martes, 30 de septiembre de 2014

La Vigil. Saga 1

Por Carmen G.
“…hay recuerdos que no quiero olvidar,
hay aromas que me quiero llevar…”
Fito Páez

Como ya conté, el cambio de barrio trajo para mí una nueva vida. De no tener amigos a llenarme de ellos. De no moverme de casa más allá que a lo de “Guegui”, a poder invitar libremente a mis amigos o ir sin problema a sus casas, pasear por el barrio…
Nuevas costumbres, “recuerdos que no quiero olvidar”, como el de descubrir la pequeña biblioteca del barrio, funcionando en un reducido habitáculo cedido por la vecinal, en la que los catálogos estaban dispuestos sobre unas mesas, las estanterías, pocas, con libros casi todos de nivel primario y secundario y una sola bibliotecaria, de medio tiempo y a cargo de todas las tareas y lo más importante: una comisión directiva, formada por un puñado de muchachos con algunos años más que yo y con la gran ilusión de transformar esa realidad en un complejo que se llamaría “Biblioteca Constancio Cecilio Vigil” y que, desde ese lugar, ni ellos pudieron llegar a imaginar la dimensión educativa, social y cultural que con el tiempo, el esfuerzo y la solidaridad alcanzaría a tener.
Frotaron la lámpara con creatividad, trabajo sin denuedo, muchas ilusiones, mucho amor, convicciones, y el Duende salió gigante, generoso y dispuesto a colaborar con ese objetivo.
Yo, primero, miré; luego, observé y, por fin, pude ver y, a partir de entonces, me propuse firmemente formar parte de esa isla que se estaba formando en medio del barrio La Tablada.
Cursé mi secundaria usando sus libros y, antes de finalizarla, la biblioteca inauguraba su emblemático primer edificio en Alem 3078.
Un día, como tantos otros, concurrí a la vecinal en busca de libros y encontré sus puertas cerradas. Giré sobre mis talones y allí, justo enfrente, pero más hacia la esquina de Gaboto se erguía, sin chapas que lo ocultaran el imponente nuevo edificio, de tres plantas, con su frente casi por completo vidriado, salpicado con algunas placas de mampostería con adornos en relieve y color. Crucé. Al entrar seguía la transparencia. Un patio central con puertas de vidrio y lleno de verde, el blanco de las paredes contrastando con las maderas lustrosas del mostrador y de los ficheros, muebles con cajoneras, donde ahora se ordenaban los catálogos. Hacia la derecha se insinuaba suavemente una rampa que permitía el acceso a discapacitados a la planta alta y. que a la vez, sería usada para subir a las salitas por los niños del Jardín de Infantes que también se trasladaba allí. Pasabas el mostrador y los montalibros y las escaleras te llevaban a las salas de consulta y lectura.
 De pequeña, uno de mis aromas preferidos era el que se destilaba de los libros nuevos, cuando los tomaba entre mis manos y, como un fuelle, hacía caer unas tras otras las hojas manteniéndolo cerca de mi nariz. “Hay aromas que me quiero llevar”.
 Subí la escalera, elegí una de las dos puertas que se enfrentaban en el descanso del primer piso y entré. ¡Miles y miles de hojas perfumadas! Aspirando su aroma me fui deslizando entre las estanterías, por largos pasillos, con los libros al alcance de mi mano. Mis ojos asombrados por la magnitud del paisaje impensado. De pronto, una voz interrumpe mi encantamiento. Es la bibliotecaria de la sala que me ofrece su ayuda. No la necesito, tampoco la quiero. La doy las gracias. Mientras se va, me quedo mirándola y siento que me encantaría estar en su lugar.
 En 1967 cursé el último año de la carrera de Bibliotecología. En febrero de ese mismo año me ofrecen la posibilidad de entrar a trabajar en “La Vigil”, pero en el departamento de Administración, porque para la biblioteca tenías que tener el título y concursar el cargo. ¡Por supuesto que acepté!, luego vería…
Queda mucho por contar, seguiré en la próxima saga.

5 comentarios:

  1. Un sueño cumplido Carmen, entrar a ese mundo donde está todo, donde sueños se apilan en estanterías con colores y letras de molde. Me recuerda cundo niño pude entrar por vez primera a ese mundo donde devoré con unción tantas historias, en las islas junto a bucaneros, en la selva con Tarzán, en los cielos con aquellos aviones que deseaba pilotear.Tantos personajes e historias vividas mientras mi madre me retaba por estar tanto tiempo leyendo. Hermoso amiga.
    Un abrazo.

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  2. Tenías muy claro lo que querías ser "cuando fueras grande". Qué hermoso trabajo el tuyo en una biblioteca. Felicitaciones por tu recuerdo
    Susana Olivera

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  3. Muchas gracias chicos, pero ésto sigue y se van a enterar de muchas cosas. ¡Gracias!

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  4. ¡Hermosa profesión! Te felicito por llevarla a cabo con tanta pasión.

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