jueves, 25 de septiembre de 2014

El juego de la copa

Por Celia Novelli

Mi casa era el punto de reunión de mis amigos del barrio. Como era un caserón antiguo y muy amplio, nos podíamos concentrar allí sin que los adultos interfirieran demasiado en nuestras charlas.
Generalmente, nos juntábamos en el hall de entrada, un recinto bastante amplio. Recuerdo que estaba amoblado con unos sillones y algunas sillas de líneas muy simples de color marrón y una mesa rectangular no muy grande en el centro. A ese hall, también daba una habitación pequeña que llamábamos “el cuartito”. El cuartito daba a la calle y allí nos reuníamos cuando queríamos mayor intimidad o para escuchar música y ensayar los pasos de baile de moda, al compás de los temas que sonaban en el antiguo combinado de mi papá.
Un día, Margarita, la mayor del grupo, cayó con la noticia de un nuevo juego, que estaba haciendo furor entre los adolescentes, por lo osado y riesgoso: “el juego de la copa”. Nos explicó que era “creer o reventar”, pero que con una copa invertida y varias personas a su alrededor se podía invocar a los espíritus del más allá y conseguir de ellos mensajes sobre el futuro. Que sí, que no, que era peligroso, que no teníamos que meternos con los muertos; pero Margarita nos tranquilizó diciendo que sus amigas del colegio lo venían haciendo desde hacía rato y que no les había pasado nada; por el contrario, las respuestas obtenidas de esos seres astrales habían sido increíbles.
Finalmente, nos convenció y una noche decidimos llevarlo a cabo. Cortamos cuadraditos de papel de más o menos tres centímetros de lado y escribimos en ellos las letras del abecedario, los números del 0 al 10 y el “sí” y el “no”. Dispusimos los papelitos en forma de círculo sobre la mesa del hall y en el centro colocamos una copa invertida. Margarita dio la orden y todos colocamos nuestros dedos índices sobre la base de la copa. Nadie debía hacer el menor movimiento, ni empujarla, ella sola se movería cuando el espíritu acudiera al llamado. Todos en silencio esperamos y “la Marga” hizo la invocación: “Si hay algún espíritu aquí, que la copa vaya al sí”.
Durante los primeros minutos nada pasó. De pronto, la copa impulsada por no sé qué fuerza extraña, empezó a girar como loca alrededor del círculo de papelitos. Algunos nos aterrorizamos e instantáneamente retiramos el dedo; pero ante la insistencia de “La Marga” volvimos al juego. Entonces Margarita, con voz firme y autoritaria, le pidió al espíritu que se identificara. Inmediatamente la copa empezó a dirigirse hacia las letras y así uniéndolas una a una supimos su nombre…
Recuerdo que una vez se nos presentó el espíritu del “Che Guevara”, o por lo menos dijo llamarse así, el ánima que había acudido a nuestro llamado. En ese momento (todos teníamos entre 14 y 16 años) no sabíamos muy bien quién era ese personaje, así que cuando terminó el juego acudimos al diccionario en busca de datos. Y grande fue nuestro asombro cuando corroboramos que ese hombre había existido y que los datos que nos había brindado coincidían con los datos biográficos que aparecían en la entrada de la enciclopedia.
Fue pasando el tiempo y se nos hizo costumbre practicar ese juego. Nos fascinaba hacer preguntas sobre nuestro futuro a esos seres no corpóreos que se nos presentaban: si nos íbamos a casar con el chico que en ese momento nos gustaba, cuántos hijos íbamos a tener, si alguna vez seríamos ricos… En fin, queríamos que los espíritus nos develaran todo acerca de nuestro incierto futuro.
Mi tía Vicenta, una dulce y sabia viejita, hermana de mi abuela, que vivía en mi casa y que se trasladaba con un bastón cuyo andar reconocíamos a la distancia, descubrió un día nuestro juego. Después de varias advertencias, sobre el peligro que representaba el mismo nos sentenció: “Cuando yo parta al otro mundo, voy a venir una noche, mientras estén jugando y los correré con mi bastón”. Por supuesto, no le hicimos caso y seguimos en la nuestra.
Pasó el tiempo y la tía Vicenta, con su soltería a cuestas, murió una gris mañana de invierno. Por un tiempo, quizás por la impresión que nos causó su partida, no practicamos el juego de la copa.
Pero, como con el correr del tiempo todo se olvida, una noche tormentosa decidimos retomar nuestra práctica. Recuerdo los relámpagos de esa noche, que se colaban por las ventanas, iluminando el hall, los truenos ensordecedores y una copiosa lluvia después. Iniciamos el juego, en ese entorno tenebroso. En medio de la sesión, la lluvia todavía caía intensamente, estábamos todos en silencio esperando las respuestas que nos llegaran del más allá, cuando de pronto, en el cuartito de al lado, escuchamos dos golpes secos, uno detrás del otro. ¡Eran los bastonazos! “¡La tía Vicenta!”, gritamos despavoridos y salimos disparadas, hacia el patio, sin importarnos la lluvia, en busca de mis padres. En la desesperación por escapar, tiramos sillas, sillones, la copa quedó hecha añicos y los papelitos, todos desparramados por el piso. Era Vicenta que nos venía a advertir que esas cosas no se hacen, que a los muertos había que dejarlos en paz.
Después de esa noche, nunca más volvimos a jugar al juego de la copa. Tiempo más tarde, nos enteramos del riesgo que habíamos corrido. Cuando se estrenó la película “El exorcista”, la protagonista, casualmente había sido poseída por un espíritu maligno a causa de un juego similar, el tablero güija, que practicaba en el sótano de su casa. Luego supimos que los espíritus que se presentaban con más facilidad, durante esas sesiones, eran los llamados “espíritus bajos”, es decir los que estaban más cerca de este plano físico, por ser los que todavía no se habían elevado totalmente, quizás porque sus acciones aquí en la tierra no habían sido muy buenas. Por eso, a veces, provocaban trastornos psíquicos graves en las personas más débiles, especialmente en los adolescentes que se metían con ellos.
No recuerdo si sus predicciones se cumplieron, creo que la mayoría de las veces esos seres del más allá nos tomaban el pelo y se reían de nosotros. Pero lo importante es que aprendimos una lección que nunca olvidaremos: “no molestar a los muertos” y que es mejor no anticiparse al futuro, dejar que este nos sorprenda, para bien o para mal, porque en definitiva esa es la vida.

8 comentarios:

  1. hace desde el martes que no puedo dormir ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ con esta historia ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

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  2. Qué bien contada esta historia tuya. En mi época también se hablaba del juego de la copa, pero nunca nos atrevimos a practicarlo por las cosas que se decían sobre él. Hay veces que tenés que creer a la fuerza!!!
    Susana Olivera

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  3. Coincido con Susana, se escuchan tantas cosas con respecto a ese juego... Nunca lo practiqué y a esta edad menos, a ver si aparece un espíritu y me dice: vos ya estás a punto para venir con nosotros! Ja...Ja...
    Me encantó. Cariños. Ana María.

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  4. Interesante relato Celia, yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay...
    Un abrazo.

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  5. Yo sí lo jugué y fue fatídico. Tal vez las coincidencias de la vida. Pero nunca más quise hacerlo!

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  6. Yo soy "la marga", del relato......es todo real.!!!!!!

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  7. Muy divertido tu relato!

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  8. Soy testigo. Fue tal como lo contó.
    el bastón de la Vicenta,¡ cómo olvidarlo! Ana Inés.

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