Ofelia
Alicia Sosa
Recuerdo mis vacaciones cuando era niña.
Siempre al mismo lugar: Alta Gracia.
¿Hospedaje? También, el mismo: la colonia de vacaciones
de Santa Fe.
¿Por qué? Porque viajábamos por turismo social,
que era para los trabajadores y por ende mucho más barato. En casa se
aprovechaba, porque casi todos eran docentes y ese era el lugar elegido para el
reencuentro.
La colonia tenía siete chalés más otro que era
el más grande, pero todos tenían varias habitaciones, cocina, dos baños,
comedor principal, balcones terrazas con escalinatas y parrillero. El predio
estaba repleto de árboles con nidos de cotorras, que te despertaban a la
mañana. Y en el mismo predio había un gran comedor donde se hacían las tres
comidas diarias, porque la merienda no estaba contemplada.
Recuerdo que ese era el lugar donde nos
asentábamos, ya que después del desayuno nos dirigíamos todos a algún arroyito
cercano, porque la mañana pasaba rápido y había que regresar para almorzar. Después
del almuerzo y mientras hacían la digestión o hacían un ratito de siesta, los
adultos trataban de ponerse de acuerdo sobre el lugar donde iríamos a pasar la
tarde. Mientras tanto, todos los niños, que éramos muchos, aprovechábamos la
placita, que solo tenía hamacas, que por supuesto también debíamos compartir.
Lo que escuché un día en las aburridas
sobremesas de los adultos fue que el chalé más grande había sido propiedad de
un matrimonio oriundo de Santa Fe. Ese matrimonio tuvo siete hijos. De ahí que
eran siete los chalés, uno para cada hijo, y a medida que se fueron casando
cada nueva familia se instalaba en uno.
Al cabo de muchos años, después de que
fallecieron los ya abuelos, sus descendientes donaron el predio a la provincia
de Santa Fe. Fue entonces cuando el gobierno decidió hacer una colonia de
vacaciones para los santafesinos.
Mientras duraba nuestra estadía, los niños nos
hacíamos amigos para luego encontrarnos acá, en Rosario. Por supuesto, la
mayoría agrandábamos la familia, porque de tanto compartir las vacaciones año a
año, nuestros padres decían “saludá, al tío o la tía”. Entonces, sus hijos eran
nuestros primos,
Los recuerdos de esa semana en la que se
compartía todo eran lo mejor que me podía pasar, comparado con los tres días
que papá agregaba recorriendo distintos lugares de Córdoba para completar diez
días de vacaciones.
Qué lindo los juegos de los chicos mientras los adultos duermen la siesta. Hermosas también lasamistades formadas en un lugar de vacaciones.
ResponderEliminarFelicitaciones...
Susana.
Muy lindas tus vacaciones y tu relato. Cariños. Ana María.
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