Por Paquita Pascual
La fabada estaba perfecta,
La mañana estaba perfecta,
La familia estaba perfecta.
El sol, que tímidamente comenzaba a insinuarse, presagiaba
un día clamoroso. La leve brisa que hamacaba a las glicinas, exhalaban un vaho
dulzón embelleciendo la humilde buhardilla… Hoy a Lola todo le parecía hermoso.
Hasta la estruendosa respiración de Antonio no le molestaba tanto. Era lo único
que le molestaba de Antonio. Se volvió de costado, para contemplar con deleite
ese rostro aceitunado, que dormía a su lado.
¡Fue tan bueno haberlo conocido! Era un feriante gitano que
se apareció un día en su pueblo castellano, con un bagaje de palabras y unos
ojos negros que desafiaban a la noche. Todos se opusieron: jamás una paya
podría convivir con un gitano. Pero Lola ya estaba perdida, se había enamorado
y entregado su honra.
Inútiles fueron los vaticinios de su madre: “Te espera un
triste futuro. Vas a pasar hambre y frío, tus hijos no tendrán techo, serán
nómades”.
Nada le importó a Lola. Pudieron más las promesas de Antonio
y el fruto que germinaba en sus entrañas.
Hoy, Lola no quería enturbiar la felicidad de ese día con
recuerdos del pasado… La dura lucha para instalarse en la capital, las
negativas para conseguir empleo, los antecedentes gitanos de Antonio no eran
buena garantía.
Pero al fin lo consiguieron. Claro que no era lo que Antonio
quería para su Lola y ahora también Amparo. “Ya verás cuando esto termine como
nos acomodamos, porque la guerra seguro que la ganamos nosotros”, le decía.
Un ligero berrido de Amparito, que plácidamente dormía en su
cuna distrajo a Lola de sus pensamientos. Súbitamente recobro la felicidad que
esa mañana sintió cuando se había despertado.
Hoy irían a comer a la casa de Severiano, hermano mayor de
Antonio.
Este sí que tenía suerte. Se había casado con la única
heredera de una cadena de ultramarinos. ¡Allí sí que se comía bien! Lola
decidió que ya estaba siendo hora de alistarse, el día estaba tan lindo. Irían
caminando. Además, estaban muy cerca. ¡Que orgullosa se sentía Lola cuando del
brazo de su Antonio caminaba mostrando el fruto de su amor en el cochecito de
paseo!
Ya al pisar el portal se sabía qué comerían, el olor del
cantimpalo y jamón serrano lo decía todo. La mesa estaba decorada con primor,
como todo lo que hacía Angelita, su cuñada, que como Lola no había tenido
prejuicios a la hora de enamorarse.
Los cuatros platos humeantes dispuestos sobre la mesa
engalanados con un añejo riojano los estaba esperando. ¡Todo era perfecto! Lola
atacó con lujuria los codiciados chacinados, dejando para el final los porotos,
motivo de mofa de los otros comensales. “Yo primero me como lo mejor, no vaya a
ser que tengamos que salir corriendo”.
Un metafísico hubiera dicho que Lola era vidente. El
inconfundible ulular de la sirena los alertó, inmediatamente el zumbido de los
motores apagaron los gritos de Antonio, que con su niña en brazos instaba a los
otros a salir corriendo campo atraviesa.
La metralla asesina rebotaba contra el pasto, salpicando de
sangre todo cuanto encontraba. El zanjón estaba lejos y Antonio no llegaba,
tiró a su niña con desesperación cubriendo su cuerpito con el suyo.
Poco a poco, los pájaros de fuego se fueron alejando. Un
silencio abismal invadió el prado, el ganado que allí pastaba horriblemente
mutilados yacían amontonados como queriendo protegerse. Todo era muerte y
silencio. Solamente el llanto de Amparito que pugnaba por salir de entre las
eses de una vaca, indicaba que todavía quedaba vida. Gateando llegó hasta donde
había caído el padre que con sus ojos negros miraban al cielo pidiendo perdón
por tanta injusticia.
La fabada estaba perfecta,
La mañana estaba perfecta,
La familia estaba perfecta.
Todo estaba perfecto, si no hubiera existido un… 18 de julio
de 1936
PD: historia verídica
contada por mis padres, el gitano era mi padre, que no era gitano, pero si
feriante; y la niña soy yo, que gracias a Dios vivo para contarlo.
Un relato que te deja con un nudo en la garganta. Paquita, tus escritos son fascinantes, gracias por compartirlos.
ResponderEliminarUn abrazo.
CUÁNTA EMOCIÓN ME DIÓ LEER TU RELATO PAQUITA! QUE GLORIOSOS FUERON ESOS VALIENTES ! MEMORIA PARA NO OLVIDAR Y JUSTICIA PARA TODOS!
ResponderEliminarELENA
Hola Paquita, grandes cicatrices tendrás en tu historia, pero cada una debe ser motivo de fortaleza. Al menos eso me parece, conociéndote personalmente. Un abrazo. Ana María.
ResponderEliminarPaquita, te costó contar esta historia tan fuerte de tu vida. Es cierto lo que comentabas que siempre sentías que entre tu papá y vos había algo que hacía que la relación fuera especial ¡vaya si lo había! Yo te entiendo porque a mi con mi padre me pasaba que se me repetía con frecuencia un sueño, en el que yo, pequeñita, me veía ir de su mano entrando a una librería. Cada vez que lo soñaba me despertaba angustiada, hasta que un día hablando con él se lo comenté y me respondió que ese sueño había existido en la realidad, un día de carnaval, que él con su socio tuvieron que ir a recoger un auto chocado, en la ruta y cuando lo traían volcaron y casi se mata. Tardó muchas horas en regresar a casa y estábamos todos angustiados. Cuando llegó, con sus golpes y sus vendajes, me tomó de la mano y me llevó a esa librería a comprar caretas y pomos para que se me pasara el susto, cosa que recién ocurrió cuando pude develar el sueño. Cariños!
ResponderEliminarMuy buen relato Felicitaciones a la autora, hay que tener coraje de contar semejante historia.... Graciela
ResponderEliminarPaquita...........un relato conmovedor, escribís muy lindo ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarSiento el aroma de las glicinas, el olor a los chacinados y la comida, el terror del zumbido de los motores, el amor.
ResponderEliminarQué placer este relato.
Cariños
Susana Olivera
EXELENTE! Me quede sin palabras!
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