martes, 23 de septiembre de 2014

Aquella primavera

Por Ana María Miquel

Eran un grupo grande de adolescentes de entre quince y veinte años, que tenían la suerte de poseer a un matrimonio, padres de varios chicos del grupo, que los acompañaban en cada una de sus propuestas o aventuras.
Con anticipación al Día de la Primavera, ya estaban organizando un picnic a la montaña. Sería la gran aventura, ya que llevarían una amplia carpa, pasarían la tarde, la noche y todo el 21 de setiembre de 1960. Ese grupo estaba formado por hermanos, primos y amigos íntimos de unos u otros. Algunos ya estaban de novios desde hacía un tiempo.
En consecuencia, la capitana del grupo, de acuerdo con el capitán (es decir, el matrimonio mayor) tenía todo muy bien organizado. Después de la cena, que consistió en papas fritas con huevos fritos hechos por tandas en una garrafa, se hizo una hermosa fogata y allí estuvieron con guitarras cantando hasta bien entrada la noche. A algunos ya se les permitía fumar en público o tomarse un vasito de vino.
Pero grande fue la sorpresa cuando llegó la hora de ir a descansar y el matrimonio se tiró en sus bolsas de dormir en el medio de la carpa.
—Las mujeres todas de mi lado- dijo la capitana.
—Los varones del mío- Afirmó el capitán.
De esa manera, se aseguraban que no hubiera ningún entrevero entre la concurrencia o malos entendidos o consecuencias nefastas dentro de unos meses.
Transcurrió la noche sin sobresaltos y amaneció un día esplendoroso, desayunaron y partieron a pescar. El capitán enseñaba cómo tirar la línea, cómo colocar la carnada. Era un hombre conocedor del tema, pero algunos de sus alumnos no acertaban en nada. Inclusive, “Ella” cuando le tocó el turno tiró todo al agua: el riel, el anzuelo, la carnada. Fue una sola carcajada y no la dejaron pescar más. A “El”, le ocurrió otro tanto.
En consecuencia, se dedicaron a mirar a los otros y a conversar entre ellos. Siempre andaban juntos y las miradas decían más que las conversaciones. Algo había, pero lo que fuera, sería imposible: eran primos.
Pero a ellos no les importaba. “El” ya había hecho las averiguaciones del caso y sabía que no habría inconvenientes en una futura relación que terminara en casamiento.
Fue así como en la tarde y alejados del grupo, “El” le leyó un texto de Rabindranath Tagore: “Querría decirte las palabras más hondas que tengo que decir; pero no me atrevo, no vayas tú a reírte. Por eso me río de mí mismo y deshago en bromas mi secreto. Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles tú.
Querría decirte las palabras más verdaderas que te tengo que decir, pero no me atrevo, no vayas a no creerme. Por eso las disfrazo de mentira, y te digo lo contrario de lo que quisiera decir. Sí, hago absurdo mi dolor, no vayas a hacerlo tú.
Querría decirte las palabras más ricas que guardo para ti; pero no me atrevo, porque no vas a pagarme con las mejores tuyas. Por eso te nombro duramente y hago alarde despiadado de osadía. Sí, te maltrato, de miedo que no comprendas mi dolor.
Querría sentarme silencioso al lado tuyo; pero no me atrevo, no se me vaya a salir el corazón por la boca. Por eso charlo y disparato y me escondo el corazón tras mis palabras. Le pego a mi pena rudamente, no vayas a pegarle tú.
Querría irme de tu lado; pero no me atrevo, no vayas a conocer mi cobardía. Por eso llevo alta mi cabeza y paso como distraído junto a ti, que con el rayo constante de tus ojos renuevas siempre mi dolor.”
Con ese texto, “Él” se atrevió a decir las palabras que no podían salir de su boca. “Ella” las recibió con mariposas en su cabeza y su corazón. Iniciaron un noviazgo que duró varios años, y fue aprobado y querido por ambas familias. El final, solo ellos lo conocen.

4 comentarios:

  1. Ana María: Qué bello texto. Muy buena la idea de transcribir un pasaje de Tagore tan hermoso. Aparte, me deja intrigada ese "él" y "ella". Deja ganas de saber quiénes son. ¿Es tu historia? Qué bien relatada la excursión a la montaña. Me gustó eso de "entreveros" con consecuencias posteriores...
    Cariños
    Susana Olivera
    Susana Olivera

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  2. Ana María, esto es genial, Creo que Tagore es mucho más poeta que nuestro Luis Landri en esto de escribir una declaración.
    Además aquellas costumbres de vigilar a los jóvenes por las dudas... que aún así generó muchas consecuencias porteriores.
    Excelente texto amiga.
    Un abrazo.

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  3. Ana, me encantó el relato. Me gusta R. Tagore, pero más me gustaría saber de quién se trata, y como terminó la historia!

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  4. Me gusto tu relato! Tambien a mi me gustaria saber como termino la histotia!

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