viernes, 15 de mayo de 2015

La señorita Tita

Enzo Burgos

Pertenezco a una generación que no conoció el jardín de infantes, ni siquiera el primero inferior. La cosa era de primero a sexto. Hasta los seis, siete años estábamos bajo la pollera de mamá. Eran aquellas madres divinas, que ya eran cocineras, planchadoras, lavanderas o modistas, así que también podían lucirse como jardineras.
Por eso, nuestro primer día de clase era inolvidable, irrepetible. Todo era nuevo, todo por descubrir. Pero la suerte estaba de mi lado, porque mi maestra primera fue Luisa Lorenzo, la señorita Tita. Era linda, buena, joven; y me enamoré de ella. Fue mi primer amor, aunque ella nunca se enteró.
Al año siguiente, el destino me hizo una mueca horrible. Ella volvió a tener primero y aquel segundo grado, mixto por supuesto, lo tomó la señorita Carranza. Un cambio total. Ni buena ni mala, pero era mayor que mi madre. Pasé a tercero y sucedió casi lo mismo: la señorita Juanita Munné. Todo seguía igual, porque yo era un buen alumno pero no excelente, digamos para mitad de la tabla.
Y llegó el cuarto grado y me tocó la Collazo. Conviene aclarar que todas las maestras eran señoritas, cualquiera fuera su edad, y no la seño como ahora. Ejemplo: señorita Tita, señorita Carranza, señorita Juanita. Pero cuando la docente era brava, desaparecía el rótulo de señorita y aparecía el artículo descalificador: la Collazo, la Ciafardini.
Debo confesar, no sé porque, pero a la Collazo le tenía miedo. Quizás por su fama o su estampa. ¡Qué sé yo! Pero fue un año malo, casi doloroso. Y me quedé de grado. Una vergüenza, pero lo merecía. No hice nada bien.
Por fortuna, ahí reapareció mi buena suerte. Repetí cuarto, pero recuperé a la señorita Tita.

Al comienzo, no me sentí bien, porque según leía en la Libreta de Calificaciones, de Luisa Lorenzo, pasó a ser Luisa L. De Saggesse. Sí, ¡se casó! Y no me tuvo en cuenta. Pero no me importaba nada. Ya había comenzado a cambiar mensajes y miraditas con algunas compañeritas y la señorita Tita, sentimentalmente, pasó a ser un pedazo de mi vida, nada más. Pero me quedaban por delante tres años: cuarto, quinto y sexto junto a mi maestra inolvidable. 

2 comentarios:

  1. El chico enamorado de su maestra... Qué lindo. Yo me enamoré también pero de un profesor y no era tan pequeña. Hermoso tu recuerdo. Tuviste suerte al tenerla y disfrutarla tantos años...
    Susana

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  2. Muy simpática la historia. Para mí que te quedaste de grado para reencontrarte con la Srta. Tita. Ja..Ja...Ana María. Esta vez pondré bien el dedito.

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