Primera parte
Carmen Gastaldi
El abuelo de la historia que voy a contar es
Rodolfo Vidal, alias “El Pibe,
Motoneta o Buby”
jugador de Central Córdoba, mi
esposo y abuelo
de mis nietos.
La frase dice: “Esta es una historia sin pena ni gloria”. Pero
la que yo les voy a contar es “una historia sin pena y con gloria”.
¿Qué entendemos por “gloria”? Consultando el diccionario,
vamos a encontrar varias acepciones de las cuales para esto que les voy a
relatar yo elijo: “Fama merecida por cualidades, virtudes o hazañas
realizadas”. Y vamos ya con el relato:
Había una vez, hace de esto como cincuenta años o más, un
muchachito que vivía en el barrio de la Tablada, en una cortada que desembocaba
justo en un descampado que abarcaba varias manzanas a la redonda, cerca de la
estación de trenes que hoy se llama Central Córdoba y cuyas vías, destinadas a
trenes de pasajeros y de carga, llegaban hacia el este hasta el mismo puerto.
Este avanzaba desde avenida Pellegrini, orillando las costas
del río Paraná hacia el sur, pasaba por el bulevar 27 de Febrero y se extendía
hasta la calle Ayolas (hoy Uruguay). Dentro de ese predio tenía sus
instalaciones el Ministerio de Obras Públicas (MOP), que tenía mucho que ver
con el trabajo que se realizaba en el puerto, empleando a gran cantidad de
trabajadores entre administrativos, técnicos, obreros, recibidores de granos.
Una figura que yo alcancé a conocer fue la del estibador. En
mis viajes a la escuela, cuando cruzábamos 27 de Febrero, en varias esquinas se
veían corrillos de hombres, vestidos con ropa de fajina, un gorro, alpargatas y
una especie de pequeña toalla al hombro, en actitud de espera. Un día pregunté
qué esperaban y, así, me enteré que eran estibadores, una especie de changarines, que cuando llegaban o
partían embarcaciones eran ocupados para la carga y descarga de bultos. Ya no
se ven. La tecnología con sus máquinas les “alivió” el trabajo.
En esos terrenos descampados, ganados por los yuyales, había
algunos limpios, sin yuyos, a los que los chicos les llamaban “campito”. “¿Buby,
vamos al campito?”, le decían y eso equivalía a una invitación a jugar al
fútbol, un “picadito” como decían.
El abuelo Rodolfo, Buby para los amigos, por supuesto que se
sumaba.
Dentro del paisaje que les acabo de pintar, como les dije,
estaba la estación de trenes. Allá, por los inicios del 1900, a un grupo de
trabajadores ferroviarios se les ocurrió ocupar uno de esos terrenos y crear un
club de fútbol. Así fue como en 1906 tienen su primera cancha, que se trasladó
varias veces, para quedar, desde hace mucho tiempo y hasta la fecha en Virasoro
y Juan Manuel de Rosas.
Pasó por varios nombres, acompañando a los de la estación,
hasta tomar, tanto una como el otro, el de “Central Córdoba” que aún perdura
para ambos.
En la estación, que ya no funciona como tal, actualmente hay
un Museo Ferroviario digno de ser visitado.
El club goza del amor que le profesa la gran hinchada
“charrúa”, al que se suma también el afecto de muchos rosarinos de otros
clubes.
Nunca dejó de ser un club de barrio, humilde, ubicado entre
los “chicos”, luchando como podía con los grandes para tener un lugar en los
torneos. Comenzó en la Asociación Rosarina de Fútbol y luego fue integrado a la
AFA.
Por sus filas pasaron grandes jugadores, unos con más suerte
que otros. El club no pagaba sueldos importantes, algunos solo cobraban los
“premios”, razón por la cual si no enganchaban con cuadros más grandes, llegado
el momento de formar una familia, debían buscar otros trabajos Eso les quitaba
tiempo a las prácticas y terminaban abandonando.
De todas maneras podemos sacarnos el sombrero ante las
figuras de Vicente De la Mata, Tito Funes, Gabino Sosa (el estadio lleva su
nombre) y “el Trinche” Carlovich con una historia que él mismo malogró.
Vuelvo y retomo: “¿Buby, vamos al campito?”.
El campito quedaba ahí, cerquita del club. Para entonces el
abuelo tenía 14 años y, todas las tarde, después de la escuela, se reunían
entre 12 a 15 chicos a jugar.
Una de esas tardes Rizzo, al que apodaban
“Camafeo”, y el “Mono” Tolosa, le cuentan a Buby que en Central Córdoba van a
“probar pibes. “¿Qué tal si vamos?”, dijeron.
¿Así termina?
¡Ni pensarlo: aquí comienza la historia!
Qué bueno poder recordar nombres junto con los hechos que narrás. Lo veo al abuelo Buby con sus 14 años, flaco,desgarbado, despeinado... ¿era así? y a sus compinches, Camafeo, Mono... Bello relato.
ResponderEliminarCariños.
Susana a esa edad yo no lo conocía, pero también me los imaginé así y lleno de ilusiones. Gracias por tu comentario!
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