martes, 23 de septiembre de 2014

Papeles olvidados


Por Susana Oliveira

… las tardías notas que no
leerán los pocos días
que me quedan…
 (Jorge Luis Borges, “Las cosas”)


Cuando tuvimos que vender la casa de mis abuelos paternos después de la muerte de ambos y después de haber estado cerrada por años, me traje un viejo arcón de madera tallada lleno de cartas que estaban borrándose con el paso del tiempo. Entonces, de esto hace unos diez años, traté de leerlas, de ordenarlas, de descifrarlas… Era un trabajo realmente grande, había algunas que se deshacían al tocarlas; en otras, no entendía la letra. Decidí que cuando me jubilara me ocuparía de esa parte de nuestra historia familiar. Olvidé las cartas, a pesar de que el arcón está en un lugar bien visible en mi casa. Y hoy, gracias a Borges, y a mi intención de recobrar el pasado y dejárselo a los más jóvenes, las he sacado del olvido.
Transcribo algunas.
Mi abuelo se llamaba José María Aguirre.


Agosto, 25 de 1892, Hacienda de San Pedro
Sr. José María Aguirre

Mi inolvidable hijo:
Ayer tuve el gusto de recibir tu cartita después de tantos años que no tenía noticias de ti, así que me apresuro a contestarte.
Mucho he sentido los infortunios de tu vida y espero que esas peripecias que has sufrido te enseñen a hacer el bien, a ser un hombre honrado, juicioso y trabajador.
Nosotros hace dos años que nos vinimos a la Hacienda de San Pedro por el trabajo de González. Tu cartita me la trajo tu hermana Delfina que quedó en la casa de Santiago. Te ruego que toda la correspondencia me la mandes a la Hacienda.
Tu carta… No te puedo decir la alegría al tenerla en mis manos… No la podía abrir, temblaba toda. ¿Y si eran malas noticias? Hijo ¿cuánto hace que partiste? ¿cuánto, que no tengo noticias tuyas? No sabía si estabas en Chile, si habías cruzado a Mendoza, si estabas sano y bien.
Negro querido, cuando empecé a escribir, me propuse no hacerte ningún reproche. Perdóname. Aquí termino.
No me decís nada de tu pellizco. Debe estar hecha una señorita. ¿Cinco años ya? Dame noticias de ella. Tu cartita guarda silencio.
Me pides permiso para seguir llamándome Madre… siempre en mi recuerdo, en mi añoranza y en mis oraciones te seguí llamando Hijo. Eres mi hijo bien amado, a pesar de tu partida que me dolió tanto. Nunca dejé de llamarte hijo, hijito, siempre, siempre soñado y siempre esperando tu regreso.
Sí, deseo que me escribas lo más pronto posible y…no sólo que me contestes sino que me digas que vendrás a verme.
Recibe un cariñoso abrazo de tu vieja enferma y que ya para nada sirve.
                                   María A. de González


Diciembre 14, de 1893. Hacienda de San Pedro
Sr. José María Aguirre

Mi negro querido:
Hemos recibido tu encomienda. ¡Qué alegría! ¡Cómo hemos saboreado tu rica encomienda! Ya nos habíamos olvidado del sabor de la fruta. Ayer ocupamos las últimas naranjas en unos helados para el viejo porque era el día de su santo…
Bueno, al recibir tus otras cartitas anteriores no le dije a González que había tenido noticias tuyas, tenía miedo de que reaccionara mal, pero era tanta la alegría de todos cuando llegó el paquete con tantas cosas ricas que ya le conté todo de vos.
Se puso contento al saber que estás bien y progresando con tu taller. Tal vez tengas un tiempo libre y te puedas hacer un viaje con tu Sarita… debe estar tan hermosa ese pellizco, sobre todo si se parece a vos, mi querido.
González me dijo que te invitara a venir. Dice que está todo olvidado y que él te siente su hijo y que siempre te ha sentido así a pesar de que no lleves su apellido.
Tu verdadero padre –aunque nunca te reconoció- ha dejado en su testamento un dinero para vos y también una finca en San Pedro. Yo no me entiendo de esas cosas pero González ha prometido llevar el testamento a un abogado y hacerlo cumplir. “Ese muchacho tiene que disponer de lo que le pertenece”, me ha dicho el viejo. Así que no bien tenga noticias, te escribiré.
Te prohíbo preocuparte por mi salud, estoy mucho mejor… El clima seco de la Hacienda me ha hecho muy bien, y ya casi no tengo problemas con mis viejos pulmones. Tal vez, me traen algunos problemas mis viejos ojos, pero todavía puedo leer tus cartitas.
Tu afectísima.
María Aguirre de González
                 

Febrero, 25 de 1894, Hacienda de San Pedro.
Sr. José María Aguirre.

