Por Nilda R.Tuan
Setiembre, primavera, estallido de la naturaleza, brotes,
colores por doquier.
Hago una relación con la adolescencia y juventud; pero que
se puede trasladar a la madurez, ya que se siente, a través de todos los
sentidos, la llegada de esta estación, sin importar edades.
Y aparece la etapa de mi vida de los quince a diecisiete
años.
¡Mis quince años! No quise fiesta. No tenía muchos amigos,
pero había logrado, cursando el tercer año comercial, compañerismo y amistad
entre la minoría de mujeres y la mayoría de varones; a través del tiempo, “los
chicos del Comercial”.
No había competencia. Ellos hacían las averiguaciones. Si
saldríamos de excursión, organizaban “los asaltos” en alguna casa, en San
Lorenzo, sede del único Colegio Nacional.
Por supuesto, en el lugar de la reunión, se encontraban
presentes los padres dueños de casa. Por lo general, las mujeres nos
encargábamos de elaborar gustosamente los comestibles. La música con
tocadiscos, era el rock, que a pesar de no ser tan habilidosos, nos defendíamos
bien bailando, imitando lo visto en películas.
Al terminar, a veces nos venía a buscar en colectivo algún
padre; pero no lo hacíamos muy tarde. Nos sentíamos protegidas también por
nuestros compañeros.
¿Y los picnics para el día del estudiante? Solicitaban
permiso, creo, las autoridades del colegio, para realizarlos en el espacio
libre, especie de camping, club del Batallón Arsenal en Fray Luis Beltrán. Me
parece que había una cancha de fútbol, tenis y una pileta, que no estaba habilitada
en ese tiempo. Había una gran arboleda y caminos. No se podían dañar los
árboles ni llevar cámara fotográfica.
Era bastante numerosa la concurrencia de jóvenes y se iban
formando grupos entre los conocidos. Los encargados de hacer el asado eran los varones.
Casi siempre mientras lo preparaban comíamos sándwiches y bebíamos gaseosas. La
mayoría de las veces el plato principal salía crudo adentro y quemado por
fuera. Aún así era divertido.
Después de “almorzar” nos acercábamos a una pista de baile,
pero algunos no nos quedábamos mucho tiempo y seguíamos paseando.
Con Martha, pasamos en el mismo turno, a la sección anexa
normal, cursando el cuarto y quinto año con alrededor de treinta y cinco
mujeres .Cada tanto, organizábamos “asaltos” para recaudar fondos pro- viaje de
estudios, que en esa época aún no era Bariloche. Pero, finalmente, nunca lo
realizamos.
Esas reuniones eran más abiertas, con tarjetas de
invitación, en salones prestados y con bastante concurrencia. Cambiaba el
objetivo y entonces no se disfrutaba como antes.
Solo rescato como muy positivo el conocer a un
joven de Rosario, que por un tiempo nos acompañamos en esos asaltos, incluso en
el baile de graduación. Pero, hasta ahí nomás. Evidentemente, con diecisiete
años, éste para mí, primer enamoramiento, no prosperó. Pero sí, reitero, guardo
un grato recuerdo.
Nilda, qué hermosa época y qué sanamente vivida. Hermoso relato. Cariños. Ana María.
ResponderEliminarGracias por tu comentario .Cariños
EliminarLa adoldescencia... hermosa etapa de nuestras vidas, tan llena de ilusiones y tan disfrutada. Hermoso tu recuerdo.
ResponderEliminarSusana Olivera
Parece que hoy puedo responder, gracias por tu comentario.Cariños
EliminarHola Nilda, es hermoso y muy sentido tu relato!!! . Qué lindo es rememorar lo que hemos pasado hace unos pocos años, la diferencia conmigo es que fui a escuela de señoritas . Gracias por compartirlo. Cariños. Susy
ResponderEliminarM e alegra que te gustó y pudiste comentar( a veces no se logra).Cariños.
EliminarQue lindo tiempo y que recuerdo tan de una época donde se respetaba y enamorarse era muy romántico.
ResponderEliminarMe encantó.
Un abrazo.
GRACIAS, me alegro que te haya gustado.Otro abrazo.
ResponderEliminarMuy lindo tu relato
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