viernes, 15 de mayo de 2015

La Primaria

Enzo Burgos

Pasco 1537. La vieja placa de bronce decía: Escuela n° 59 “Arcelia Delgado de Arias”. De golpe y sin darnos cuenta, desapareció allá por 1980. La mudaron a otro sitio y ni el nombre le quedó ¡Chau, doña Arcelia! ¿A quién interesaba una educadora?
La mudaron a Mitre 1650 pasó a llamarse “Teniente Coronel Juan C. Sánchez”. ¡Vaya cambio!
Fue una vieja y ejemplar escuela pública, donde estudió casi todo el barrio, desde Libertad Lamarque a mi esposa e hijos, y desde Lito Bayardo a mis mejores amigos.
Quisiera que mi amiga la Vida, me regalara un día, tan solo un día, para volver a la entrañable “mata chanchos”, que tenía dos entradas, la cuales se prolongaban en largos patios, que se unían en el fondo en un gran patio cuadrado, donde los días de fiesta patria cantábamos el Himno a todo pulmón, con orgullo y la cabeza levantada.
Quisiera un día más para volver a escuchar el sonido de la campana de bronce, tañida por alguna de aquellas porteras, que eran como tías para los escolares. Si habrán consolado a alguno de los más chicos, cuando los acompañaban a su casa, envueltos en un aroma insoportable, porque no se habían “aguantado”.
Un día más para embelesarme con un elemental teatro de títeres y aquella obra archirepetida, “Juancito el vigilante”; o con Rosarito Laitano, compañerita inolvidable, cantando “El sombrero cordobés”.
Un bendito día para volver a ver a mi maestra de primer grado, mi novia primera, aunque ella nunca se enteró. Ese mismo día le pediría perdón a aquella vieja docente, que enseñaba Canto y Música y a quien tanto hicimos renegar.
Un día para volver a aquellos recreos para jugar al lopa, mientras las chicas se hacían trampas jugando al blanco y negro, con las figuritas “flamantes” escondidas entre las hojas del libro “Apis”.
Quisiera un día para volver a concurrir al Taller de Carpintería, allá en calle Laprida casi Cochabamba, frente a la Plaza López, para poder terminar aquella tabla de lavar hecha con palos de escobas, que le quedé debiendo a mi madre.
Quisiera un día para agarrarme a los sopapos, a la vuelta de la escuela con mi compañero de banco, por culpa de la rubia del otro quinto. La misma que hizo que en mitad del pupitre y con la punta del compás, marcáramos una línea para dividir nuestros sectores, ya que las relaciones estaban rotas.
Quisiera tan solo un día para que mi madre me ayudase a llenar mi cartera con el cuaderno único, la caja de lápices, el lápiz gordo azul y rojo, un semicírculo de lata, el libro de lectura “Alegre Taller”; y, si nos faltaba algo, volar al negocio del manco Sartori, librero del barrio; o, en caso contrario, salir un ratito antes y comprarle a don Juan, al lado de la escuela y el vuelto gastarlo en turrón rosa, blanco y praliné, que vendía aquel turco grandote en un cucurucho de papel en la puerta de la escuela.
Quisiera tener un día más para volver a mojar la pluma cucharita en el tintero enlozado y escribir:
Composición. Tema: La Escuela.
La escuela era nuestro segundo hogar y mi maestra...
¡Pero, mirá que cosa rara! Después de tantos años, yo, que en cada composición sacaba un muy bien diez, ahora no puedo hilvanar ni una frase. Debe ser que este tema de la escuela me mata.
Y bué… abandono. No escribo más. Total, lo de mis lágrimas, solo lo sabemos mi pañuelo y yo.




3 comentarios:

  1. Muchas veces uno usa el pañuelo al recordar. No está mal llorar de emoción: bien hecho Enzo. Me encantó la repetición "Quisiera un día mas..." Me pareció muy poética y muy sentida. Felicitaciones
    Susana

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  2. Muy bueno y muy sentido el relato. Felicitaciones. Ana María.

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  3. La matachanchos, cuantos recuerdos revivi con el relato cada uno de los rincones de mi escuela primaria,Porota una portera,el piano en el salon de musica que unia los dos patios,muy lindo Enzo, felicitaciones

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