Por Juan José Mocciaro
juanjosemocciaro@gmail.com
Apica, era su apodo, nunca supe que quería decir. Vino de
muy joven de Gangi, Sicilia, tenía una mirada cálida y sus días transcurrían
con sus gallinas. Dos veces al día cargaba los pesados baldes de chapa con agua
y afrechillo para alimentarlas,
regresaba con el delantal doblado y lleno de huevos. Cuando un nieto estaba
enfermo, mataba una gallina y decía: “Le hacen un caldo que se va a curar
pronto”.
Tenía un Don, vaya a saber quién se lo había trasmitido:
curaba el empacho. Tomaba una cinta, el paciente la tenía a la altura del
ombligo, se hacía tres veces la señal de la cruz y apoyaba el codo sobre la
misma, y avanzaba en tres ocasiones. Si la mano llegaba a la altura de cuello,
el diagnostico era “estás empachado” y te recetaba, una cucharada de magnesia Philips. También curaba quemaduras, pata
de cabra, insolación, parásitos y otras yerbas. Lo cómico era que siempre tenía
clientes. Hasta las hijas del doctor del barrio venían y le decían: “Doña Apica
dice mi papá que me cure el empacho”. A los pacientes nunca le cobró un peso.
Así, la casa siempre estaba llena de regalos y para las fiestas navideñas había
sidra y pan dulce para tirar para arriba.
Cuando los domingos venía de la cancha por haber estado
horas al sol, me colocaba un plato en la cabeza con un vaso invertido de agua y
empezaba a burbujear y decía: “Estás insolado”. La verdad es que después de esa
acción me sentía más aliviado.
Otro recuerdo que tengo es que, después de atender algún
paciente con pata de cabra, siempre me hacía el comentario “de los ocho nietos
que tengo, vos fuiste el único que no la tuviste”.
¿En qué consiste la pata de cabra?
Lo traen los recién nacidos, se alimentan normalmente pero
no engordan y lloran permanentemente. Apica le pasaba la palma de la mano donde
termina la espina dorsal y luego lo tomaba de las piernas y le hacía girara 180
grados. Fui testigo de cómo las madres le venían agradecer que sus hijos ya
estaban curados.
¿Y los parásitos?
Tomaba un plato con agua, le tiraba tres gotitas de aceite,
mientras repetía el nombre del paciente. Según el tamaño de las gotas de aceite
era la gravedad del caso y te hacía poner hojas de ruda debajo de la almohada.
La verdad es que en esta ocasión nada mejor que el dicho
“creer o reventar”.
Una vez a la semana la visitaba y era automático: ante mi
llegada, agarraba un pan lo cortaba al medio, lo rociaba con aceite de oliva y
aceitunas negras sin carozo. Sabía que ese era mi bocado favorito y venía
acompañado con las palabras “un verdadero siciliano, por tus gustos”.
En su casa había una gran galería con pajarera, lugar de
encuentro de la familia para comer los fideos caseros en alguna fecha
importante, mesa larga y no faltaba ninguno. El vino era casero, tenía una
parra muy grande, una vez al año se hacía el vino y a los más pequeños nos
hacían pisar las uvas dentro de unas tinajas de madera.
Cuantas historias, recuerdos y hermosos momentos vividos, la
“nona” era el centro principal de la familia. Los consejos que ella daba era un
bálsamo para seguir caminando por la vida.
Juan José ¿sabés que yo aprendí a curar el empacho escuchando el murmullo de mi "Ita", cuando nos medía con la cinta? Tu relato me recordó mucho a mi querida abuela! ¡te dijeron alguna vez que te perecés mucho a la tuya?
ResponderEliminargracias Carmen, si el parecido a mi abuela me lo han comentado siempre ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarCreer o reventar reza la frase, y es así, te curaban de palabra y aun lo hacen, a mis 25 años me curaron una hernia inglinal sin que yo me enterara hasta estar curado.
ResponderEliminarQue bella postal de la infancia haz pintado amigo.
Un abrazo.
Me encantó! y es verdad que por ahí los médicos mandan a curar el empacho. Y no me avergüenzo de decirlo, yo curo la ojeadura, me enseñó hace años una vecina. Yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay. Y coincido con Carmen, que te parecés a tu abuela. Un abrazo. Ana María.
ResponderEliminarYo tenía na vecina que era como Apica... A mí me curó la culebrilla con tinta china!!! Qué de recuerdos me despertó tu relato...
ResponderEliminarSusana
Muy bueno el relato. Cuantas veces me han me curaron el empacho! Era algo como magico!
ResponderEliminarme gusta esta pagina que encontré hoy y me ha interesado mucho seguire sus anécdotas, gracias por existir algo que nos sire mucho
ResponderEliminaresta pagina me sirve mucho pues trabajo con adultos mayores y ancianos me gustaría ser permanente en este portal tan significativo
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