Mi querido hijo:
Hace unos pocos días recibí una carta tuya desde Alto Verde, provincia argentina de Tucumán pero me decías que no te escribiera allí porque estarías por poco tiempo. Que volverías a mudarte, esta vez a Rosario, que creo que es más importante que Alto Verde. Y seguramente mejor para tu fábrica de maniquíes.
Por favor no me dejes sin noticias tuyas, escríbeme en cuanto te ubiques en Rosario. De todas formas te mando ésta a la dirección que me das en Alto Verde.
Tengo muchas noticias para vos. González se entrevistó con el abogado por lo del testamento de tu padre y parece que todo está encaminado, pero tendrías que hacerte un viajecito acá, a Chile, para hacer toda la documentación. No me parece bien que no quieras aceptar lo que te corresponde. Él no se ocupó de vos en vida pero el dinero y la finca pueden ayudarte para encausar tu destino y el de Sarita.
Muchas veces pienso que no debiste escapar con el bebé después de la muerte de la mamá en el parto, que no te la podían quitar los familiares de la mamá por más que fuera gente muy importante (vos eras el padre y también tenías solvencia) y que además debiste hacer frente al enojo de González porque no habías hecho las cosas bien, no te habías casado y repetías así tu propia historia. Tendrías que haber solucionado las cosas acá, en tu Chile, donde todos te amamos. Acá podríamos haberte ayudado, haberte dado trabajo y casa para vos y tu pellizco y no que fueras a ganarte la vida sólo con tus manos hábiles en un país extranjero. ¡Qué diferente hubiera sido todo para mí! Hubiera disfrutado de vos, mi querido, y de mi nieta. ¡Cómo ansío conocerla! ¿Podré llegar a verla antes de quedar ciega?
Otra noticia importante es el próximo casamiento de Delfina. Se casa con el sobrino menor del viejo; le lleva unos cuantos años pero no tantos como para no poder ser feliz con él. Todos estamos contentos… ¡Qué daría porque pudieras venir a la boda! Pero sé que estás con un montón de planes para organizar tu vida en Rosario.
Recibe un saludo de todos y un abrazo de tu madre,
                               María Aguirre de González


Abril 27 de 1895, Hacienda de San Pedro
Sr. José María Aguirre

Querido, amado, inolvidable hijo:
Me perdonarás la letra… casi no veo y esta es la última carta que te escribo. Delfina, que está viviendo con nosotros en la Hacienda después de su boda, me prometió que ella escribiría lo que yo le dictara. Será así.
El tiempo ha pasado y no hemos encontrado solución. Sabés que me haría muy feliz poder dar cumplimiento al testamento. Me dice el viejo que habría una manera de terminar la documentación sin que vengas a Chile, donde está tu familia. Me explica que se tendría que hacer por poder, con un abogado de Rosario. Veré que te aclaren cómo es eso… Pero ¡qué bueno sería que te hagas un viajecito pronto!
Qué feliz me hizo saber que has conocido en Rosario a una bella mujer de la que te has enamorado y con quien te vas a casar…González cree que era hora que formaras un hogar y que eso lo pone muy contento. Me decís que tiene quince años… ¡qué joven! Vos, treinta y dos, si saco bien la cuenta. Basta con lo que me decís, que es cristiana, muy buena, muy trabajadora y muy hermosa y que además, ama a tu pellizco. Sé cómo has luchado por esa niña…Tu matrimonio era lo que te faltaba para rehacer tu vida, tendrás otros hijos y podrás criarlos a todos junto a Sarita. Ahora más que nunca debes recibir lo que te corresponde para poder organizar tus cosas.
Me gustaría conocer a Isabel, tu prometida. ¿Sería posible que me mandaras una foto de los tres? Debes estar tan hermoso con bigotes, como me cuentas que te has dejado… Y Sarita… me la imagino con sus largas trenzas negras. Pero tiene que ser muy pronto, la ceguera avanza tan rápido…
Tengo una ilusión en mi vida… poder verte a vos, a tu futura esposa y a mi nieta… Dios me ayude a lograrlo.
Amado hijo, siempre, siempre estaré con vos
                              María Aguirre de González




Hay muchas otras cartas y con ellas algún día completaré la historia de José María, Isabel, Sarita y los siete hijos que tuvieron, entre ellos, Carlos, mi padre.

4 comentarios:

  1. Susana, qué hermosa historia la de estas cartas y tener el placer de haberlas visto y tocado. Cuando leiste en clase me quedé asombrada con el encabezamiento de las cartas, tan respetuoso y distante, para luego en el cuerpo de las mismas encontrarse con toda la ternura de una madre. Hermoso! Ana María.

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  2. Susana, te felicito por haber conservado esas cartas. La mayoría de las personas se dashacen de estas cosas considerándolas "papeles viejos" y sin embargo qué importantes son a la hora de reconstruir y poder entender ciertas historias familiares!

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  3. Gracias, Ana María y Carmen por comentar mi historia familiar. Historia que ustedes han conocido casi al mismo tiempo que yo.
    Un abrazo a las dos
    Susana Olivera

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  4. Siempre nos sorprendes amiga, tres cartas que cuentan el drama de una madre a través de la distancia, que nos recuerda lo que era recibir cada tanto una que con pocas letras decían tantas cosas y dejaban ese sabor agridulce a la espera de una nueva que siempre tardaba una eternidad...
    Se oprime el pecho al leerlas, que bueno conocer tu origen.
    Un abrazo.

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