cursaba ya casi el final de contador con 20 años. Contaba sus historias de
viajes a “dedo” por el país, sabía idiomas y había viajado a Europa con su tío.
La cosa es que me “adoptaron” en el grupo como compañía de
mi hermana.
Seguimos saliendo varias veces a casas de una u otra,
incluyendo la nuestra, que como éramos tantos ¡era una gran “movida” en mi casa!
Un par de años después me puse de novia con él, con que
tenían de “genio”.
A ésta altura llevamos 44 años de conocernos y casi 40 de
casados.
Toda una vida.
En otro relato les cuento más cositas de esta
vida.
Parece que la genia fuiste tu al elegirlo, toda una vida cercana al lustro lo evidencian. Lindo relato de una época con otros valores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cómo se tejen las historias... Tal vez... tal vez si no hubieras acompañado a tu hermana... Buenísimo tu relato
ResponderEliminarSusana Olivera